Miguel Saludes. CUBANET
Como una avalancha llegó la noticia terrible de la muerte
de Oswaldo Payá Sardiñas ocurrida este domingo 22 de julio en el oriente de
Cuba. La tristeza de la comunicación me sorprendió justo en el momento de
alegría por un reencuentro largamente esperado. Minutos antes de conocer el
doloroso hecho me disponía a abrazar a
Omar Rodríguez Saludes del que me despedí personalmente hace poco más de
siete años en una cárcel cubana.
Según las primeras informaciones la tragedia ocurrió a
consecuencias de un fatal accidente de tránsito. Un choque en el que el resultó
impactado el auto donde viajaba el líder del Movimiento Cristiano Liberación
junto a dos ciudadanos españoles y el joven Harold Martínez , miembro de la
organización disidente.
¿Accidente fortuito o macabro asesinato? Muy pronto para
asegurarlo pero no para pensar en la segunda opción como la de mayor
posibilidad. Algo que será difícil de comprobar aunque no disparatado el intuir.
No es la primera y ojalá sea la última de extrañas muertes, muy oportunas para
el régimen que se desgaja en sus fundamentos. Unos por virus, otros por
ahogamiento y enfermedades y ahora por accidentes de tráfico.
Cierto que la muerte no tiene preferidos. No distingue
entre buenos o malos, inocentes y culpables. Figuras destacadas o gente común.
Tampoco entre creyentes y ateos, ni en disidentes o adeptos. Es quizás el
evento más imparcial que incida sobre la existencia humana. Pero hay
situaciones donde la duda es permitida y especular no es aventurarse en el
equívoco.
Oswaldo Payá era una de las voces y las posturas más
ecuánimes, coherentes y verticales de la oposición cubana. Se podía discrepar
de sus ideas, proyecciones y hasta de la manera de concebir estrategias de
lucha del movimiento que fundó. Para lo que no había espacio en la duda era
para su integridad y entrega en la causa democratizadora de Cuba. Y esas características son temibles para un
régimen que a toda costa hace esfuerzos por mantenerse inamovible, y cuando no
queda otra alternativa hace cambios a su medida y conveniencia. Con Oswaldo no
había espacio para esa maniobra.
Si bien no se puede afirmar aún con total certeza que el
sistema llegara a soltar los resortes siniestros que terminaron en provocar
esta muerte, queda abierta la puerta de
una sospecha fundamentada. Por el momento, tal como declaré al Editor de
Noticias de Cubanet, la oscuridad más absoluta
reina sobre la desaparición física de Payá y Harold. Con ello ha perdido Cuba.
Perdió el Movimiento Cristiano Liberación su figura más emblemática. Perdió la
sociedad que se debate por salir hacia la democracia en momentos críticos y
perdió el exilio cubano al quedarse sin una de las referencias más preclaras e
íntegras del movimiento opositor en la Isla.
Por ello nuestras condolencias a la familia de Harold y Oswaldo se hacen
extensivas a la de esa grande a la que no estamos unidos por sangre o apellidos
sino por nuestra condición de cubanos.
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