Por: Ramón Lobo. Blog de Ramón Lobo, “Aguas Internacionales”
El mundo político en el que vivimos nace de la II Guerra Mundial y de la descolonización formal que siguió. Dos opuestos ideológicos separados por un muro en Berlín, primero hecho de alambre; después, de cemento. En el lado oriental vendían humo rojo. Era de tan buena calidad que los vendedores de humo rojo se creyeron su propia mentira y extendieron las fronteras imperiales más allá de lo razonable, hasta Afganistán, donde ahora estamos nosotros con otras fronteras imperiales.
En 1989 comenzó el desmoronamiento del bloque del Este y de la URRS, después. En nuestro lado del mundo, el que vende humo azul, se cantó victoria y empezó a reducir la calidad del humo azul para aumentar el beneficio. Siempe sucede cuando no hay competencia. El humo azul empeoró tanto su calidad que terminó por provocar la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
La Administración W. Bush reemplazó en enero de 2001 a de la Bill Clinton, que trató de ser imperio por consenso. Tras la tragedia del 11-S, Bush y sus asesores desempolvaron las viejas doctrinas conocidas: Este-Oeste, buenos-malos, y sustituyeron comunismo por islamismo y encontraron un nuevo enemigo que vendía humo, en este caso verde.
Los halcones de Bush, es decir, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Richard Armitage y Richard Perl, impulsaron la invasión de Irak para saldar cuentas con Sadam Husein, que había sobrevivido a la guerra de 1991. Antes pasaron por Afganistán porque el presunto jefe de Al Qaeda, Osama bin Laden, vivía allí rodeado de sus amigos talibanes. El desafió merecía una respuesta y la Administración Bush organizó una guerra. Nueve años después, Bin Laden sigue aparentemente vivo y los talibanes expulsados del poder están en ventaja para recuperarlo.
La invasión de Irak en 2003 se basó en dos razones: Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva y amenazaba la seguridad del mundo. Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, disidente iraquí que ayudó a montar la estrategia, acaba de confesar a The Guardian que se inventó todo, que su objetivo era derribar al régimen.
La tercera razón era democratizar Irak. Se llegó a afirmar que el cambio de régimen en Bagdad sería la primera pieza de un dominó liberador. Cuando los halcones hablaban así no pensaban en Túnez, Egipto, Bahréin y Al Jazeera, una cadena de televisión que consideraban próxima a los islamistas. Hay quienes defienden que todo lo que sucede hoy estaba planeado.
La Admistración Obama, paralizada durnante dos años de dura batalla interna sobre la sanidad pública, incapaz de cerrar Guantánamo y con errores de comunicación, se ha encontrado con las revueltas en el mundo árabe. Algunos le critican su falta de reacción inicial, dicen que ha estado confuso en su respuesta. Luis Prados, redactor jefe de El País, defiende que el presidente de EEUU ha reaccionado correctamente y con gran riesgo político, abriendo el debate interno en el Despacho Oval, buscando el contraste de pareceres entre los que defienden el viejo orden (Robert Gates) y los que desean sumarse al sentir popular (Hillary Clinton) para poder mantener la influencia de EEUU en la zona. Ignacio Torreblanca sostiene la tesis contraria en las páginas del mismo periódico y Mónica García Prieto se pregunta en su blog: ¿'Nuevo Oriente Próximo' o el mayor fracaso diplomático jamás contado? No es buena la unanimidad. De la pluralidad surgen las mejores ideas.
Afgansitán, donde se atascaron los soviéticos y nos estamos estancando nosotros, demuestra que el recorrido de la historia es mucho más largo que el de las noticias. Todo sigue cuando los periodistas nos vamos: de la película La guerra de Charlie Wilson a Al Qaeda en un solo salto, sin etapas, sin grises.
Asistimos a algo que se presiente grande en el mundo árabe, y ojalá persa: la modificación del mapa político en Oriente Próximo, el principal suministrador de petróleo del mundo que gasta más en energía. Túnez, Egipto, Bahéin, Yemen, Libia, Marruecos...
¿Salpica el efecto imitación a Wisconsin donde ayer miles trabajadores públicos tomaron su congreso para protestar contra los recortes? Para los que defienden que es un caso aislado se suma hoy Ohio para desmentirles.
Se discute mucho estos días, también en este blog, sobre el papel de las redes sociales. Las redes no hacen revoluciones, son los revolucionarios los que usan las redes sociales. Del pasquín a Twitter. Es la misma lucha, solo cambian los medios y los actores. Los actores secundarios, se entiende, porque los principales siempre son los mismos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario