miércoles, 14 de junio de 2017

El atroz asesinato de LEOMAR LANDER (17 años)

Héctor Silva Michelena



El crimen ocurrió en la Avenida Libertador, se desplomó con la noche. Cayó con el pecho rajado en canal, como si fuese una res que sale del matadero. No. No era una res y él no salía del matadero. Tenía 17 años y había nacido en Guarenas. Fue una granada disparada a quemarropa por alguno de los criminales que integran la Guardia Nacional. Lo llamaban “el guerrero” pues siempre estaba en las primeras filas de las manifestaciones opositoras. El joven fue retratado en varias ocasiones participando en las protestas en contra del gobierno. Neomar repetía:



Yo solo tengo 17 años, yo no estoy estudiando ahorita porque yo sinceramente me voy del país por cuestión de mi futuro, pero yo realmente no me quiero ir de Venezuela, este es mi país, yo nací aquí y estoy luchando por él”, por la libertad. El fotógrafo Isaac Paniza retrató al joven en varias ocasiones y en la noche de este miércoles, se encargó de publicar las fotografías en su cuenta en Instagram. “Que Dios te tenga en su gloria, muchacho. Que la fotografía sirva para inmortalizar tu gallardía. Que Dios derrame bendiciones sobre nuestros jóvenes y les brinde sabiduría en gran manera”, comentó Paniza en una de las fotos que muestra la mirada sonriente de Neomar. Y fue inmortalizado por los lentes de los reporteros heroicos que documentan esta crueldad, este y todos los crímenes de lesa humanidad que sufrimos a diario.



Yorman Ortiz, amigo cercano de Neomar Lander, aseguró que no era guarimbero y mostró su carnet de estudiante luego de recibir la dolorosa noticia. "Yo soy estudiante, yo no soy ningún guarimbero como ellos nos califican. Soy estudiante de actuación y salgo por un mejor país", había expresado Ortiz en un video publicado por Caraota Digital. Con gran inteligencia, su amigo condenó las muertes de los ciudadanos venezolanos. Y sentenció: “Aquí las únicas neveras que están llenas son las neveras de la morgue. No puede ser justo que esta generación no pueda disfrutar de una Venezuela donde exista progreso y nuevas oportunidades; por eso salimos a marchar”. Alguien dijo de él: tú eres el motivo que enciende muchas velas.

Mauro Arellano, tío del joven, aseguró que él y su familia seguirán en las calles exigiendo un país mejor, aunque eso le traiga consecuencias, para que la muerte de su sobrino no sea en vano. Indignado, expresó: “Basta ya, hago un llamado a cara pelada para que si así lo quieren me busque el Sebin o me busque quién sea. Hoy lo mataron a él y mañana me irán a matar a mí también, pero no crean que voy a dejar de protestar porque voy a seguir luchando por que el país salga de donde está”. Pero el Mal estiró su lengua: Padrino López, cometiendo, “No quiero ver a un GNB cometiendo una atrocidad en la calle” (6 de julio). Un día después, el jefe de la matanza, el cruel comandante Benavides, GNB, decía que perseguiría a los opositores hasta debajo de las piedras. Fue felicitado por el sanguinario Diosdado Cabello. Y culpó a la “derecha”. ¿Es que no sabes otra cosa, capitán del odio?

Yo deposito en tu tumba esta ofrenda Neomar: ¡Asesinato! Puedo recordar el lejano valle, sus hediondos puentes de hierro. En una oscura nube de polvo, pálida. Por desgracia asesinado. Ella gritó: no podemos perder este recuerdo en ninguna parte. Cómo la gente se asoma al fondo de la calle. Recuerdo la oscuridad del barro. Ellos los gases, los disparos. Sueño con la mujer en su nube de polvo. ¡Asesinato! Rasgando mi corazón abierto. Me resulta difícil vivir en el mundo, escuchando ese grito, duro: aún no estoy acostumbrada a los dioses humanos. He visto a veces, y lo deploro, como ustedes los adoran. Desprecio imperceptible de un espíritu. Ver a un compatriota en su negocio represivo. Me aterra adivinar su muerte, endurecerse sobre su cara y sus rasgos. No soy lo suficientemente fuerte, cierro mis dientes, permanezco en silencio. ¡Asesinato! Es lo que grito.

Y ahora, la oración de lucha del poeta Osorio Canales: “Sí, habrá que tomar la espada y combatir. No importa si la sangre ya no alcanza para regar las flores y las arenas del mar que tanto amamos. Para enfrentar el parque militar y la sevicia, las armas que tenemos no van más allá de las palabras, si acaso una manera franca de mirar los ojos, un sueño de país que no se cumple, una sed de justicia que no se apaga, y el empeño de sembrar en el campo de batalla nuestros huesos. Nuestra esperanza y la canción de amor que siempre llevamos en el corazón”.

Recuerdo a Camus en La Peste. A lo largo de 70 días, los prisioneros de la peste debatían. Alguien llegó a imaginar que ellos eran todavía hombres libres. Que podían elegir. Pero no se daban cuenta de que, en estos días, la peste oliva encapotaba el cielo. Que ya no habría albedrío individual sino lucha unitiva, fraternal. Peor era el exilio. Si la muerte está en la calle, en el calabozo, oremos con Baudelaire: ¡Oh, Muerte! Vieja capitana ya es la hora. ¡Levemos ancla! Este país nos hastía, oh Muerte. ¡Zarpemos! Si el cielo y el mar están negros como la tinta, ¡nuestros corazones, que tú conoces, están llenos de rayos! ¡Danos tu veneno que él nos reconforta! Tanto nos quema su fuego el cerebro, que deseamos hundirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo ¿qué importa? ¡Hasta el fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo!

Ya al visitar El Cercado, donde yacen tus huesos, Julius Fucik te dirá: “Amaba a la vida y por su belleza marché al campo de batalla. Hombres os he amado. Fui feliz cuando correspondíais a mi cariño y sufrí cuando no me comprendíais. Que me perdonen aquellos a quienes causé daños. Que me olviden aquellos a quienes procuré alegrías. Que la tristeza jamás se una a mi nombre. Es mi testamento para vosotros, padre, madre y hermanos míos. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de la tristeza”.


Julius Fucik fue ejecutado en Praga por los nazis, en el verano de 1943. Su Reportaje al pie de la horca, sacado hoja por hoja de la cárcel, fue publicado en 1945. Luchaba contra el fascismo.

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