viernes, 11 de febrero de 2011

¿Terrorismo en Cuba? Una nota del Fantasma sobre una noticia.

La noticia dada por la AP es esta:

Salvadoreño preso en Cuba recibió mensaje de Castro

The Associated Press


LA HABANA -- Un salvadoreño que pasó años en el corredor de la muerte condenado por poner bombas en hoteles de Cuba recibió un mensaje del entonces mandatario Fidel Castro de manos del actual presidente de El Salvador tranquilizándolo y asegurándole que la sentencia no se ejecutaría en lo inmediato.

Terrorista Ernesto Cruz León
Ernesto Cruz León, condenado a pena de muerte en 1999 por terrorismo, aseguró durante una entrevista con Associated Press que el actual gobernante de su país, en ese entonces periodista le dio un mensaje verbal de tranquilidad.


"En el año 2000 vino Funes, ahora presidente de mi país, el único periodista de mi país al que se le permitió venir, se la autorizó Fidel Castro", dijo Cruz León.

Funes recompuso las relaciones con la isla al asumir la presidencia en 2009 y regresó a la isla en visita oficial en octubre de 2010.

Mientras la condena de Cruz León y la de otro salvadoreño sentenciado también a la pena máxima por la misma causa, Otto René Rodríguez fue conmutada por una de 30 años de cárcel.


¿Saben qué? No puedo evitar la suspicacia. Como no pude hacerlo cuando detuvieron al terrorista salvadoreño. No dudo que el infeliz haya puesto los artefactos explosivos en varios hoteles en Cuba, no niego que es un vil mercenario actuando por dinero; no dudo que haya sido contratado por un cubano para ejecutar la siniestra acción; mi duda está precisamente en la identidad de ese cubano o la de la organización que se movía detrás de ese cubano.

Veamos, primero se dijo que el terrorista había declarado que fue contactado en un garaje o un parqueo por un cubano que cubría su cabeza con una gorra a quien identificó como Luis Zúñiga de la Fundación Nacional Cubano Americana, más tarde se comenzó a propalar que quien le contratara fue nada más y nada menos que Posada Carriles. Por fin ¿quién? ¿Posada o Zúñiga?, o tal vez ninguno de los dos.

En el juicio del salvadoreño apareció un ciudadano guatemalteco de nombre Percy Francisco Alvarado Godoy que dijo haber estado infiltrado en la Fundación Nacional Cubano Americana como su “agente 44” pero para la Seguridad del Estado como el “Agente Fraile”; actuando como ”testigo” aseguró que Francisco, Pepe, Hernández le dio  “instrucciones de tipo operativo”. Aseguró que la última misión que le encomendara la Fundación habría sido la colocación de dos bombas en Cuba una de ellas en el Cabaret Tropicana “entre el primero y el segundo show, el momento de más afluencia de personas” por lo que recibiría 20 mil dólares por cada una que estallara y como no lo realizó fue separado de la nómina de la organización anti castrista. Señaló además “que en el banquillo de los acusados, junto al solitario terrorista debían de estar Francisco José Hernández Calvo, Horacio García, Arnaldo Monzón, Luis Zúñiga Reyes, Alfredo Domingo Otero, Luis Posada Carriles y Gaspar Jiménez”.

Durante el juicio Raúl Cruz León leyó su declaración ante el tribunal que le juzgaba señalando que había sido contactado por Francisco Chávez Abarca. Una declaración escrita, muy bien redactada, que parece una declaración elaborada con el lenguaje propio de los “revolucionarios” cubanos y con el empleo de una frase propia de la jerga que ha impuesto la burocracia castrista en el hablar corriente de Cuba, cuando al referirse al entrenamiento que se le diera para la manipulación de los explosivos dijo que Chávez Abarca la había dado “un mínimo técnico de cómo elaborar los explosivos”. ¡Un mínimo técnico!

Algo más: ¿No parece extraño que Fidel Castro, precisamente Fidel Castro, le notificara a Cruz de León “un mensaje de tranquilidad” y luego durante un recurso de apelación de pena de muerte, se le conmutara esta por la privativa de libertad de 30 años?

¿Recurso de apelación de pena de muerte? ¿Existe algún precedente de apelación de pena de muerte en Cuba? ¿Por qué tanta magnanimidad en este caso?

Se aumenta mi suspicacia. Once años después de haber sido condenado a la pena de muerte se procede a condonarle esa sanción a un terrorista confeso y condenado. Recordemos el juicio seguido contra el general Arnaldo Ochoa. En junio de 1989 fue condenado a la pena de muerte y fusilado poco después en julio de ese mismo año. En 2003 se condenó a la pena de muerte a tres cubanos que secuestraron una embarcación con el propósito de emigrar a los Estados Unidos, fueron ejecutados 72 horas después de dictarse la sentencia. En ambos casos no había por medio una acusación de terrorismo.

Ahora Francisco Chávez Abarca declara durante las vistas del juicio que contra él se iniciara el 20 de diciembre de 2010, por actividad terrorista, reconoció su culpabilidad y le confesó al fiscal que había viajado a Cuba con explosivos escondidos “debajo de la plantilla” de sus zapatos; y que esos zapatos se los había comprado Posada Carriles. Aseguró además que el mismo Posada intervino para esconder con sus propias manos el C-4 en un televisor que transportaría Raúl Cruz León.

“A cambio de mi vida yo te declaro lo que tú quieras que diga”, parece ser esto lo que pasaba por la mente del acusado. Y Chávez Abarca no fue condenado a la pena de muerte. Salvó el pellejo.

Pregunto: ¿Cómo es posible que un hombre tan experimentado en acciones especiales como Posada Carriles haya podido confiar en dos ineptos terroristas como estos dos salvadoreños? Y no sólo esto ¿Cómo es posible mostrar su identidad a un mercenario como parece ser Chávez Abarca? No creo que Posada Carriles sea tan ingenuo y que desconociera que si, por alguna contingencia, fallara el plan, Chávez Abarca no le denunciaría. Se puede confiar en caso semejante con un fanático; pero nunca en un mercenario, en uno que no se siente motivado en contra de un determinado gobierno.

Los terroristas islámicos no utilizan mercenarios para sus actos. Ellos confían en el fanatismo de sus seguidores. El terrorismo pre castrista no se llevaba a cabo por mercenarios, eran los revolucionarios que creían en la grandeza de sus ideales para reventar bombas hasta en los baños de los cines y que soportarían las torturas sin confesar y sin delatar a sus líderes.

No puedo evitar la suspicacia. Ella me lleva a pensar que otros, con interese especiales, con interese políticos, con interés de la propaganda son los que se ocultan, los que están detrás de los actos terroristas de 1997, actos que no tenían un efecto de terror colectivo sino para hacer ruido y que finalmente se interrumpieron cuando accidentalmente, en el último acto, le costara la vida a un turista italiano en el Bar del Lobby del Hotel "Copacabana".


Y un artículo a propósito del caso:


Las razones de Chávez Abarca.

Alfredo Tarre Vivas. Martes, 26 de octubre de 2010

Blog de ALEJANDRO TARRE

Cualquiera que haya venido siguiendo el caso del “terrorista” Chávez Abarca, tiene que haber sentido más de una vez una especie de divertida indignación. La indignación no es difícil de explicar: hay un hombre preso que todo el mundo sabe que es inocente de los cargos que se le acusa. Me refiero, obviamente, a Alejandro Peña Esclusa. La diversión no es tan obvia. Viene de la mediocridad del circo que se ha montado, de la transparencia de la farsa, de la manifiesta estupidez. Estoy seguro de que más de uno debe haber pensado: “¿Esto es lo mejor que pudo hacer la inteligencia cubana? ¿Esto es lo que queda del aparato propagandístico de Stalin?”
Francisco Chávez Abarca

Ya Alejandro Tarre escribió un texto citando una serie de incongruencias que pudimos ver todos en la versión bolivariana del show. Las risibles imágenes de las cámaras de seguridad en el aeropuerto en las que Chávez Abarca posaba para el gran público, la farsa del interrogatorio en la que el peligrosísimo terrorista chocaba cinco con los funcionarios a los que había venido a matar, el insignificante detalle de que se va de Maiquetía en una avioneta de hélice y llega a La Habana en un jet, etc. Pero Alejandro se quedó corto. Se lo dije en su momento y me ignoró.

Por ejemplo, el Granma, la voz oficial del castrismo, no publicó en ningún momento que el “terrorista” había sido extraditado. Hablaron de la captura, pero hasta hace dos semanas, guardaron silencio acerca del traslado del prisionero a la isla. Los invito a revisar los archivos del diario. Otra cosa: a pesar de que el supuesto inculpado, Peña Esclusa, se enteró días antes de la captura de su “complice,” no se le ocurrió mejor cosa que esconder los explosivo en el cuarto de su hija, seguro que ahí nadie iba a revisar.

Además, existía supuestamente una orden de captura emitida por Interpol. Yo busqué en todas las páginas de dicha agencia, mundiales y regionales, y Chávez Abarca no aparece por ninguna parte ni como buscado ni en la sección de noticias en las que se le notifica al mundo qué fugitivos han sido capturados. No sólo eso, todo el que haya visto las imágenes de la extradición habrá notado que la agencia brilló por su ausencia. Si vemos imágenes de otros traslados de prisioneros en los que Interpol tuvo algo que ver, veremos que los prisioneros llevan un chaleco con las muy visibles siglas: INTERPOL. Chávez Abarca sale de Maiquetía disfrazado de soldadito de Lego, escoltado por unos cuantos G.I. Joe venezolanos o cubanos… Difícil distinguir.

