Américo Martín. EL NUEVO HERALD
Los
viejos a la tumba, los jóvenes a la obra
Manuel
González Prada
Tal como había venido prometiendo,
Raúl Castro ha hecho, por fin, unos cambios en la dirección del país que ya no
pueden considerarse cosméticos. Se le acabó la gasolina al octogenario José
Manuel Ventura Machado. La Asamblea Nacional ha puesto en su lugar a Miguel
Díaz-Canel. No es un lugar cualquiera. El hombre es ahora el segundo al mando,
tal como en su momento lo fue Raúl de Fidel y Ventura de Raúl.
Sale también Ricardo Alarcón para
darle paso a Esteban Lazo. Puede conjeturarse que Díaz-Canel, Lazo y Marino
Murillo, el joven ministro de economía, son los nuevos jefes del gobierno
cubano. ¿Y Fidel? Ya es historia. Nada dirige, nada hace. ¿Y Raúl? Sigue en el
timón pero ciertas nostalgias que deben ser bien interpretadas, hacen pensar
que no tiene excesivo apego al mando. Nunca lo tuvo, en verdad, pero, juguete
del destino como Romeo Montesco, asumió por imperativo de la realidad la
altísima responsabilidad que ahora ostenta.
Uno que lo conoce bien de verdad, por
haber sido de su intimidad, es el novelista Norberto Fuentes. Nos ha revelado
el drama interior del hermano menor:
“Entonces
comprendí el enorme sacrificio que este hombre había hecho por su hermano.
Quisiera dedicarse al juego de gallos y a las juergas. Pero está obligado a
mantener bajo un puño de hierro a un ejército comunista. Si alguien ha estado
condenado a no ser lo que quiere, es Raúl Castro”.
No avalo del todo semejante opinión,
pero siento que Norberto se acerca a la candela cuando piensa en las cuitas de
su antiguo amigo.
A Raúl lo estremece lo que llama la
“ley biológica” de la vida y la muerte. Había que darle paso a la generación
emergente, pero ¿cómo saber si los jóvenes mantendrán la evanescente reforma
que quizá podría evitar el colapso?
Mientras medita y deshoja margaritas,
la tragedia se acerca a su último acto. Los tres jóvenes que se harán cargo
admiran a Raúl, lo comprenden, le completan el pensamiento. Pero no siempre le
dicen lo que quisiera escuchar. Marino Murillo agrega un grave asunto a los
abrumadores problemas que amenazan al gobierno y desbordan sus tímidas
reformas. Es el envejecimiento no sólo de los líderes históricos de la
revolución sino de toda la sociedad cubana. En ningún otro país del hemisferio
este fenómeno ha llegado a ser tan espeluznante como en Cuba.
Con la comprensión de que por muy dura
que sea la verdad, peor es mentir, cosa usual en Venezuela, Murillo ha
declarado que este problema “no tiene solución”.
Murillo se la juega por las reformas
destinadas a establecer una economía de mercado. Imposible saber si el raulismo
tendrá éxito debido al sótano del cual quiere escapar, pero es clara la brújula
que lleva en la mano. Hay que invertir, hay que atraer capitales foráneos para
lo cual es vital modificar las reglas del juego. La reforma migratoria y otras
medidas puestas en marcha son insuficientes, pero son.
Raúl tiene 82 años, Ventura 83 y
Ramiro Valdés 80. Mientras que Díaz-Canel 54, Murillo 49 y Lazo 69.
Hay un cable suelto en esta historia.
¿Por qué Ricardo Alarcón tuvo que salir de la presidencia de la Asamblea
Nacional? Ha sido sustituido por Esteban Lazo. Ricardo tiene 75 años. Apenas 6
más que su sustituto. Es un hombre inteligente y muy experimentado. En el cargo
que ejercía no obraban factores de desgaste. ¿Por qué entonces? Sólo caben
conjeturas políticas. Ubicaciones internas. Desconfianza. Porque eso sí, los
jóvenes emergentes han dado, cada uno de ellos, pruebas contundentes, públicas,
de adhesión incondicional a Raúl Castro. A Ricardo no le luciría muy bien el
papel de “deificador” de un hombre a quien ha tenido toda la vida como un
semejante.
Si todo resultara conforme a lo
planificado Miguel Díaz-Canel será en cinco años el jefe máximo de Cuba. Podría
especularse que Lazo y Murillo serían sus cercanos colaboradores en la
consolidación del poder.
¿Tres civiles bajándole la santamaría
a un militarismo que en 53 años no ha dejado de crecer? Será de ver si a los
seis generales de cuerpo de ejército que dominan el firmamento cubano también
les espanta la vejez. Porque hasta ahora para ser fuerte en la isla hay que
controlar la estructura partidista y cultivar con eficacia las relaciones con
los militares. Los últimos cándidos que confundieron el mando virtual con el
mando real desaparecieron. Marcharon en triste procesión hacia el cementerio o
el ostracismo, que es lo mismo.
Queda en pie la inevitable conjetura.
Si Raúl, cuya relación con Fidel fue más paterno-filial que fraternal es la
punta de vanguardia dirigida a demoler el fidelismo ¿quién impedirá que
Díaz-Canel haga lo mismo con el raulismo?
Nadie, en política nadie garantiza
nada. Pero la realidad, esa señora que nos gobierna a todos, recuerda que los
tres caballeros emergentes en la hasta ahora detenida sociedad cubana, han
diseñado con Raúl la balsa programática que podría ─ sólo he dicho “podría” ─
colocar a Cuba en una dimensión distinta. Entonces haría bien en voltear la
mirada a América del Sur, área del mundo que sin infladas soflamas
revolucionarias, sin desmelenarse culpando a otros de los asuntos que no pueda
o sepa resolver, sin amenazar ni dividir, está saliendo aceleradamente del
subdesarrollo con ritmos de crecimiento y diversificación ejemplares en el
mundo.
Salvo, claro está, Haití y nuestra
agobiada Venezuela.
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