Mario J. Viera
Parece ser que Donald Trump ─ a quien yo
prefiero denominar “Mr. Twitter” ─ siempre genera noticia, siempre es tema
mediático y comidilla en las redes sociales. Sí, es evidente, es tan
impredecible, tan, digamos “original”, tan contradictorio con la lógica que
siempre, todo lo que diga y todo lo que ejecute de inmediato genera un sin
número de comentarios, generalmente no muy favorables que digamos. ¿Y qué decir
de sus colaboradores, de sus asesores y de todo su equipo de gobierno? Lo
primero que salta a la vista es que, como se diría en buen castellano, “siempre
están detrás del palo” y salen con cada respuesta para explicar lo que ni el
propio Trump logra explicar adecuadamente. Así ocurrió con la destitución de
James Comey cuando todos ellos aseguraban que Trump había tomado tal decisión “basándose
en las recomendaciones claras del vicefiscal general, Rod Rosenstein, y el
fiscal general, Jeff Sessions”, así lo declaró el mismo portavoz de la Casa
Blanca Sean Spicer, y luego quedar desmentidos por el propio D.T. cuando
declaró en una entrevista con la NBC: “Iba
a despedir a Comey independientemente de la recomendación. Iba a despedirlo,
pero no hay un buen momento para hacerlo, por cierto”. Sí, lo dijo y dijo
también que el FBI era desde hacía un año “un descontrol” y que Comey sufría de
una falta de confianza dentro de la agencia que dirigía... ¡Ah, sí! Pero ¿qué
pasó entonces?
Nada del otro mundo, salvo que el director
interino del FBI Andrew McCabe desmintiera a Trump ante una audiencia pública del
Comité de Inteligencia del Senado cuando aseguró: "El director Comey gozó de un amplio apoyo dentro del FBI y aún lo hace
hasta el día de hoy (...) Puedo
decirles con seguridad que la gran mayoría de los empleados del FBI disfrutaron
de una conexión profunda y positiva con el director Comey”. ¿Es esto un
indicativo de desconfianza hacia el destituido Director del FBI? Y hasta Comey
deja una carta al equipo del FBI y que difundiera la CNN donde reconoce “que un presidente puede despedir a un
director del FBI por cualquier razón, o sin ninguna razón en absoluto”; si la
forma en que se decidió su despedida fue adecuada o no, no pasaría más tiempo
pensando en ella: “Está hecho ─ anota
─, y estaré bien, aunque los echaré mucho
de menos y a la misión”. Y a continuación dice: “Ya les he dicho antes, en tiempos
de turbulencia, que el pueblo estadounidense debería ver al FBI como una
roca de eficacia, honestidad e
independencia”. ¿Qué? ¡Honestidad e independencia! Esto dice más que lo
que dejó escrito. No quiero ser suspicaz, pero me parece que se refiere a
aquella propuesta que le hiciera D.T. de que le fuera fiel en un momento cuando
toda la opinión pública de Estados Unidos está completamente polarizada ─ “tiempos
de turbulencia” ─. Él no se comprometía a serle fiel a un presidente; él solo
se comprometía a serle transparente, con honestidad e independencia... Y ya
concluye su epístola Comey diciendo estas significativas palabras, que subrayo:
“Es muy difícil dejar a un grupo de
personas que se compromete sólo a hacer
lo correcto. Mi esperanza es que mantengan
los valores y la misión de proteger al
pueblo estadounidense y defender la Constitución. Si lo hacen, aunque también estarán
tristes cuando se vayan, el pueblo
estadounidense estará más seguro”.
Cuando la metedura de pata de Comey, que
fuera la causa eficiente para que Hillary Clinton no pudiera ganar la
presidencia, Trump le felicitó. ¡Bien! Cuando asumió la presidencia, Trump,
mediocre imitación de Fidel Castro, le pidió a Comey, tan al estilo castrista,
que le jurara fidelidad; pero Comey a ello se negó, entonces, también tan al
estilo castrista, Trump no se lo perdonó.
¿Qué pudiera ocurrir ─ pensaría Donald
“Mr. Twitter” Trump, ─ si ahora, James Comey, entrevistado por los medios,
filtra alguna cosilla que le ponga en mal sitio? ¡Cuidado!, parece advertirle
al depuesto jefe de los servicios del FBI. ¡Hey, Mr. Twitter! ¿Qué te pasa?
