Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Amanecerá el día de la elección, esta vez con el Partido
Republicano arrinconado por la campaña de rechazo en su ultraderecha. Es un
rechazo que afecta a los hispanos en el tema migratorio. Es difícil que no
perciban sus consecuencias electorales. El rechazo a un arreglo cosecha un
rechazo equivalente en toda la comunidad, con o sin papeles, ciudadanos y
residentes por igual. Romney podría proponer una vía a la legalización. Es
dudoso que lo haga. Tendría primero que convencer a los conservadores de al
menos quedarse callados.
Hay un argumento para ellos, el económico. Millones de
indocumentados, consumidores a escondidas, gastan su dinero a cuentagotas. Los
indocumentados son un problema, sí, pero también pueden ser una solución. Su
sola oficialización con papeles crearía un inmenso grupo de consumo con todas
las garantías de la ley. Darían una inyección de vitalidad a la economía.
Legalizarlos no será fácil, primero por renuencia a favorecer a quienes han
violado la ley. Segundo, porque la inmensa mayoría de indocumentados son
latinos, y hay latinofobia en la ultraderecha anglosajona.
No ofrecer una vía de arreglo al indocumentado mantiene a
Romney distanciado de los casi 50 millones de hispanos en el país. Abrirles una
vía a la legalización quizás sea demasiado pedirle. Ha soltado una idea
intermedia, no deportarlos, esperando más bien que se vayan en una especie de
auto-deportación voluntaria y amable. Su idea podrá parecer absurda, pero él la
adelanta porque “necesitamos que los hispanos voten republicano”.
Las encuestas indican que el voto latino se orienta
abrumadoramente hacia Obama. ¿Cómo revertir esto? Será difícil porque Romney
necesita apaciguar su ultraderecha, con gente como Joe Arpaio, el sheriff
latinofóbico del condado de Maricopa, y Tom Tancredo, ex representante de
Colorado, para quien Miami es “un país del tercer mundo” al que volverá, dijo,
“cuando haya sido liberado”.
Mexicanos, argentinos, cubanos, peruanos y demás
latinoamericanos por igual, incluyendo los hispano-estadounidenses, somos todos
un factor de espanto en la ultraderecha. Les espanta la galopante latinización
del país. Somos la minoría más grande. Llegaremos a ser mayoría en las primeras
décadas del siglo XXII. Entre el 2000 y el 2010 la población hispana creció
43%. En el mismo periodo los anglosajones bajaron del 62% de la población al
53%, una rebaja de 9%.
Kris Kobach, consejero de Romney en inmigración, es el
arquitecto de la ley de Arizona que exige a empleadores y dueños de viviendas
que denuncien a los indocumentados, y que la policía los arreste. Ese es Kris
Kobach, consejero de Romney. Por otro lado, el partido tiene a Marco Rubio. El
senador prepara un proyecto que permitiría a algunos jóvenes indocumentados
quedarse en el país. Es un intento por salvar partes del Dream Act, que hubiese
dado residencia a cientos de miles traídos por sus padres cuando eran muy
niños. Ileana Ros-Lehtinen y Mario Diaz-Balart apoyan el Dream Act. Romney ha
prometido vetarlo.
La campaña ve un salvavidas potencial en el proyecto de
Rubio, confeccionado para saltar sobre las objeciones del conservadorismo con
una metodología rebuscada que en esencia dice ‘no pero sí’ a que se queden
aquí, y ‘sí pero no’ también. La siguiente opinión fue escrita con el
pseudónimo de Caballero de París. “Rubio sabe que su partido nunca aprobará
esto, pero estamos en elecciones, necesitan el voto hispano y tratan de
entretener a los votantes para dar la impresión de que los republicanos no son
antihispanos”. Es una opinión compartida por muchos. Eso no obstante, es
difícil ver otra cosa que sinceridad en la búsqueda de una solución por parte
de la delegación congresional de Florida. El congresista David Rivera ha
anunciado un proyecto similar al de Rubio.
El problema latino de Romney no es único. Obama ha
deportado medio millón por año. Para fines del 2012 habrá sacado dos millones
de indocumentados. Bate todos los récords en deportaciones. Más aún, nunca
presentó proyecto alguno de reforma migratoria, algo que prometió hacer en su
primer año en la presidencia. Culpa de esto al rechazo republicano. Romney
acusa que “Obama prometió resolver el
problema de la inmigración ilegal. Falló. La verdad es que ni trató”.
Parecerá hipocresía, pero hay que recordar que él es el candidato de la
auto-deportación amable. La amabilidad es importante para Romney. Quiere ser
visto como un político a la Reagan, con don de gentes. Debiese usar ese don, si
en realidad lo tiene, para que la ultraderecha coopere con él. Tiene que ganar su
cooperación. Si no es capaz de hacerlo, menos capaz será de ganar la
presidencia. Mientras tanto en la ultraderecha derecha permanece, y allí vive,
el problema latino de Romney.
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