La Venezuela del
"más vivo", vividora de la renta petrolera, solo produce desigualdad.
Rafael Alfonzo H. EL UNIVERSAL
Cuando se categoriza en forma
despectiva de "rico" a quien tiene bienes de fortuna y se le culpa de
la desigualdad social existente, se comete la misma injusticia que cuando se
generaliza calificando de "pobre" a quien carece de esos medios. A
los pobres se les convierte en víctimas necesarias y se les condena a ese
estado de por vida.
Pretender solucionar la pobreza con
bolsas de comida y dependencia del reparto proselitista, solo genera más
miseria y sometimiento del pueblo, al cual se le niega poder surgir y mejorar
su calidad de vida. Quitarle de forma compulsiva a quien más tiene para hacer
una supuesta "justicia social", no solo no evita las diferencias,
sino que en muchos casos impide la generación de oportunidades para quienes
quieren y pueden salir de la pobreza a través de su esfuerzo y destrezas.
Es verdad que hay personas millonarias
gracias a su falta de principios, a sus vínculos con la corrupción y a las
conexiones gubernamentales. Estas prácticas no solo las repudiamos, sino que
pedimos sean enjuiciadas. Estas actuaciones nada tienen que ver con quienes con
su sudor, esfuerzo y dedicación diaria, logran una mejor condición de vida
trabajando y generando empleos que dan prosperidad.
Numerosos ejemplos tenemos de
venezolanos tildados de "ricos", insensibles, malvados y mata pobres,
cuyo único pecado es producir y ayudar con su responsabilidad social y
conciencia a quienes no han tenido las mismas oportunidades. Esos venezolanos
han promovido, además de empleos y trabajos, ancianatos, centros educativos y
de salud, que han permitido a quienes los han aprovechado una salida de la
pobreza y una mejora notable de su calidad de vida.
Son muchos los casos de pobres que
asumieron el reto del esfuerzo diario y el trabajo, que han mejorado su nivel
de vida. Lamentablemente, son también muchos los que se han dejado ganar por la
envidia, no salen de la retórica revanchista y se mantienen atados a los lazos
de dependencia del Estado. Estos grupos permanecen anclados en la miseria.
Condenar al pobre a permanecer como
preso dentro del barrio de por vida es no sólo inhumano, sino también una
estrategia de dominación totalitaria inaceptable. ¿Por qué suponer o pretender
que el pobre no puede abandonar su condición y se le proponen solo salidas
populistas llenas de odio, que benefician a los jerarcas y vivos de siempre?
Lo importante es que se apliquen
medidas efectivas que logren superación y bienestar. Más justo es que se les
brinden igualdad de oportunidades que son las consecuencias de una educación y
una salud de calidad. Si a esto le añadimos libertad y permitimos una economía
de mercado basada en el esfuerzo individual, lograremos que cada día tengamos
más "ricos" y menos "pobres".
La culpa de la desigualdad social no
es la maldad y arrogancia de los “ricos”, sino la consecuencia de seguir
eligiendo gobiernos populistas que basan su acción en el rencor, la venganza,
el mercantilismo, los controles y el proselitismo político como criterio para
el reparto de la riqueza, en lugar de buscar incentivos al ingenio individual.
Todos esos vicios y prácticas malsanas generan altas tasas de inflación, que sí
matan a los pobres.
La Venezuela del "más vivo",
vividora de la renta petrolera, solo produce desigualdad. Esta visión
ideológica hay que superarla para pasar a una cultura liberal basada en el
trabajo, la competencia, la productividad, y que ─ como conclusión ─ permita
abandonar la perniciosa práctica de los "derechos adquiridos" que
todavía forman parte de la cultura colectiva existente.
Ser "rico" no es malo. Al
contrario, es la salida a la condición de “pobre” que, lamentablemente, los políticos
gobernantes han satanizado ante su incapacidad de lograr el éxito económico.
Seguir usando consignas izquierdistas es desconocer la realidad y nos pone muy
lejos de aquellos países que, a través de la libertad y la economía de mercado,
mejoran la calidad de vida y pasan a ser naciones de primer mundo, en lugar de
estancarse en la miseria.
Me pregunto cómo sería este país sin
ricos y solo con pobres. La respuesta es clara: veríamos a Venezuela convertida
en una Cuba, donde los únicos ricos serían los que tienen el poder y se jactan
de ser defensores de la justicia social.
Prefiero una Venezuela llena de ricos,
sin odios ni envidias, que día a día progresa y afinca su porvenir apegada a
una cultura liberal, donde la responsabilidad y la iniciativa individual
constituyan la base del éxito.
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