Héctor Silva Michelena
El
crimen ocurrió en la Avenida Libertador, se desplomó con la noche. Cayó con el
pecho rajado en canal, como si fuese una res que sale del matadero. No. No era
una res y él no salía del matadero. Tenía 17 años y había nacido en Guarenas.
Fue una granada disparada a quemarropa por alguno de los criminales que
integran la Guardia Nacional. Lo llamaban “el guerrero” pues siempre estaba en
las primeras filas de las manifestaciones opositoras. El joven fue retratado en
varias ocasiones participando en las protestas en contra del gobierno. Neomar
repetía:
“Yo solo tengo 17 años, yo no estoy
estudiando ahorita porque yo sinceramente me voy del país por cuestión de mi
futuro, pero yo realmente no me quiero ir de Venezuela, este es mi país, yo
nací aquí y estoy luchando por él”, por la libertad. El fotógrafo Isaac
Paniza retrató al joven en varias ocasiones y en la noche de este miércoles, se
encargó de publicar las fotografías en su cuenta en Instagram. “Que Dios te tenga en su gloria, muchacho.
Que la fotografía sirva para inmortalizar tu gallardía. Que Dios derrame
bendiciones sobre nuestros jóvenes y les brinde sabiduría en gran manera”,
comentó Paniza en una de las fotos que muestra la mirada sonriente de Neomar. Y
fue inmortalizado por los lentes de los reporteros heroicos que documentan esta
crueldad, este y todos los crímenes de lesa humanidad que sufrimos a diario.
Yorman
Ortiz, amigo cercano de Neomar Lander, aseguró que no era guarimbero y mostró
su carnet de estudiante luego de recibir la dolorosa noticia. "Yo soy estudiante, yo no soy ningún guarimbero
como ellos nos califican. Soy estudiante de actuación y salgo por un mejor país",
había expresado Ortiz en un video publicado por Caraota Digital. Con gran
inteligencia, su amigo condenó las muertes de los ciudadanos venezolanos. Y
sentenció: “Aquí las únicas neveras que
están llenas son las neveras de la morgue. No puede ser justo que esta
generación no pueda disfrutar de una Venezuela donde exista progreso y nuevas
oportunidades; por eso salimos a marchar”. Alguien dijo de él: tú eres el
motivo que enciende muchas velas.
Mauro
Arellano, tío del joven, aseguró que él y su familia seguirán en las calles
exigiendo un país mejor, aunque eso le traiga consecuencias, para que la muerte
de su sobrino no sea en vano. Indignado, expresó: “Basta ya, hago un llamado a cara pelada para que si así lo quieren me
busque el Sebin o me busque quién sea. Hoy lo mataron a él y mañana me irán a
matar a mí también, pero no crean que voy a dejar de protestar porque voy a
seguir luchando por que el país salga de donde está”. Pero el Mal estiró su
lengua: Padrino López, cometiendo, “No quiero ver a un GNB cometiendo una
atrocidad en la calle” (6 de julio). Un día después, el jefe de la matanza, el
cruel comandante Benavides, GNB, decía que perseguiría a los opositores hasta
debajo de las piedras. Fue felicitado por el sanguinario Diosdado Cabello. Y
culpó a la “derecha”. ¿Es que no sabes otra cosa, capitán del odio?
Yo
deposito en tu tumba esta ofrenda Neomar: ¡Asesinato! Puedo recordar el lejano
valle, sus hediondos puentes de hierro. En una oscura nube de polvo, pálida.
Por desgracia asesinado. Ella gritó: no podemos perder este recuerdo en ninguna
parte. Cómo la gente se asoma al fondo de la calle. Recuerdo la oscuridad del
barro. Ellos los gases, los disparos. Sueño con la mujer en su nube de polvo.
¡Asesinato! Rasgando mi corazón abierto. Me resulta difícil vivir en el mundo,
escuchando ese grito, duro: aún no estoy acostumbrada a los dioses humanos. He
visto a veces, y lo deploro, como ustedes los adoran. Desprecio imperceptible
de un espíritu. Ver a un compatriota en su negocio represivo. Me aterra
adivinar su muerte, endurecerse sobre su cara y sus rasgos. No soy lo
suficientemente fuerte, cierro mis dientes, permanezco en silencio. ¡Asesinato!
Es lo que grito.
Y
ahora, la oración de lucha del poeta Osorio Canales: “Sí, habrá que tomar la espada y combatir. No importa si la sangre ya no
alcanza para regar las flores y las arenas del mar que tanto amamos. Para
enfrentar el parque militar y la sevicia, las armas que tenemos no van más allá
de las palabras, si acaso una manera franca de mirar los ojos, un sueño de país
que no se cumple, una sed de justicia que no se apaga, y el empeño de sembrar
en el campo de batalla nuestros huesos. Nuestra esperanza y la canción de amor
que siempre llevamos en el corazón”.
Recuerdo
a Camus en La Peste. A lo largo de 70
días, los prisioneros de la peste debatían. Alguien llegó a imaginar que ellos
eran todavía hombres libres. Que podían elegir. Pero no se daban cuenta de que,
en estos días, la peste oliva encapotaba el cielo. Que ya no habría albedrío
individual sino lucha unitiva, fraternal. Peor era el exilio. Si la muerte está
en la calle, en el calabozo, oremos con Baudelaire: ¡Oh, Muerte! Vieja capitana
ya es la hora. ¡Levemos ancla! Este país nos hastía, oh Muerte. ¡Zarpemos! Si
el cielo y el mar están negros como la tinta, ¡nuestros corazones, que tú
conoces, están llenos de rayos! ¡Danos tu veneno que él nos reconforta! Tanto
nos quema su fuego el cerebro, que deseamos hundirnos en el fondo del abismo,
Infierno o Cielo ¿qué importa? ¡Hasta el fondo de lo desconocido para encontrar
lo nuevo!
Ya
al visitar El Cercado, donde yacen
tus huesos, Julius Fucik te dirá: “Amaba a la vida y por su belleza marché al
campo de batalla. Hombres os he amado. Fui feliz cuando correspondíais a mi
cariño y sufrí cuando no me comprendíais. Que me perdonen aquellos a quienes
causé daños. Que me olviden aquellos a quienes procuré alegrías. Que la
tristeza jamás se una a mi nombre. Es mi testamento para vosotros, padre, madre
y hermanos míos. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de
la tristeza”.
Julius
Fucik fue ejecutado en Praga por los nazis, en el verano de 1943. Su Reportaje
al pie de la horca, sacado hoja por hoja de la cárcel, fue publicado en 1945.
Luchaba contra el fascismo.
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