Alexis Alzuru. ULTIMAS NOTICIAS
La conexión entre el líder y el pueblo
no la decreta un Tribunal Supremo o un parlamento. Su fortaleza depende de su
popularidad. Incluso, el reconocimiento de un presidente electo depende del
valor que sus palabras, acciones y gestos adquieran para los votantes. En
sociedades democráticas, la admiración que suscitan los jefes de gobiernos
explica su permanencia en el poder.
Cuando pierden esa legitimidad, los
presidentes renuncian. Pues su autoridad política es lo que produce obediencia.
Por eso, legitimidad significa que un gobernante reúne el prestigio que
necesita para superar los conflictos, apaciguar ánimos o pedir sacrificios. La
palabra refiere al proceso mediante el cual un líder se gana el respeto de los
ciudadanos en lugar de ser su hazme reír. Una evolución que depende de sus
capacidades, inteligencia y virtudes. Por cierto, la legitimidad es una
condición que los dirigentes conquistan día a día.
Respeto y consideración social son la
base de la legitimidad. Estos elementos son los soportes del liderazgo antes
que el temor, las amenazas o el número de militares que adulen. Así esos
militares sean cubanos o procubanos. A esa camisa de fuerza moral no escapan
los dirigentes nacionales. Basta comparar el caso de N. Maduro con el de Hugo
Chávez. Los dos ejercen la Presidencia, pero un océano de autoridad los separa.
Sobre todo, N. Maduro ha demostrado que la reputación se puede convertir en sal
y agua en horas. La resistencia en contra de su gobierno y candidatura es feroz
en el chavismo. ¿Alguien lo toma en serio en el Psuv?
La autoridad política de Maduro la
deciden los ciudadanos. Con razón, militares y electores chavistas ahora se
preguntan: ¿acaso este recién designado, que ni en su partido lo quieren, podrá
explicar por qué los trabajadores serán 50% más pobres que días atrás? ¿Podrá
serenar la rabia del pueblo o las tensiones se saldrán del cauce por completo?
¿Cómo calmará tanta furia acumulada si todos han visto que tartamudea y
confunde palabras? ¿Este funcionario será quien dé la cara a las familias de
las casi doscientas víctimas asesinadas en lo que va de febrero? N. Maduro
corre de Caracas a La Habana, pero ni siquiera así conseguirá la autoridad que
necesita para pedir calma y más sacrificios a los venezolanos.
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