Defenestraste a Comey y ahora le adviertes, más bien le amenazas de que no vaya
a hacer alguna filtración a los medios periodísticos de algo negativo para ti,
el “presidente”. Muy al estilo de Vito Corleone advierte a Comey que pueden
existir cintas secretas de sus conversaciones entre él y el presidente, y lo
hace tempranito en la mañana ─ ¿Será que este hombre se acuesta temprano como
las gallinas o tiene algún trastorno de sueño? ─. Está muy preocupado Mr.
Twitter y tiene que estarlo porque despedir, destituir a Comey, cuando este
está centrado en las investigaciones de los posibles vínculos existentes entre
el gobierno de Rusia y los asociados de su campaña, lo único que ha podido
conseguir es que las sospechas tengan más visos de certidumbre. Tal parece que
D.T. compró cabeza, pero se asustó con los ojos. Y vaya lío armado ahora con
las secretas cintas. WikiLeaks ofrece hasta cien mil dólares por obtener acceso
a las mismas y hasta un grupo de congresistas piden que las mismas se divulguen
o, al menos, que se pongan en conocimiento del Congreso.
Puedo creer que la abrupta decisión de
Trump para despedir a Comey es un acto desesperado para intentar, inútilmente, cortar
de un golpe todo ese jaleo de las investigaciones sobre los vínculos de su
equipo de campaña presidencial con el Kremlin; el golpe final después de los
misiles que arrojara sobre Siria, no para castigar a Al-Assad por sus crímenes,
sino para que el mundo se creyera el cuento de que él, el gran Trump osaba
retar a Vladimir Putin y así alejar las sospechas que le vinculan al Kremlin. Y
señala certeramente el New York Times: “La
mención del Sr. Trump de las cintas no hizo nada para disipar los ecos del
Watergate escuchados en Washington esta semana. La destitución del Sr. Comey en
medio de una investigación sobre los asociados de Trump sonó muy similar a la
decisión del Presidente Richard M. Nixon en octubre de 1973 al destituir a
Archibald Cox, el fiscal especial de Watergate, en un incidente que vino a ser
conocido como la masacre de la noche de sábado”.
Pero, no importa lo que se oculte detrás
del matorral. Los fieles seguidores de Mr. Twitter, que le creen y le
justifican todo van a continuar apostando a favor suyo. “Hay que mantener un
compás de espera, darle tiempo al tiempo para esperar que haga su trabajo y confiar
que sobre la marcha ─ fíjense bien en lo que se dice ─ aprenda a gobernar”, así
declaran los fieles y ciegos partidarios de D.T. Un compás de espera y la
confianza de que vaya aprendiendo el oficio de gobernar, como si esto fuera
aprender a capar cortando testículos. No hay que prestarle atención a lo que
digan algunos pedantes creen los devotos de Mr. Twitter, como ese teniente
general retirado de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos James Clapper, ex Director
de Inteligencia Nacional que se ha atrevido a opinar diciendo: “Los padres fundadores, en su genialidad,
crearon un sistema de tres ramas de gobierno iguales y construyeron un sistema
de contrapesos. Yo siento que eso está bajo asalto y erosionándose”, y
agrega: “Creo que, en muchos sentidos,
nuestras instituciones democráticas están bajo ataque, tanto externamente -- y
eso es lo principal, la interferencia rusa en nuestro sistema electoral -- y
creo que nuestras instituciones están bajo ataque a nivel interno”. ¿A quién
se refiere cuando dice esto último? ¿Acaso a Donald Trump? Y responde
rotundamente: “Exactamente”.
Donald Trump está en desespero; en su juego
de básquet político no logra hacer canasta. Sus decretos son detenidos por las
cortes, las mujeres se manifiestan masivamente en su contra, no se detienen las
marchas de protestas, su plan de desbancar el Obamacare ─ obra maestra del
microcefálico Paul Ryan ─ no logra el consenso de su propio partido y cuando
parece anotarse una canasta en un segundo intento de sostener su proyecto zombi
recibiendo el sí de la Cámara de representantes en el Senado lo detienen, y.
sobre todo, sigue el angustiante tema de la vinculación rusa... Así, Trump
seguirá siendo noticia y dando palos de ciego, entonces...
Se aproximan vientos de fronda. La sombra
ominosa del Watergate se proyecta sobre la Casa Blanca
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