miércoles, 9 de febrero de 2011

CIBERPOLICIA. EL CRIMENTAL

La cibercobardía del castrismo
Mario J. Viera    


Los fósiles vivientes que se han adueñado del gobierno de Cuba se sentían inmunes a una rebelión popular. Aunque cada día apretasen un poco más la soga colocada alrededor del cuello de los cubanos, estaban confiados que no se produciría un estallido de la ira popular a nivel nacional. Quizá tendrían que atajar algún conato de protesta aparecido localmente en cualquier punto de la geografía nacional; pero de ahí no pasaba, les resultaba fácil anularle.

Eso ya ocurrió en Cojímar, el 1 de julio de 1991, cuando la protesta del Claro de Luna. Cerraron los accesos del poblado a La Habana y al vecino Alamar. Detuvieron a algunos y, nadie, o muy pocos en Cuba se enteró que en Cojímar se había producido una revuelta. Lo mismo sucedió con los sucesos conocidos como el “maleconazo”, una protesta de nivel local en la zona de Centro Habana que rápidamente fuera conjurada con el despliegue de los esquiroles de la Brigada Blas Roca y el cerco policiaco. Igual que cuando el escándalo en un cine de Santa Clara o con la huelga de los cocheros de Bayamo.

Como los medios de comunicación masiva son coto gubernamental absoluto, no se divulgaría al resto de la población cualquier manifestación masiva del descontento popular. Como los sindicatos son correas transmisoras de la voluntad del Partido Comunista, no habría la posibilidad de que se produjera una huelga general de carácter político.  Como los opositores carecen de los medios adecuados para hacerse conocer por el conjunto social y de la divulgación de sus plataformas políticas y no existen otros partidos legalizados, la posibilidad de conformar un cuerpo coherente de resistencia, como puede ser en la Venezuela de Chávez o en el Egipto de Mubarak, es bien remota.

Como la seguridad del estado se presenta cual la encarnación del gigante Argos de los cien ojos, los fósiles del castrismo confiaban en el efecto psicológico que la misma podría ejercer sobre la imaginación popular, para castrarle todo deseo de rebelión, ante el fóbico  síndrome del Gran Hermano que siempre te vigila.

En fin, como la autonomía universitaria fue anulada casi desde el inicio de la tiranía, no había el temor de las protestas estudiantiles.

Pero como Cronos es implacable y no se detiene, avanzando siempre y aportando más y mejores tecnologías, los fósiles empotrados y entronizados en el poder comienzan a conocer el miedo; ya no se sienten tan seguros. ¡Hay que hacer algo y ya! Exclamaron sobrecogidos de temor. Hay que tomar las medidas ahora, para tratar de contrarrestar el peligro que acecha sobre sus intereses y que ya ventean como bestias carroñeras asustadas.

Ya el peligro no está en una protesta que un pequeño grupo de opositores se atrevan a manifestar en un parque citadino. Ahora, se asustan, “el parque de la protesta es la internet”.

Se acobardan ante el peligro de que pueda crearse, como asegura un tal Eduardo Fontes oficial de la Seguridad del Estado de la gerontocracia cubana, “una plataforma tecnológica fuera del control de las autoridades cubanas y que permita el libre flujo de comunicación entre (…) los opositores, blogueros (…) y el mundo”

Ese es el gran temor que asalta a cualquier tiranía “el libre flujo de información” y muy particularmente una como la de los Castro acostumbrada al control del pensamiento, y empeñada en mantener engañado a todo el pueblo todo el tiempo.

Y como en la pesadilla de George Orwell, se preparan para fomentar una Policía del Pensamiento, la ciberpolicía, dedicada a la represión del “crimental” del que hablaba Orwell, porque ven una amenaza, tal vez no en la tecnología de las comunicaciones, si no en “lo que puede hacer alguien detrás de la tecnología”. Alguien capaz de convocar, alguien capaz de transmitir lo que los medios oficiales ocultan.

Se aterrorizan pensando en el poder que tienen las redes sociales, Facebook y Twitter, la inmediatez que representan en la intercomunicación de los ciudadanos.

“Nosotros tenemos nuestros propios twitteros” afirmó el “conferencista informático”, mientras su audiencia de altos oficiales del Ministerio del Interior le tenía que soportar la perorata aburrida y monótona y sin poder ocultar algunos un bostezo de aburrimiento. Entonces habla de sus blogueros estrellas. Menciona a un supuesto Yohandry Fontana (quien curiosamente en su entrega del 9 de febrero agrega una nota que dice: “Este blog  se ha llenado de periodistas y colaboradores que comienzan sus nombres con Y”).

