Saúl Godoy Gómez.
EL UNIVERSAL
Latinoamérica viene dando tumbos en su política de
integración desde que se le permitió a Chávez una injerencia malsana en los
asuntos de Mercosur, en esto, una parte de la culpa se la lleva Brasil, que en
manos del socialista Lula y luego de Dilma Rousseff, estableció prioridades
ideológicas sobre las económicas y políticas.
Fue Chávez quien arrastró al Brasil a su pobre desempeño en la crisis de
Honduras, para luego empantanarse en los asuntos internos de Paraguay durante
el episodio de la deposición del presidente Lugo, en donde Chávez comprometió
el prestigio y la trayectoria democrática de los gobiernos socialistas de
América Latina en una defensa a ultranza de los intereses comunistas en la
región.
No nos llamemos a engaño, en Brasil, a pesar de que
existe una pujante economía de mercado, la cúpula política se encuentra en
manos de los comunistas, que son imperialistas y que tienen un claro plan de
dominio en la región, y donde el aspecto ideológico es fundamental para la
estrategia de ir creando países satélites, a la usanza del viejo modelo de la
URSS.
Estados Unidos calculó mal su retiro de Latinoamérica,
creyendo que, si dejaba que Brasil ocupara su papel de líder regional, y con
base en las buenas relaciones económicas y diplomáticas que había cultivado en
la última década, confiaba en manos de país amigo las relaciones con sus
impredecibles vecinos; el error fue que no vieron que el Foro de Sao Paulo, ese
conglomerado de fuerzas de la ultraizquierda latinoamericana, se impondría
sobre la sensatez y el profesionalismo de la cancillería de Itamaratí, que
hasta los momentos se había desempeñando de manera equilibrada.
Si bien Lula le había dado a la economía brasilera una
apertura importante para convertirla en la octava economía del mundo, pues en
su óptica necesitaba del dinero y los recursos para atender a las grandes masas
de desposeídos, que significaban un gran riesgo en cuanto a problemas sociales
y veía en ellos el soporte político, en votos, para sostener al socialismo en
el poder. Es una lástima que Brasil esté echando por la borda su oportunidad de
oro para convertirse en el líder del continente, porque a Lula y a Dilma les
dio por anteponer intereses doctrinarios y bastardos a los intereses de su
país.
Cegado por los éxitos electorales del socialismo en los
diversos países de Latinoamérica y presionado por la nueva internacional
comunista transmutada en el Foro de Sao Paulo, que le respira en el cuello,
Lula se dedicó insensatamente a sostener una política de promoción y ayuda a
los regímenes socialistas de la región como política de Estado, fue el caso de
Chávez, entre otros.
Pero Chávez, a pesar de su popularidad y beligerancia
ante los medios de comunicación, resultó ser una mercancía dañada, porque
concentraba en su persona lo peor del socialismo real, su odio de clases, su
desdén por el sector privado y la libre empresa, la violencia de su discurso y
el desprecio de los más básicos postulados democráticos, bien ocultos tras su fachada
de invencible candidato en procesos electorales.
Si bien Lula y Dilma, la Cristina Fernández de Kirchner
en Argentina y los otros peones del socialismo en la región trataron de
construir un esquema de integración en el sur y que fue dando sus resultados
positivos para el desarrollo de sus países miembros, el factor Chávez le
imprimió ese olor a podrido a la gestión, introduciendo elementos de
corrupción, manejos de política barata, injerencia en los asuntos internos,
instando a golpes de Estado y a la desobediencia de las constituciones, aparte
de un acento antiimperialista y antinorteamericano que no favorecía a nadie,
haciendo mucho ruido entre las relaciones Europa-EEUU con el Mercosur, que
posiblemente le fuera de interés al partido socialista de los trabajadores del
Brasil, pero que a la larga, terminaría por derrumbar el proceso de
integración.
Chávez utilizó el poder del petróleo para suavizar su
entrada al club pero a costa de la unión misma, poniendo a los países a pelear,
a desconfiar entre ellos, a sembrar la discordia hasta resultar en la eyección
de Paraguay de la organización, que era la piedra de tranca de su ingreso.
Brasil y Argentina están muy confiados de que pueden
controlar a Chávez y aprovecharse, sin muchos riesgos, de la "generosidad"
y largueza de su nuevo mejor amigo, lo saben enfermo y disminuido en sus
capacidades, poco les importa los principios democráticos que sirvieron de
marco a la unión, pues saben que, tarde o temprano, sus gobiernos socialistas
van a terminar utilizando la fuerza y el autoritarismo en contra de sus propias
poblaciones, saben que mantener el socialismo en Latinoamérica va a tomar un
poco de brutalidad policial y militar, pero todo sea por la "felicidad
humana".
Pero pasan por alto que Venezuela está en modo de cambio,
que muy pronto habrá un nuevo giro en la región, que el péndulo de la izquierda
se devuelve lenta, pero seguro, a la derecha, que EEUU está observando y que
también allá, tarde o temprano, también habrá cambios.
Esta fiebre
comunista, que tiene a Latinoamérica delirando sobre su papel en los asuntos
del mundo, de permitir que estos caudillos decimonónicos se levanten entre los
pueblos para hacer revoluciones, de estos sueños de socialistas trasnochados de
imponerse por sobre la cordura y los derechos de los pueblos para conducir sus
destinos, estos delirios, repito, por lo general terminan en espantosas
pesadillas y sangrías, la historia está llena de ejemplos, en nuestro caso solo
nos queda resistir y denunciar a elementos como Chávez, que están haciendo su
trabajo de depuración y purga, de poner en evidencia a las sociedades fallidas,
a las ideologías inhumanas y los engaños.
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