Adolfo P. Salgueiro. EL UNIVERSAL
El hombre regresó. Mejor dicho: lo
trajeron. La presión nacional e internacional hizo bastante para que la
decisión no pudiera retrasarse. A lo mejor el deseo del paciente y la
conveniencia de los cubanos también pudieron ayudar.
El regreso al país de un jefe de
Estado cuyo pronóstico de salud es delicado (por decir lo menos) no sólo tiene
carácter privado que concierne al enfermo y sus allegados sino que es un hecho
de amplio interés público por las consecuencias políticas, institucionales,
emocionales, etc., que conlleva. Por tal razón es muy criticable que el
traslado se hubiese hecho en el sigilo de la noche, explotando políticamente el
elemento sorpresa y aprovechando de igual manera las muestras de amor en muchos
casos genuino de personas que mantienen un vínculo cuasi religioso con el
presidente Chávez.
A la hora de escribir estas líneas el
episodio sigue rodeado de misterio, no hay una foto ni un parte médico
profesional aunque sí abundan declaraciones políticas sobre la evolución de un
posoperatorio complicado que dan pie para que siga la proliferación de
"oncólogos de sobremesa" que desaparecerían instantáneamente si un
panel de especialistas diera un informe médico. Nada insólito: así se hizo con
el cáncer de laringe que afectó a Lula, con el que sufrió la Sra. Rousseff y
con el cáncer de tiroides (que no lo fue) de Cristina Kirchner. Es lo menos que
los pueblos merecen.
En cambio, lo que sí se resalta en el
monólogo oficial son frases que equiparan la lucha denodada del enfermo por
sobreponerse a su enfermedad con hazañas y batallas épicas de las que dieron
forma a la historia universal.
Pero lo más feo de todo es que en la
misma medida en que se hacen votos por la recuperación de la salud de Chávez se
emplea igual o más energía y tiempo en darle vuelta y vuelta al asunto de que
la oposición es maligna, que desea que el señor sufra bastante antes de
comparecer ante el Altísimo para el juicio definitivo.
Sea como fuere el regreso del
Presidente parecía ser una buena decisión tanto para él, para su parcialidad
política como también para quienes no acompañamos a la "revolución".
Para el "gobierno" podía
facilitar el tema de la juramentación como requisito para la investidura formal
del cargo de jefe del Estado que está sujeta a mucha polémica, falta de
credibilidad y sospecha pese a que formalmente existe una sentencia del TSJ ─ por mas insólita que sea ─ que confirma todas
estas novedades "ad hoc" del derecho inventadas para satisfacer una
necesidad política. La veloz disposición de la magistrada presidenta para tomar
el juramento a domicilio no había sido concretada a la hora de entregar estas
líneas. De allí en adelante se incrementará la gobernabilidad y la formalidad
jurídica (no la seguridad jurídica que ha sido destruida ya por la práctica).
A la oposición también le sirve para
que empiece a dejar de siempre embestir el trapo rojo que le pongan, ser
oposición en serio, designar su candidato, revisar su oferta y procurar llegar
a la gente en mayor proporción que en los procesos precedentes.
Dejemos la confrontación. Hagamos
patria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario