En realidad, más
vergonzoso no puede ser para los venezolanos contemplar cómo este par ancianos
dictadores caribeños (virtud de una entrega increíble de nuestra soberanía que
la historia no absolverá) escriben nuestro destino.
Francisco Suniaga. EL NACIONAL
La política venezolana es ahora más
comprensible si se analiza desde la óptica de las telenovelas que desde las
ciencias sociales. En verdad, más que ciudadanos, somos ahora espectadores de
un culebrón cubano que llega a sus capítulos finales. Los libretistas, Fidel y
Raúl Castro, visto el éxito de audiencia y los increíbles beneficios económicos
que a su régimen le reportó esta culebra de 14 años, preparan ya una nueva
temporada con un nuevo protagonista. Parece un chiste, pero no lo es. En
realidad, más vergonzoso no puede ser para los venezolanos contemplar cómo este
par ancianos dictadores caribeños (virtud de una entrega increíble de nuestra
soberanía que la historia no absolverá) escriben nuestro destino.
En las telenovelas hay, para comenzar,
un gran amor, más que amor, un frenesí como el del protagonista por Fidel
Castro y su régimen tiránico. Como quiera que quien más ama más da, el amor del
protagonista ha sido abnegado hasta la estupidez. Producto de esa desmesura
emocional, ha cedido a los Castro miles y miles de millones de dólares de la
herencia de todos los venezolanos. Por si fuese poco, le ha permitido a Castro
dirigir y supervisar la acción del Gobierno venezolano y participar
directamente en sus decisiones más importantes, incluso las relacionadas con la
defensa y seguridad de la nación.
En toda telenovela el protagonista
enferma, se queda ciego, paralítico o algo así para, luego, en los capítulos
finales, curarse gracias a un tratamiento médico novedoso o un milagro de amor.
En este punto y hasta allí, el guión fue ortodoxo: el protagonista
efectivamente enfermó, pero los libretistas cubanos cometieron el error de
someterlo a sus propios médicos y el resultado no pudo ser peor. En cuanto al
milagro de amor, los libretistas de Cuba no creen ni en uno ni en otro.
En las telenovelas es también norma
que los protagonistas quedan juntos y felices para siempre. Ese pareciera no
ser el caso de la telenovela cubana, pero nada toma por sorpresa a sus libretistas.
Ya han urdido un final como el de Elizabeth, una telenovela venezolana escrita
por Pilar Romero, con Caridad Canelón y Orlando Urdaneta como protagonistas,
que causó furor en los ochenta. La dama Elizabeth no pudo superar la leucemia
que padecía desde que era colegiala y con su desaparición violó una norma
sagrada de las culebras. Pero esa deficiencia se salvó con la escena final
imaginativa que logró consolar a la audiencia. Por si no la recuerdan: “Mi
vido”, Orlando Urdaneta (Juan David), abraza tiernamente, a la salida del
colegio, a la hija que “mi vida”, Caridad Canelón (Elizabeth), le parió antes
de desaparecer. “Mi vida”, difuminada, los mira sonriente, pero desde el cielo.
En Google no aparece el nombre de la
heredera de los protagonistas de la telenovela Elizabeth, pero el del culebrón
de los Castro no requiere tanta búsqueda, el nuevo protagonista es Nicolás
Maduro. Como se recordará, fue ungido en cadena nacional, en uno de esos
capítulos que en las telenovelas llaman culminantes. Como ya se ha visto en las
promociones trasmitidas desde el 10 de enero, esta nueva temporada con Maduro
en plan estelar promete ser de espanto y brinco.
Otra exigencia del género es que el
(nuevo) protagonista debe afrontar grandes dificultades a lo largo de la trama
para llegar a un final feliz. El mayor problema que tiene, curiosamente, emana
de él mismo. El muchacho de esta nueva temporada es un ñángara anacrónico e
iliterato, adscrito al ala civil del chavismo. Sus enemigos naturales son los
militares chavistas que, aunque comparten con él lo de anacrónicos e
iliteratos, no son ñángaras sino fascistas. Son unos villanos muy malos que
gracias al protagonista anterior se ganaron el Gordo de Navidad y no lo quieren
compartir con nadie. Los aliados naturales del novel protagonista son los
civiles del chavismo (que son más débiles vis a vis los villanos) y,
paradójicamente, la oposición. Pero esto último el protagonista no lo sabe (en
realidad el joven Maduro ignora muchas cosas) y considera a la oposición enemiga
a ultranza, la rechaza y hasta la persigue.
No obstante lo escrito, como ocurre en
todas las telenovelas, será el rating el que determine los acontecimientos de
esta última entrega cubana. Aunque el libreto inicial diga que el protagonista
es Nicolás Maduro, los libretistas de la isla bien pueden cambiar el curso de
la trama. Quién sabe si hasta terminen convirtiendo en protagonista principal a
un militar fascista, como hicieron los gringos en sus telenovelas de los
cuarenta y cincuenta. ¡Sorpresas te da la vida, asere!
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