Ya no da más el cinismo de Fidel Castro. Ahora rompe lanza a favor de su amigote Gadafi. Ataca a Estados Unidos como causante de la crisis que solo el tirano libio ha provocado, con su desprecio por la dignidad del pueblo libio, por su total falta de escrúpulos a la hora de reprimir a sus opositores, casi con el mismo odio que aplicó Fidel Castro contra sus opositores políticos.
Se preocupa por los altos costos de los cereales sin importarle que en Cuba su política mesiánica propició la ruina de los antes fértiles suelos cubanos, el descalabro de la industria azucarera y la incapacidad de la agricultura para satisfacer las necesidades alimentarias de los cubanos.
No dice nada del genocidio que está llevando a cabo en su país Muammar el Gadafi. Eso lo calla impúdica y cínicamente en su irresponsable reflexión de la última hornada.
Asegura que la OTAN, que por el momento nada tiene que ver con el conflicto libio, va a “tratar de sacarle el máximo provecho a los lamentables sucesos de Libia”. Y agrega a continuación saltando de una idea a otra: “Nadie sería capaz de saber en este momento lo que allí está ocurriendo. Todas las cifras y versiones, hasta las más inverosímiles, han sido divulgadas por el imperio a través de los medios masivos, sembrando el caos y la desinformación”.
No ha sido el “imperio” el que ha divulgado lo que pasa en el desdichado país norafricano. La prensa libre del mundo, que no es la basura de periodismo propagandístico que existe en Cuba, ha desplegado las noticias que se han producido en el mundo árabe. Las versiones dadas sobre lo que ocurre en Libia pueden ser “inverosímiles” pero no por una manipulación de la prensa, sino por lo inverosímil de la brutal represión que su aliado Gadafi ha desatado contra un pueblo puesto en pie reclamando su libertad, la misma que él Castro le ha negado a los cubanos. El caos lo ha generado el degradante régimen de Gadafi y la desinformación impidiendo que el periodismo internacional pueda reportar los sucesos desde el terreno.
“Es evidente que dentro de Libia se desarrolla una guerra civil”, asegura sin poder negar ese hecho palpable y se pregunta a continuación: “¿Por qué y cómo se desató la misma? ¿Quiénes pagarán las consecuencias?”
¿Es que no lo sabe, él que todo lo sabe, que todo lo conoce, que todo lo prevé? Las consecuencias las está pagando ahora el pueblo libio, dentro de poco, las consecuencias de la guerra civil que ya está presente en Libia la pagará el nepotista régimen de Gadafi y el mismo Gadafi con su propio cuello como deben pagar todos los tiranos por sus actos.
“Nada tendría de extraño la intervención militar en Libia” anota preocupadamente y es cierto, no se puede descontar esa valiosa intervención militar para detener el holocausto de un pueblo y para acabar con una dictadura que se ha caracterizado por sus métodos terroristas.
¡Ah! Para Castro, el usurpador mayor, el papel de Obama ante la crisis “es bastante complicado” y se hace dos preguntas: “¿Cuál será la reacción del mundo árabe y musulmán si la sangre en ese país se derrama en abundancia con esa aventura? ¿Detendrá una intervención de la OTAN en Libia la ola revolucionaria desatada en Egipto?”
Hay que ser macabramente cínico para hablar del derramamiento de sangre que se derramaría en Libia como consecuencia de una intervención militar por parte de la ONU o de la OTAN. La sangre ya se está derramando en Libia, la han hecho derramar las fuerzas militares leales a Gadafi y los mercenarios que les paga para sostenerse en el poder.
El sabe perfectamente que los Estados Unidos no han movido un dedo para detener “la ola revolucionaria” que se desató en Egipto y en cambio le retiró todo su apoyo al gobierno de Mubarak.
Y en un alarde de colosal cinismo concluye el senil caudillo del izquierdismo bananero afirmando que nadie “en el mundo estará nunca de acuerdo con la muerte de civiles indefensos en Libia o cualquier otra parte’. En ese “nadie” no puede incluirse quien saludó la invasión soviética en Checoslovaquia que provocó la muerte de numerosos civiles en ese país. Quizá no esté de acuerdo con la muerte de civiles, lo que sinceramente dudo, pero en definitiva no condena la muerte de civiles, no levanta su voz contra los desmanes de Gadafi y todo lo contrario, su gobierno, o el de su hermanito, que para el caso es lo mismo, rechaza que se expulse como violador de los derechos humanos al régimen de Trípoli de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos.
Castro ha perdido el sentido de sus palabras. No ha medido el alcance de sus reflexiones, de la pérdida de credibilidad política que puedan acarrearle al carcomido sistema de gobierno por él impuesto. El mundo tomará nota de su cinismo.
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