Mario
J. Viera
El martes 4 de abril, en
horas de la tarde, aviones no identificados, si fueran parte de la flota aérea
rusa actuando sobre Siria, o aviones del régimen de Bashar al-Assad, descargaron
un ataque químico, probablemente con gas sarín, sobre la ciudad de Jan Sheijun
al sur de la gobernación de Idlib ocasionando numerosas víctimas civiles (unas
58 víctimas mortales). La ciudad de Jan Sheijun es una posición de las fuerzas
opositores al régimen sirio que desde los acuerdos tomados en las
Conversaciones de Ginebra se había acordado un alto al fuego. Tanto para Rusia
como para Assad los rebeldes allí concentrados son calificados de “terroristas”.
El gobierno de Assad negó las acusaciones en su contra alegando que su fuerza
aérea solo bombardeó puestos rebeldes abandonados donde se elaboraban armas
químicas pertenecientes al Estado Islámico y a grupos de Al-Qaeda, por lo que
consideraba que algunos de los tóxicos liberados tras las explosiones llegaron
y rodearon a Jan Sheijun situada a pocos kilómetros del lugar atacado. Esta
versión es la misma sostenida por las autoridades rusas. Así se justificó el portavoz
del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov diciendo que “la aviación siria llevó a cabo un bombardeo
en los alrededores de Jan Sheijun contra un almacén de munición de los
terroristas. Estas instalaciones contenían fábricas para producir proyectiles
cargados con agentes tóxicos”
La condena internacional no
se hizo esperar aunando voces de Europa, Israel, Turquía y Estados Unidos. El
gobernante de Estados Unidos se apresuró a emitir un comunicado por medio de la
Oficina de la Secretaría de Prensa, declarando que aquel ataque químico contra
personas inocentes era “reprensible” pero consecuencia, no solo de los actos
criminales de Assad y sus aliados rusos e iraníes, sino principalmente como un
resultado de la debilidad e irresolución de Barak Obama.
Trump consideró como “atroz”
el ataque químico lanzado por el gobierno de Assad contra su propio pueblo y afirmara
que ese acto “no puede ser ignorado por el mundo civilizado”, no pidió que el
dictador renunciara o que debiera ser derrocado, en cambio justificó el acto
genocida como “una consecuencia de la debilidad e irresolución de la pasada
administración”. A su vez Sean Spicer ratificó la denuncia de D.T. diciendo: “El ataque químico de hoy contra el pueblo
inocente de Siria, incluyendo mujeres y niños, es condenable y no puede ser
ignorado por el mundo civilizado. Este acto bárbaro del régimen de Bashar
al-Assad es una consecuencia de la debilidad de la pasada administración”. La
permanencia del dictador en el poder no está en discusión y esto lo dejó bien
claro Nikki Haley, la representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas:
“Nuestra prioridad ya no es sentarnos y
pensar en cómo sacar a al-Assad. ¿Creo que es un obstáculo? Si, lo creo. ¿Vamos
a sentarnos y ver como lo sacamos? ¡No!” Pero esto es lo mismo que el
flamante Secretario de Estado Rex Tillerson cuando recientemente dijera en
Turquía: “La permanencia del presidente
Assad será decidida por el pueblo sirio”. Para la camarilla de D.T. Bashar
al-Assad es “una realidad política que hay que aceptar”.
El pasado 31 de marzo, la
Casa Blanca declaró por boca de su secretario de prensa Sean Spicer: “Con respecto a Assad, hay una realidad política
que debemos aceptar. Estados Unidos ─ agregó Spicer ─ tiene profundas prioridades en Siria e Iraq, y lo hemos hecho claro que
el contraterrorismo, particularmente la derrota de ISIS, está en primer lugar
entre todas estas prioridades”. Esto, de hecho, tal como lo viera el New
York Times, como declarara la Casa Blanca, significaba que Trump abandonaba el
objetivo de presionar a Bashar al-Assad para que abandonara el poder “marcando
una aguda partida de la política sobre Oriente Medio que por más de cinco años
guió la administración Obama. Esta decisión de ignorar al dictador sirio por
parte del equipo de Donald Trump, fue criticada firmemente por el Senador
republicano por Arizona John McCain, quien declaró: “Tratando de combatir a ISIS a la vez que se pretende que ignoremos la
guerra civil siria, que ha sido su génesis y combustible hasta el presente, es
una receta para más guerra, más terror, más refugiados y más inestabilidad”.
