Mario J.
Viera
Quién hubiera podido
prever en aquel lejano año de 1823 ─ cuando Simón Bolívar intentaba la anexión
de Cuba a la Gran Colombia manipulando los hilos de la conspiración que se
conoció como de los Soles y Rayos de Bolívar ─ que 189 años después sería Cuba
quien se anexara a la Venezuela bolivariana.
La Habana se ha
convertido en la capital de Venezuela. La sede del gobierno venezolano reside
ahora en una habitación hospitalaria de La Habana, y desde ese cubículo oloroso
a cloroformo se imparten los decretos y órdenes que deberán regir en Venezuela.
El jefe del Ejecutivo venezolano se difumina en una fantasmal presencia a la
sombra y cuidado de los Castro.
Y a La Habana van los
turiferarios del espectral gobierno venezolano a entrevistarse con el
mandatario al que solo ellos y los Castro ven, escuchan y conocen de su estado
de salud. Elías Jaua, el novísimo canciller venezolano, vuela a La Habana para
“consultar orientaciones” con…, dice que con Hugo Chávez, el presidente no
juramentado y casi en el exilio, sobre el tema de la reunión de la Celac que se
realizó en Chile. ¡Claro está! También aprovechó para “una reunión de trabajo y
en función de realizar un conjunto de acuerdos de cooperación y acuerdos
políticos” con el gobierno castrista. ¿Soy acaso suspicaz para colegir que esa
“reunión de trabajo” se hizo solo con el propósito de recibir órdenes del
castrismo? Es que eso de “acuerdos de cooperación y acuerdos políticos” con los
Castro da mucho a las sospechas.
La talanquera está
cerrada. Venezuela se encamina hacia un chavismo sin Chávez bajo el control y
auspicio del régimen castrista dirigido al establecimiento de un sistema
totalitario de socialismo fidelista.
A propósito, viene a
mi mente lo que a mediados del 2004 me dijera una venezolana: “Nosotros, los
venezolanos no somos como los cubanos, jamás aceptaremos el comunismo”. Pocos
meses después, el 15 de agosto de ese año se realizaron en Venezuela las
elecciones revocatorias. El resultado polarizó a la nación, pero el 58% de los
electores que ejercieron el voto lo hicieron a favor del continuismo de Chávez.
Los venezolanos entonces no se diferencian mucho de los cubanos de los primeros
años del gobierno de Fidel Castro.
Ahora, con Chávez en
realidad virtual, en Venezuela, como apunta Pompeyo Márquez en Ultimas Noticias, la “dependencia
con respecto a Cuba raya ya con la indignación”. La soberanía venezolana “se
encuentra por el suelo: un Presidente enfermo, literalmente secuestrado en la
isla. Fidel lo monitorea, los funcionarios viajeros primero se entrevistan con
Raúl Castro como paladinamente lo confiesan. La injerencia de los cubanos es
cada día más alarmante. El chorro de dólares de virtual regalo a los Castro es
incuantificable”.
Definitivamente,
Venezuela parece estar necesitando un nuevo Bolívar; no ese de pacotilla que
fabricó Chávez a su imagen y semejanza, sino uno como el joven que hizo un
solemne juramento en la cumbre del Aventino, en el Monte Sacro de Roma y lo
cumplió en la Batalla de Carabobo. Un Bolívar que abata a los oportunistas y
ponga de rodillas a los vendepatrias entregados a la tiranía castrista; un Bolívar
que declare la nueva independencia venezolana y La Habana deje de ser la
capital de Venezuela.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario