lunes, 11 de febrero de 2013

¿Por quién votaré?


Alfonso Reece D. EL UNIVERSO

Yo por mí, por supuesto... y tú hazlo por ti. Pero como no nos calificaron como candidatos, trataremos de hacerlo por quien tiene ideas más similares a las nuestras, comparte nuestros valores, muestra un proyecto aceptable y, claro, conviene a nuestros legítimos intereses. Es decir, por el que más se nos parece. Así deberían ser las cosas, luce lógico. Sin embargo, quizá la mayoría de seres humanos creen que alguien como ellos no podría ser gobernante; con espantosa falta de amor propio buscan un ser “superior”, un líder ungido, más brillante, valiente y hermoso que el resto de los mortales. Solo él sabe lo que nos conviene y satisfará nuestros intereses más inmediatos y personalísimos con bonos, empleos o negocios. Con esa actitud no se puede hacer república, en la que por definición el gobernante no es más que el primero entre iguales.

Tu voto debe ser guiado por tus ideas, tus valores y tus intereses. Ese es el único “voto útil”, del que estarás satisfecha y orgullosa por siempre. Es como copular, solo vale la pena hacerlo por amor, es decir sirve solo si “haces el amor”. De lo contrario será una experiencia vacía y frustrante. El amor y la política no son idénticos, pero son semejantes al modo geométrico, es decir que, variando en tamaño, tienen forma y proporciones iguales. Esa proporción idéntica les viene dada por su sentido ético. El fin del amor eres tú misma, que buscas hallarte en la felicidad del otro. Amar es amarse. Tal cual la política. Por eso no pueden bastardearse con propósitos que excluyen o no consideran el bien del otro.

El amor debe ser también una relación entre iguales. Pero quizá son mayoría los que creen que amor viene de amo y buscan uno. Son los mismos que quieren líderes de “mano dura”, decididos y asertivos. Niños eternos que no quieren una pareja, sino un padre que puede ser gritón y violento, si también es capaz de mimarles con juguetes y golosinas. Pero si falla la provisión de caprichos, los egoístas infantiles se lanzan al berrinche y al pataleo. Por eso la república es la forma de gobierno de los pueblos maduros que, como las parejas bien conformadas, buscan en conjunción de todos la solución de problemas; está unida en las buenas y en las malas. Su felicidad va más allá de la fiesta de un recurso no renovable. Entonces, el próximo domingo acércate con amor, así, con amor, a cumplir con el más importante acto republicano (por más que no tengamos república). Si fueses en busca de pareja no elegirías al que “más oportunidades tiene”, sino al mejor; el ideal no existe, ya se sabe, pero siempre hay uno mejor. Por eso vota por ese que “solo” es el mejor, aunque no sea óptimo. La opción del voto nulo no puede entrar en consideración, si la ves con esta perspectiva, es de soberbios, que se condenan a la soledad y al fracaso.

Quizá la mayoría de seres humanos creen que alguien como ellos no podría ser gobernante; con espantosa falta de amor propio buscan un ser “superior”, un líder ungido, más brillante, valiente y hermoso que el resto de los mortales.

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