Su otra super star es la tal Tina Modotti “por supuesto ─ acota ese Eduardo Fontes ─ Tina Modotti no es Tina Modotti, es una persona que está detrás de esa imagen de Tina Modotti” y esa “persona” seguramente es el aparato desinformativo de la inteligencia cubana con la misma moralidad de la que fuera amante de Julio Antonio Mella y cómplice en su muerte por los sicarios del Comintern. Y dice el pedestre “conferencista informático” que la supuesta Tina Modotti es “el látigo de Yoani. No deja vivir a Yoani. Si Yoani dice blanco, esta dice negro y por qué es negro”.

“… tenemos nuestros blogueros y vamos a combatir a ver cuál de los dos sale más fuerte” asegura Fontes con una bobalicona expresión de su rostro, porque ni él mismo se cree lo que afirma; porque él repite el guión que le impusiera su jefatura. Pobre desecho de persona; triste servidor de una dictadura que hoy le usa y mañana quizá le arroje a un lado como si fuera un tareco ya inservible.

Pobre lacayo que un día tal vez no muy lejano verá cuál es la verdad que saldrá más fuerte, si la mentira de la tiranía fosilizada o la verdad que brota del natural instinto libertario que anima dentro del alma de cada ser humano.

Por mucho que lo intenten los amos del tal Eduardo Fontes oficial de la represiva seguridad del estado no se puede engañar a todo un pueblo todo el tiempo.



Ciberesbirros
José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – Mientras el barco zozobra, lo mejor que se les ocurre hacer a nuestros caciques por ellos mismos, es potenciar su graciosa batalla de “ideas” con una tropa de ciberesbirros, dicen que entrenados y dispuestos a pelear para demostrarnos que son más fuertes que los blogueros y los periodistas independientes.

Pobrecitos. La historia les pasó por arriba sin darles chance para que comprendiesen que la fuerza es sólo un accidente basado en la debilidad de los más débiles. De modo que como accidente al fin, no puede ser eterna, ni esencial.

Acostumbrados a controlar las calles de la Isla con su bruto poder, creen que el ciberespacio es un parapeto, como Quinta Avenida a la salida de la iglesia Santa Rita, donde la razón puede ser fácilmente neutralizada con hordas gritonas.

Las imágenes televisivas sobre los rebeldes en El Cairo les pasan por delante de la nariz, y nada, como si con ellos no fuera. A Mubarak, un dictador mucho menos antiguo y ciertamente menos torpe que ellos, le sale mal la táctica de lanzar contra el pueblo a sus huestes de apaleadores vestidos de civil. Pero nuestros caciques siguen apostando por esa variante irresponsable, fratricida y siniestra.

El mundo observa perplejo en estos días un video, filmado y echado a rodar no por el metonímico “enemigo”, sino desde sus propias filas de leales entrecomillados, donde queda expuesta, sin el menor escrúpulo, la fobia que les provoca Facebook y Twitter, así como la ridícula ignorancia que les impulsa a adaptar estos medios de libre expresión a su cavernario sistema de palo y pedrada.

Sería para desmollejarse de la risa, si la estupefacción no nos congelara las quijadas.

Pero como no hay mal que por bien no venga, algo bueno enseñan los caciques con su mala nueva, y es que las rebeliones populares que tienen lugar hoy en varios países árabes, los están llevando de la preocupación al franco pavor.

A nadie entonces debiera sorprender que la divulgación de ese video, justo en los días que corren, tenga muy poco de accidente, menos de casual y sí mucho de táctica marrullera, destinada a preparar el terreno para que nuestros caciques pongan el parche antes de que salga el hueco, declarándose invadidos por el enemigo imperial, quien ahora utiliza como armas a Facebook y Twitter.

Esto justificaría ante sus cómplices internacionales la absurda pretensión de extender los mítines de repudio al ciberespacio, el cual, afortunadamente, sobrepasa los límites de Marianao o de Alamar. De modo que no es propicio para los criterios impuestos sino para la exposición de criterios, mejor recibidos mientras más inteligentemente se acerquen a la verdad. Así que pobrecitos sus ciberesbirros.
 

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