Alejandro Armengol. EL NUEVO
HERALD
Los residentes de Massachusetts, al llenar su declaración
de impuestos, deben presentar pruebas de que cuentan con un seguro médico. Si
no lo hacen, tienen que pagar una penalidad, que se les descuenta de sus
reembolsos.
¿Quién emitió esta medida tan “injusta”?
¿Barack Obama?
¿Quién le puso este “impuesto” a los ciudadanos
norteamericanos de ese estado?
¿Barack Obama?
No, Mitt Romney.
Desde que sufrieron el revés en la Corte Suprema, y el
órgano judicial le dio luz verde a la ley de servicios médicos conocida como
Obamacare, los republicanos han comenzado a presentar la legislación como un
impuesto que afecta especialmente a los pobres y a la clase media
estadounidense.
Por supuesto que no se trata de un “impuesto”, sino de
una penalidad. Los bancos, las aseguradoras y las tarjetas de crédito, entre
otros, imponen penalidades. Y a nadie se le ha ocurrido acusarlas de crear
impuestos.
Es un argumento torcido, pero al parecer no hay límites a
la hora de ejercerlo.
En una entrevista en CNN, el legislador Mario Díaz Balart
llegó a afirmar que esta ley era la causante del estancamiento económico del
país, que estaba impidiendo la creación de empleos y era el peor impuesto en la
historia nacional.
Así que para el legislador la cuestión es muy fácil: o
trabajas o vas al médico.
En una muestra de hipocresía y deshumanización, los
republicanos afirman que la ley de Obama es mala para los pobres, porque multa
a los que carecen de recursos para comprar un seguro.
Eso no es cierto. La ley contempla diferentes formas de
obtener una cobertura médica más barata, limita los costos excesivos y obliga a
las aseguradoras a brindar servicios a esos pacientes que actualmente rechazan
por una condición médica previa. Además, contiene una ampliación de los
servicios de Medicaid.
Sin embargo, la adopción o no de esta ampliación del
Medicaid es lo que la Corte Suprema ha dejado en mano de los gobernadores estatales.
Y aquí están de nuevo los republicanos, para ponerle el asunto bien difícil a
los pobres.
Uno de los primeros que ha declarado que no aceptará ni
Obamacare ni la ampliación del Medicaid es Rick Scott, el gobernador
republicano de Florida.
La razón de Scott para esa negativa es muy simple: va
contra su propio negocio.
Los seguros y los servicios médicos privados han servido
para enriquecer al gobernador.
Antes de ser elegido gobernador de Florida, Scott
presidía un conglomerado de servicios médicos que fue acusado de estafar al
Medicare en más de $600 millones. Al final todo se resolvió con una multa.
Debido al escándalo el gobernador tuvo que renunciar, pero
al término no solo quedó libre de cargos sino que recibió una indemnización de
$10 millones por su despido.
En Estados Unidos unos buenos abogados pueden hacer
milagros, siempre que exista dinero de por medio.
Lo curioso es que Scott no ha cambiado en lo que respecta
a los servicios médicos privados, y desde la venta de vitaminas hasta clínicas
privadas rurales sigue en el negocio.
En la actualidad el programa de Medicaid es cubierto en
un 55 por ciento por el gobierno federal. Bajo la expansión de servicios que se
espera produzca el Obamacare, Washington pagaría el ciento por ciento de ésta,
durante los primeros tres años, a partir del 2014. Luego iría disminuyendo
gradualmente, hasta cubrir el 90 por ciento a partir del 2020.
Es evidente que la ley no va a significar la ruina de
ningún estado.
Los republicanos quieren engañar con una falsa
preocupación hacia quienes no tienen seguro y son pobres, y por lo tanto
podrían ser multados por la ley, pero al mismo tiempo hacen todo lo posible, ya
sea mediante legislaciones obstruccionistas o a través de los cargos que
ocupan, para que esos mismos pobres no puedan adquirir un seguro a su alcance.
Es decir, quieren que los pobres no puedan ir al médico. Así de sencillo.
Todos los días leemos informaciones sobre el brote de
cólera en Cuba. Sin embargo, hay otras enfermedades que deberían preocuparnos
más o igual.
Hay una epidemia de tuberculosis en el estado. En lo que
va de año se han detectado 99 casos y se registraron 13 muertos.
Una situación lo suficientemente seria para que el Centro
de Prevención y Control de Enfermedades (CDC) haya emitido una alerta nacional,
de acuerdo a la información aparecida en el diario español El Mundo, edición
América.
Sin embargo, Scott ha hecho caso omiso de la situación.
Incluso ha ordenado el cierre del único hospital del estado especializado en el
tratamiento, situado en West Palm Beach, con el argumento de que hay que
ahorrar dinero.
Es evidente que la salud de la población le preocupa
mucho al gobernador, siempre y cuando pueda negociar con ella y llenar sus
bolsillos.
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