Hay más, en un tuit de 3 de
septiembre de 2013, D.T. declaró: “What I
am saying is stay out of Syria”
(Lo que estoy diciendo es estar fuera de Siria). Dos días después exigiría en otro
tuit redactado en letras mayúsculas como reafirmación: “AGAIN, TO OUR VERY
FOOLISH LEADER, DO NOT ATTACK SYRIA – IF YOU DO MANY VERY BAD THINGS WILL
HAPPEN & FROM THAT FIGHT THE U,S. GETS NOTHING!” (“Otra vez, a nuestro
muy idiota líder, no ataque a Siria – si lo haces muchas cosas muy malas
sucederán y ¡Nada ganará Estados Unidos con esa pelea!”)
Trump no sabe medir sus
palabras lanzadas impensadamente en función de sus propuestas políticas, como
si todavía estuviera en campaña, y obviando que ya lleva cerca de cuatro meses
en el gobierno. Acusa a Obama y se olvida que cuando el 31 de marzo su gobierno
declarara que Assad era una realidad política que no podía obviarse y al mismo
tiempo respaldaba las acciones aéreas rusas le estaba dando luz verde a Assad
para irrespetar el alto al fuego acordado. Trump y todos sus ignorantes
colaboradores no se han percatado que “este acto bárbaro del régimen de Bashar
al-Assad es una consecuencia” de su propia incoherencia e irreflexionalidad.
Pero estos hechos le han venido a Trump, como dice la trillada expresión, como
anillo al dedo, ya que puede lanzar una cortina de humo que cubra el escándalo
de las continuadas evidencias de los vínculos de sus colaboradores con el
Kremlin. Aunque en su comunicado del 4 de abril no hizo alusión alguna a Rusia,
ha permitido que Tillerson hiciera un llamado a Rusia e Irán “a ejercer su influencia sobre el régimen
sirio y garantizar que este tipo de horrible ataque no vuelve a ocurrir jamás",
y que reclamara diciendo: “Aquellos que
lo defienden o apoyan, incluidos Rusia e Irán, no deberían engañarse sobre Al
Asad o sus intenciones”.
En un aparente distanciamiento
con Rusia, Nikki Haley, se dice que “fustigó” a Rusia en el Consejo de
Seguridad diciendo: “¿Cuántos niños más
tienen que morir antes de que Rusia actúe?” Todo esto evidentemente es solo
retórica para la galería. Tanta preocupación expresada por la suerte de los
niños sirios y sin embargo Trump, en la más polémica de sus órdenes ejecutivas,
dictó la prohibición de entrada a Estados Unidos a siete países con mayoría
musulmana entre los que se encuentra Siria y se ha negado a recibir a los
refugiados sirios, una de sus banderas de combate durante toda su campaña
electoral. Recuérdese lo que afirmara Trump en junio de 2916: "Debemos frenar el tremendo flujo de
refugiados sirios a EE. UU. No sabemos quiénes son, no tienen documentación y
no sabemos de dónde vienen".
Ante el acto (crimen de
guerra” como lo calificó el Secretario General de la ONU), Rex Tillerson,
declararía: “Cualquier persona que
utiliza armas químicas para atacar a su propio pueblo muestra un desprecio fundamental
para la dignidad humana y debe rendir cuentas” y consideró que tanto Rusia
como Irán, tenían “una gran responsabilidad moral por estas muertes”, solo eso,
cuando el acto criminal era en realidad una consecuencia del apoyo que le
ofrecen ambos países al régimen sirio.
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