Tania Díaz Castro. CUBANET
Mayelín se pasea por las avenidas principales del
aristocrático barrio de Miramar, en La Habana, donde viven sobre todo cubanos
de la nueva alta clase social. Allí viven dirigentes políticos, coroneles,
generales, algunos viejos deportistas retirados, apenas dos o tres familias de
la era republicana y numerosos extranjeros residentes en Cuba, funcionarios de
firmas comerciales.
Por esas mismas avenidas, esta cortesana de 21 años,
tan parecida a Jessica Alba, la actriz de cine y televisión de Estados Unidos,
conoce a los hombres que busca.
Seguramente le viene bien lo que dice el famoso
escritor norte americano Tom Clancy: ¨Creo que el sexo es una de las cosas más
bonitas, naturales y gratificantes que el dinero puede comprar ¨.
Conversar con Mayelín es una experiencia inolvidable.
Tan sincera y honesta es, que sorprende. Se graduó de enfermera hace cuatro
años y trabajó en la Policlínica del municipio Playa durante dos años.
-Yo tenía una verdadera vocación para la enfermería ─ me
dice ─, no para ser una cortesana, pero llegó el momento en que comencé a
sentirme una esclava muy mal pagada. Mi salario mensual era de 390 pesos
cubanos, equivalente a 16 dólares, y con eso no podía alimentar a mi madre y a
mi hermano menor. Si le digo que mi salario se me iba en merienda y transporte,
no le miento.
Creo que si continúo trabajando como enfermera,
hubiera envejecido antes de tiempo. No sólo por el duro trabajo que se hacía a
diario, sino por las guardias de madrugada, muy frecuentes porque muchas
enfermeras son enviadas a cumplir misiones a otros países.
-¿Y ahora? – Le pregunto.
-Ahora todo es distinto. Me siento como una reina.
Tengo un amante cubano-americano, joven, muy bello, que me trae ropa y zapatos
de Miami y me da todo el dinero que necesito para vivir de forma sencilla, sin
lujos, ni ostentación.
A Italia he ido dos veces, invitada por un hombre
mayor que vive en Venecia. El me adora y pienso ir de nuevo, pero siempre
regreso, porque no dejo a mi familia. Me gusta Cuba y vivo en una casita que
amo.
Escucho a Mayelín, de voz suave, como en susurro, su
sonrisa alegre, casi ingenua, tan contagiosa.
A simple vista parece una muchacha que trabaja en una
empresa estatal. Sus pulsos y collares son artesanales. Nada de oro, nada de
ropa extravagante.
-No soy una jinetera. ─ Me dice sonriendo, mientras
con una peineta recoge en un moño sus largos cabellos del color de la miel ─.
Soy una cortesana al estilo de la Italia del siglo XVI, igual que Verónica
Franco, ese personaje histórico que tanto sufrió por culpa de la Inquisición.
Amo el amor sexual y lo disfruto como toda mujer libre en un mundo libre. Pero
no solo pienso en el dinero, prefiero hombres inteligentes, buenos amantes,
bien vestidos y perfumados. No importa si son extranjeros o dirigentes de la
Revolución. Soy una buena persona. No le hago daño a nadie. Sólo reparto amor,
algo que necesita tanto la humanidad.
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