Mario J. Viera
Raúl Castro y Medvedev durante la firma del paquete de acuerdos. Foto de Granma |
Sí, podrá llamarse Federación de
Rusia; podrá tener un Constitución que difiera de la antigua Constitución que
rigiera en el periodo del poder comunista; podrá tener un Parlamento y celebrarse
elecciones periódicamente y aparentemente ser un estado de derecho, pero… en
realidad sigue siendo la misma Unión Soviética pero de manera mimetizada como
el lagarto que se mimetiza entre los colores de la vegetación.
Comunistas reciclados gobiernan la
Federación sin apenas cambios en su modo de pensar y actuar y sin abandonar sus
proyectos nacionalistas e imperialistas que animaban a los antiguos gobernantes
soviéticos de la era de la guerra fría.
Este mimetismo del gobierno actual de
Rusia no se le escapa a los regentes del gobierno comunista y usurpador de
Cuba. Oportunista como siempre ha sido el gobierno de los Castro se las ingenia
para vender una parte de la soberanía nacional al oso ruso con tal de seguir
disfrutando del poder omnímodo en Cuba.
Chávez casi es ya una opción
desechable, casi está fuera de juego y sus herederos políticos son unos
mediocres ambiciosos que no podrán sostenerse en el poder por mucho tiempo. Hay
que buscarse lo más pronto posible algún nuevo benefactor.
Los pícaros Castro sondean Brasil;
pero su buen amigo Lula ya no gobierna y Dilma Rousseff tiene sus devaneos con
el tema de los derechos humanos; además en el coloso sudamericano parece ser
que la democracia y el estado de derecho funciona adecuadamente. No Brasil no
es una buena carta para apostar.
¿China? Ni soñarlo, los chinos son
bien taimados y se prestan para sacarle el jugo a cualquier socio comercial y
no para subsidiarle.
¿Quién entonces? ¡Carajo, los rusos!
Sí, los rusos que por sacarle algún punto de ventajas a los Estados Unidos bien
pueden servir para darle subsidio al régimen cubano que como todos conocen es
simplemente un régimen parasitario. Los rusos pueden ser bien cabrones, pero
sus gobernantes tienen afinidades ideológicas con los seniles líderes de la
senil revolución caribeña; además no hay que olvidarse de la deuda que se tenía
con la URSS por los subsidios que le dieron a los Castro, No se ha pagado,
nunca se saldará, pero se puede firmar un tratado con los rusos para el “arreglo
de la deuda de Cuba ante Rusia por los créditos otorgados en el periodo de la
extinta URSS”. Así se va engatusando al ruso como antes se engatusó al
soviético.
Es entonces que se recibe en Cuba al “excelentísimo
señor Dimitri A. Medvedev” ─ ahora le dicen “señor”; antes denominaban a los
dirigentes de la metrópoli rusa “camarada” ─. El personaje viene con un paquete
bajo el brazo para que se acepte como tratados ─ diez en total ─ que muy
gustosamente el general de oficina devenido Presidente le da su aprobación como
“expresión de la voluntad política” de los dos gobiernos ─ uno al menos legitimado
por elecciones, fraudulentas, si se quiere, pero elecciones en fin, el otro
impuesto como herencia del “líder histórico” ─, y de ¡nada menos! “los tradicionales
lazos de amistad que unen a nuestros pueblos y países”, ¿Quién dijo? ¿Cuáles son
esos lazos de amistad entre los cubanos y los bolos?
No podía faltar la visita a la momia
viviente en “un ambiente fraternal y amistoso”. Según dice el Granma, Medvedev
y Castro el Viejo intercambiaron impresiones sobre varios temas. Para retomar
control sobre la antigua colonia, al ruso no le quedó remedio que soportar el
lenguaje gangoso y las inconsistencias mentales del pobre vejete que aún se
cree él mismo es un gran estadista.
Aunque sí, aunque se llame Federación
de Rusia por dentro sigue siendo la misma Unión Soviética, la que añoran los
castristas, la metrópoli en ocasiones complaciente, en ocasiones exigente; pero
la loba nutriente del totalitarismo caribeño.
¡De nuevo los bolos en Cuba! Ya les
veremos correteando tras las jineteras, tomando galones de ron o de alcohol
barato y dejando a su paso ese característico y acre olor de ruso.
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