Mario J. Viera
El gran Payaso, regresó a la Casa Blanca,
para mostrarse, tal como muchos habíamos previsto, cuando dudamos fuera verdad
su contagio con el Corona Virus ─ y aún seguimos dudando ─, como un vencedor. Y
no se inhibe para decirlo, para declararse el líder victorioso: “Me mantuve al
frente. Lideré. Nadie que sea un líder no haría lo que hice. Sé que hay un
riesgo, hay un peligro”. El, el vencedor del virus.
Y al gran héroe no le faltan alabarderos
lisonjeadores para proclamarle como el gran líder, casi como el amado líder: “Tiene
experiencia como comandante en jefe, tiene experiencia como empresario, ahora
tiene experiencia luchando contra el coronavirus como individuo ─barbotea
aduladoramente Erin Perrine, directora de prensa de la campaña Trump.
Llegó a la Casa Blanca, altivo, prepotente
como siempre. Alza el mentón y cual un César victorioso en la batalla de Zela,
se quita la mascarilla y la guarda en el bolsillo interior de su chaqueta, como
si estuviera repitiendo el “Veni, vidi, vinci” de Julio César ─ aunque dudo que
alguna vez hubiera conocido la tal frase ─. Sí porque su permanencia en el hospital,
fue breve, prácticamente un week end, como si solo hubiera echado un vistazo a
un costosísimo tratamiento médico que jamás podría ser recibido por los más de
200 mil estadounidenses que murieron por el covid-19, sí, llegó, vio y triunfó,
parece ser el mensaje que se pretende transmitir.
Pero, aceptemos como válida la hipótesis: “Trump
está enfermo por el covid-19”. Entonces, ¿cómo es posible que un jefe de
gobierno, luego de sufrir enfermedad tan dañina, pueda enviar un mensaje como
este: “¿Ahora estoy mejor y tal vez soy inmune? No lo sé. Pero no dejen que eso
domine sus vidas. Salgan, tengan cuidado”; o esta otra cuando dice, “No tengan
miedo al Covid. No permitan que les domine la vida”, restándole importancia a
la pandemia.
Si la hipótesis es cierta, ¿por qué ese
equipo médico liderado por el osteópata Sean P. Conley, no ha dado un informe
detallado, sin omisiones de las verdaderas condiciones del paciente presidente;
¿Razones de índole de privacidad? El presidente de Estados Unidos es una personalidad
pública y los ciudadanos de este país tienen todo el derecho a conocer el
verdadero estado de salud de quien está al frente de la administración
nacional, y conocer ese estado de salud sin dejar lugar a dudas, y mucho más
cuando se está tan próximas unas elecciones para elegir a un nuevo presidente o
decidir la reelección del actual. No pueden quedar dudas sobre la capacidad
física y mental del mandatario, para que los ciudadanos puedan decidir su voto.
Sí la hipótesis es cierta, ¿por qué se
permitió que Trump paseara por los exteriores del hospital viajado en un
vehículo cerrado, solo para saludar a sus simpatizantes, poniendo en riesgo la
salud de los agentes del servicio secreto que viajaban en el mismo transporte?
¿Por qué conceder el alta médica a un hombre enfermo luego de tres días de
hospitalización sin tomar las medidas necesarias para garantizar su seguridad
física y evitar la propagación de los contagios en la residencia gubernamental?
Hay muchos “por qué” no respondidos por el
tal equipo de especialistas médicos.
Se puede aceptar la hipótesis basándonos
solo en el prestigio del Hospital Walter Reed. Sin embargo, conocemos que Trump
es capaz de pisotear el prestigio de cualquier institución, médica,
hospitalaria, militar o de seguridad.
Demasiados hechos “alternativos” en torno
al verdadero estado de salud de Donald Trump.
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