Las desenfadadas chicas europeas sin
ajustadores impresionaron a más de uno. La colorida ropa, los pelos largos y
los zapatos tenis de los recién llegados, contrastaban con la estética
lastimera de las vestimentas socialistas de los cubanos.
Camilo
Ernesto Olivera Peidro. CUBANET
El
28 de julio de 1978, Cuba estaba
sacudiéndose la resaca de los duros años posteriores al fracaso de la Zafra del
70. La sombra gris del Congreso de Educación y Cultura de 1971, seguía
gravitando sobre la isla. El influjo de Europa del Este y el eje soviético vía CAME,
se respiraba, y se comía.
La
Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) la dirigía Luis Orlando Domínguez, quien diez
años después, en 1987, se enredó en un sonado escándalo de corrupción. El
tenebroso Blas Roca había contribuido a bordar la nueva Constitución en 1976;
una Carta Magna, hecha a la medida de Fidel Castro y su camarilla. Las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR) enviaban hombres y armas a la República de
Angola, disfrazados, ocultos, en barcos de la marina mercante. Los gobiernos de
Cuba y Estados Unidos habían establecido, en 1977, oficinas consulares en La
Habana y Washington, respectivamente. Los vuelos de “La Comunidad” arribaban y
el recién estrenado Hotel Tritón era el hospedaje impuesto por el gobierno a
los visitantes, aunque les sobraran familiares en la isla ansiosos de
albergarlos. Los cubanos emigrados que llegaban
a ver a sus familiares tenían que lidiar con los desmanes de una aduana
local corrupta, cuyos “perros de presa”
decomisaban y extorsionaban de manera impune. Las regulaciones aduanales
de 1979, les dieron una patente de
corso.
En
medio de este panorama, en esos días finales de julio de 1978, la capital
cubana recibió a más de 18 mil jóvenes provenientes de una veintena de países.
El dolor de cabeza número uno para los genízaros de la policía política, eran
los chicos provenientes de países del occidente capitalista. Para ellos se
montó un gran show, al estilo Potemkin. Los barrios a donde llevaron esas delegaciones, fueron elegidos y
estudiados con un detenimiento milimétrico.
En
meses previos, redadas policiales
sacudieron a varias zonas de La Habana. El gobierno ordenó “esconder la basura
debajo de la alfombra”. Los guías y acompañantes cubanos de los jóvenes
delegados al evento, paraban la oreja respondiendo a órdenes estrictas del G-2.
Sin embargo, todo era asombro y desconcierto entre los adolescentes cubanos de
entonces. Las desenfadadas chicas europeas sin ajustadores impresionaron a más
de uno. La colorida ropa, los pelos largos y los zapatos tenis de los recién
llegados, contrastaban con la estética lastimera de las vestimentas socialistas
de los cubanos. El discriminado rockero
o “pepillo” del barrio, resultaba ser el que mejor conectaba con los invitados.
Mientras tanto, algunas agrupaciones de rock, provenientes de países
socialistas, actuaban en la céntrica esquina de G y 23. Por esos días salía al
aire, en el canal seis de la TV nacional, el programa Para Bailar. Un grupo de
muchachos y muchachas muy jóvenes animaban la emisión. Todavía se recuerdan el
carisma de Salvador Blanco, la picante sensualidad de Caridad Ravelo, la
inolvidable belleza de Lily Rentería…y por ahí andaban también debutando Néstor
Jiménez, Mara Roque, Albertico Pujol.
“Seremos mil gaviotas, más, que vuelan sobre
el mar”, decía una estrofa de la canción titulada En busca de una nueva
flor, tema de aquel XI Festival Mundial
de la Juventud y los Estudiantes. La cantaba Argelia Fragoso y la había
compuesto Mike Porcel. Nadie podía imaginar que esa frase resultaría premonitoria. Dos años después, las
“gaviotas” fueron los 125 mil cubanos que huyeron por el puerto de Mariel en
busca de un mejor futuro, y en el 89, el mismo Mike Porcel, sometido al
ostracismo desde 1980, también escaparía de la isla.
Casi
dos décadas después, en 1997, la megalomanía de Fidel Castro trajo de regreso a
la isla el Festival de la Juventud y los Estudiantes. Esta vez, al igual que en
1978, el día de la inauguración fue el
28 de julio. Pero Cuba ya no era la misma. El mundo tampoco, ya no había Unión
Soviética, ni CAME., ni comunismo en Occidente. La puesta en escena del régimen
cubano tenía otros decorados y buscaba aupar el turismo que aportara los
dólares que los rusos habían dejado de enviar. En ese momento, la presidenta de
la UJC era Victoria Velázquez, una
muchacha de voluminosas caderas, a quien no ayudaron a amortiguar su
estrepitosa caída. Poco después del Festival, era destituida por corrupción;
esto ocurría a diez años de la defenestración de Luis Orlando Domínguez,
supuestamente por el mismo motivo.
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