Obligado
a lamerse las heridas, Zelaya ha entendido que Lobo lo arrinconará
denunciándole sus errores, sus irrespetos a la ley y sus actos de traición a la Patria, cometidos en nombre de
unos derechos que perdió en el momento en que irrespetó la ley.
Juan Ramón Martínez. LA TRIBUNA
El Presidente Lobo, sin comprometer su
alta investidura, ha entrado en la cancha política, apoyando al candidato del
Partido Nacional; y enfilando sus baterías acusatorias en contra del gobierno del
expresidente Zelaya. Como un experimentado estratega, ha escogido el tiempo y
el espacio adecuado para atacar a una gestión que muchos han olvidado, que fue
una de las más irregulares que ha sufrido el país. No ha escondido el hecho,
que tuvo que enfrentar dificultades innombrables, ocasionadas por unos
burócratas dirigidos por Zelaya que, al
frente de sus responsabilidades irrespetaron la ley, menospreciaron a las
nuevas generaciones, ofendieron a los pobres; y llenaron de lodo el nombre de
Honduras y de los hondureños, en todos los estratos internacionales que les
oyeron.
Lobo no se ha andado por las orillas.
Ha entrado de frente, atacando en forma directa a un régimen que,
afortunadamente para el candidato Villeda Bermúdez, no tiene mucho que ver con
el Partido Liberal. Excepto la culpa de los que creyeron que era uno de los
suyos, que honraría las tradiciones de Zúñiga Huete, Villeda Morales, Rodas
Alvarado y Carlos Flores; por lo que le dieron su voto y su apoyo, para ocupar
el cargo más alto que un hondureño digno puede aspirar. Lobo ha dicho que encontró el gobierno destrozado,
aislado internacionalmente, víctima de la agresión de parte de una burocracia
que se imaginaba ilimitada; y por consiguiente, exenta de la obligación de
cumplir con la ley. Lobo se queja, con justa razón, de los tragos amargos que
le tocó pasar, cuando Zelaya y sus amigos, “socialistas retrasados del siglo
XIX”, orquestaron una campaña para que la ciudadanía no saliera a votar por
ninguno de los candidatos; y especialmente por Elvin Santos Ordoñez a quien,
quería, por todos los medios impedirle llegar a la Presidencia de la República.
Se cerraron los créditos para el país. Muchos nos negaron el derecho a escuchar
la versión de lo que había ocurrido; y no fueron pocos los que consiguieron
recursos para intranquilizar al país. La paciencia de Lobo Sosa, su habilidad
para reír aunque anduviera con el alma destrozada; y la voluntad de los
hondureños que rechazaban en silencio el irrespeto a que sometieron la
Constitución de la República; y la intranquilidad que provocaron con una
conducta política irresponsable, al usar la calle para comprometer la
existencia de la República que nos heredaron los mayores.
Algunos escritores, le reclamaron
desde el principio a Lobo Sosa que le explicara al pueblo, en qué condiciones
había recibido el país. El Presidente de la República se opuso. En su
estrategia de sacar la ciudadanía de la efervescencia creada por Zelaya, auto
convirtiéndose en un “demócrata” que había sido víctima de un golpe de Estado
militar, Lobo no quiso darle nuevas oportunidades. Le dio cuerda, como hacen
los buenos pescadores. Lo sacó de la ratonera de la embajada de Brasil, le
permitió regresar al país, perdonándole sus delitos; e incluso, dio la
impresión que le imitaba en la “borrachera chavista”; y que le permitiría a los
seguidores del defenestrado más moderados, participar en el gobierno. Cuando
algunos quisieron acusar a los abusadores de los recursos públicos, Lobo los
tranquilizó, invocando razones de unidad nacional. Zelaya, un amateur en la alta política, cayó en la trampa. Y entró
por el aro. Comió en la mano de Lobo. Y abandonando sus intransigencias, aceptó volver al ruedo electoral, usando las
reglas burguesas que ha jurado que eliminará definitivamente. Incluso, se
sintió tan seguro que había engañado a Lobo Sosa, que lo atacó frontalmente,
seguro que este había perdido sus fuerzas; y que no tenía voluntad para
responderle siquiera.
Ahora, obligado a lamerse las heridas,
Zelaya ha entendido que Lobo lo arrinconará denunciándole sus errores, sus
irrespetos a la ley y sus actos de
traición a la Patria, cometidos en nombre de unos derechos que perdió en
el momento en que irrespetó la ley. Su finalidad es postrar a Libre, derrotando
a su candidata. Y alejar a los liberales de un candidato que les ha ofendido.
Le hace el trabajo que debía haber hecho hace un tiempo Villeda Bermúdez. El
riesgo es que, por proteger a JOH (Juan
Orlando Hernández), empuje a los liberales a las urnas; y estos, le ganen a los nacionalistas la
partida. Ese es el riesgo. Pero Lobo, sabe evitar daños colaterales. Porque
busca que el PN, gane las próximas elecciones.
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