Orlando Freire Santana. CUBANET
Desde hace algún tiempo los medios de prensa oficialistas
vienen alabando el nuevo libro de Historia de Cuba que se emplea en los últimos
grados de la enseñanza preuniversitaria. Se trata, por lo tanto, del texto que
deben dominar bien los estudiantes que aspiran a aprobar las pruebas de ingreso
para cursar estudios universitarios. Y debe de ser también, por supuesto, un
libro que cuente la historia que los gobernantes desean enseñarles a los
jóvenes cubanos, una historia que de seguro reclama mucho espacio para la
interpretación utilitaria de determinados hechos, relegando a un segundo plano
la enumeración objetiva de los sucesos del pasado.
Aunque no se haya podido acceder al libro, la reciente
aparición en el semanario Trabajadores (edición del lunes 25 de junio) de una
entrevista con el profesor Horacio Díaz Pendás, es muy probable que despeje las
incógnitas acerca del contenido del referido texto. El señor Díaz Pendás, con
48 años de experiencia en la impartición de la asignatura Historia de Cuba, inspira
respeto y afecto entre sus colegas, al decir de los autores de la entrevista.
El citado profesor opina que existen cuatro elementos que
no pueden faltar en la enseñanza de esta asignatura, ya que ignorarlos “sería
una irresponsabilidad ante la misión educacional que se asume”. En primer
lugar, “la actitud, intenciones y acciones de los círculos de poder de los
Estados Unidos para intentar apoderarse de Cuba y destruir a la Revolución”.
Como segundo aspecto, “es necesario considerar que la Revolución Cubana es una
sola como proceso histórico desde 1868 hasta nuestros días, y cómo los
estándares revolucionarios fueron pasando de mano en mano, de generación en
generación”. Una tercera línea la constituye “lo que ha significado la unidad,
o la falta de ella, a lo largo de las luchas del pueblo cubano por la
independencia y la revolución social”. Y por último, “la necesidad histórica
del socialismo en el proceso cubano, y el liderazgo de Fidel”.
De acuerdo con semejante punto de vista, toda la historia
de Cuba podría simplificarse más, y resumirse con dos afirmaciones. Una de
ellas permitiría corroborar que el gobierno de Estados Unidos ha sido el
verdadero y único enemigo de la nación cubana, al tiempo que las luchas de más
de tres décadas contra el colonialismo español son reducidas a meros episodios
coyunturales. ¡Cuánto darían los castristas por hallar algún documento
histórico que testifique el más mínimo acuerdo entre cubanos y españoles para
enfrentar a las fuerzas estadounidenses en la contienda de 1898! Y la otra gran “verdad” castrista consiste en
haber demostrado que la toma del poder en 1959, y la posterior implantación de
un socialismo marxista-leninista, son hechos justificados por la Historia. Solo
así se habría logrado, al fin, la unidad de las fuerzas revolucionarias, y
tendría lógica el reciente engendro jurídico de declarar inamovible el sistema
político imperante en la isla.
Evidentemente estamos en presencia de una visión del
pasado con los ojos de un presente demasiado beligerante; un presente
desprovisto de un sistema político pluralista, entre otras cosas, por la no
existencia de diversos relatos sobre el pasado de la nación. El ensayista
Rafael Rojas, en su artículo “Los nudos de la memoria. Cultura, reconciliación
y democracia en Cuba”, lo reafirma: “En Cuba, una fuerte resistencia a la
creación de una cultura democrática es el predominio de un discurso oficialista
de la historia nacional que rige la política educativa, cultural e ideológica”.
Sin embargo, y para desdicha de las autoridades cubanas,
existen grandes probabilidades de que, al chocar con la dura realidad, los
estudiantes olviden pronto lo que trataron de enseñarles en las aulas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario