Eduardo Vásquez. TALCUALDIGITAL
Los revolucionarios rusos siempre sostuvieron que
descendían de la Revolución Francesa y siempre quisieron que así los
consideren.
Basta sólo un argumento para acabar con esa siniestra
ficción. El gran aporte de la Revolución Francesa es la Declaración universal
de los derechos del hombre y del ciudadano. Ninguna revolución puede declararse
heredera o continuadora de esa revolución. Lenin y sus bolcheviques nunca
admitieron esos derechos. Los ciudadanos rusos perseguidos y ejecutados por
Lenin fueron despojados de todo derecho.
En el año de 1937 apareció la biografía de Stalin escrita
por Boris Souvarine ( Plon).
En esa obra Souvarine mostraba la relación del comunismo
de Lenin con la tradición rusa, el verdadero carácter de la Revolución de
Octubre, la naturaleza y las causas de la victoria de Stalin en la guerra por
la sucesión, el costo extravagante de todo el proceso desde el punto de vista
económico y moral.
El Partido Comunista francés descargó contra Souvarine
todo su arsenal de insultos pues vio en él un adversario irreductible.
Consideraron al libro no como el primer gran libro escrito sobre su historia,
sino como un arreglo de cuentas del renegado Souvarine. Con Stalin surge un
régimen difícil de calibrar y de juzgar pues constituye algo inédito. Cuando
aparece al comienzo de los años treinta no tiene precedente en la historia, en
nada se parece a lo que ha existido.
Nunca un Estado en el mundo se dio como meta matar,
deportar o esclavizar a sus campesinos. Nunca un partido sustituyó tan
completamente al Estado. Nunca controló tan completamente toda la vida social
de un país y la vida de todos los ciudadanos. Nunca una ideología política
moderna desempeñó un papel semejante en el establecimiento de una tiranía tan
perfecta que aquellos que la temen deben, sin embargo, alabar sus fundamentos.
Nunca una dictadura tuvo tan grande poder a nombre de una mentira tan completa
y no obstante con tanto poder sobre los espíritus. En Suramérica todos los
izquierdistas fueron simpatizantes de ese régimen despiadado o inhumano.
Y se declaraban orgullosamente leninistas. ¿Cómo pueden
calificarse de progresistas los que apoyaron y aún apoyan a semejante
aberración histórica, cuyo mayor empeño, entonces como ahora, es aniquilar la
protección a los ciudadanos, contenida en los derechos humanos, para dejar
libres las manos a los asesinos en el poder (los Castro) o a un aspirante a ser
un Padrecito Stalin? Y no es que no tuvieron conocimiento de lo que pasaba en
el paraíso socialista. Para no despertar de ese opio acuden a defenderse con
muros inexpugnables: son infamias e inventos del imperialismo.
No puede caber duda de que el mayor progreso político,
progreso en el sentido de mayor libertad, de los 2 últimos siglos, ha sido la
Declaración de los derechos humanos. Sin embargo, los progresistas, dentro o
fuera del gobierno, luchan denodadamente por su no aceptación. Aquí se cumple
lo que ya se sabe: las palabras sirven para ocultar el pensamiento.
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