Pero mi parte preferida de esta versión low budget de lo que sería la producción cubana es cuando el ministro del Interior, haciendo de maestro de ceremonias,  da inicio al espectáculo desde un podio en el medio de la pista en Maiquetía, con estas palabras: “Bien, entonces vamos a dar inicio al acto de deportación del terrorista Francisco Chávez Abarca. Adelante.” Acto seguido, la cámara gira a la derecha y comienza el desfile.

¿Pudo alguien pensar que esto iba a calar?

Hace unas semanas Cuba nos regaló la segunda mitad de la película y se llama “Las razones de Cuba.” Es un documental al estilo de (se me) “Ocurrió Así”. Lo recomiendo fervorosamente. No tiene desperdicio. El que no rompió en carcajadas con la mitad venezolana, no podrá aguantarse con la mitad isleña. En el contexto típico de satanización del imperio yanqui al que todos los venezolanos estamos acostumbrados, vemos a un Chávez Abarca sereno, sentado en lo que parece ser una oficina, sin esposas, con ropa limpia y una expresión constante del más sincero arrepentimiento. Cuenta detalladamente cómo realizó los atentados, de quién recibió las órdenes, cómo entró en contacto con los cabecillas, demuestra ser un erudito sobre el exilio cubano en Miami (su historia, sus nexos, sus métodos, precios, conflictos internos, etc. Curiosamente, sus datos no contradicen jamás la versión oficial de la dictadura de Castro) y, para deleite de los espectadores, lo vemos volver al lugar de los hechos y actuar como si estuviera poniendo las bombas otra vez. No estoy jodiendo, es así. ¿Se imaginan que los gringos agarren finalmente a Bin Laden y la CIA nos prepare un reality show como éste con el jefe de Al Qaeda? Qué grande…

En fin, vemos al “panzón” colocar los explosivos en el baño del Melia, lo vemos caminar por los jardines de otro hotel en el que colocó una de las bombas que no explotó, vemos a niños jugando con la bomba de juguete como supuestamente lo hicieron cuando ocurrieron los hechos en 1997. Todo muy cargado de emoción, de suspenso, pero sobre todo, de la más grotesca cursilería. No queda rastro del “terrorista” interrogado en Venezuela, el que decía con orgullo que le iban a pagar lo que él quisiera. Es más, en un momento particularmente emocional, Chávez Abarca revela que los criminales que lo contrataron le pagaban unos dosmil dólares por bomba que explotara. ¡Dos mil! Este hombre, según todas las fuentes, tenía una red de robo de vehículos. ¿Debemos creer que le iba tan mal que sin tener ninguna convicción ideológica se iba a volver terrorista, que iba a arriesgar su vida por unos miseros dosmil dólares?

El momento clímax del documental es cuando de la nada al escritor del guión se le ocurrió meter el tema del dengue en Centro América. Aunque le he dado vueltas al asunto, no puedo ver cómo llegó ahí ni cómo no pudo pensar en otra cosa. La intención es clara, quieren mostrar el lado humano del “asesino” y una vez más insistir en el sobrenatural talento de los galenos cubanos. Resulta que la hija menor de Chávez Abarca se enferma de dengue… bañado en lágrimas -y aclaro que no es una metáfora, pues no tiene un punto seco en la cara- el “terrorista” nos relata como fue una médico cubana la que le salvó la vida a la niña. “Una cubana” exclama, viendo al cielo como pidiéndole excusas al Señor.

La intención de los cubanos parece clara. Chávez Abarca no fue sólo un instrumento de Chávez para encerrar a Peña Esclusa, es también el “testigo estrella” contra el terrorista Posada Carriles. ¿Creen los cubanos que lo que no lograron con buenos argumentos (el hombre fue juzgado culpable por volar un avión con 74 personas adentro) lo van a lograr con este mediocre reality show? La senilidad del castrismo es evidente.

Ya terminada esta nota, el destino nos regala una post data. El gobierno de Venezuela le parece absurdo darle importancia a la confesión de dos etarras en España. No se le debe dar credibilidad a lo que declaran esos “asesinos,” es el argumento del gobierno. Entonces, ¿por qué está preso Peña Esclusa? ¿Por qué vamos a creer lo que dice ese otro “asesino,” Chávez Abarca, en sus confesiones? Del gobierno venezolano hace años que no se debe esperar ni coherencia ni rasgos de inteligencia. Sólo nos queda reir y llorar.

Y recordar que, por esta farsa, un hombre inocente está preso.
 


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