Yoani Sánchez. Blog GENERACION Y
Miguel Díaz-Canel |
Ring, ring, ring…. las llamadas
internacionales siempre demoran una eternidad en abrirse paso hacia un teléfono
en Cuba. Como si tuvieran que atravesar una atmósfera espesa, densa. Finalmente
una voz responde al otro lado de la línea. Es un amigo al que intento
preguntarle qué opina del recién conformado Consejo de Estado y del
nombramiento de Miguel Díaz-Canel como primer vicepresidente. ¿Qué? es todo lo
que contesta en un primer momento.
Entonces le explico que este domingo
estuve siguiendo la conformación de la Asamblea Nacional y que me gustaría
completar la información con algunas impresiones dentro de la Isla. Mi amigo
bosteza, me confirma que no miró la televisión ayer y que nadie le ha comentado
nada. Y caigo en cuenta que sufro del mal de la hiper información mezclado con
cierta distorsión que produce la distancia de Cuba. Había olvidado cuán
indiferentes se muestran muchos de mis compatriotas ante ciertos asuntos, que
de tan predecibles ya no generan ni expectativas.
La designación del segundo hombre en
la nomenclatura cubana, ha sido probablemente más comentada y discutida fuera
de la Isla que en el interior de esta. En parte porque desde hacía meses los
medios nacionales ya sugerían ─ con su constante alusión a este ingeniero de 52
años ─ que él podría convertirse en el sucesor de Raúl Castro.
De manera que a pocos ha sorprendido
que el otrora ministro de Educación Superior se haya convertido desde ayer
domingo en el “delfín” del régimen cubano. El reloj biológico ha puesto en una
encrucijada a los octogenarios que gobiernan la mayor de las Antillas: o
heredan ahora, o pierden para siempre, parecen dictar las manecillas de la
historia. Así que ha optado por una figura más joven para dejarla en la línea
sucesoria. Han basado su elección en que confían en la fidelidad y
manejabilidad de Díaz-Canel, atrapado entre el compromiso con sus superiores y
la convicción de su escaso poder real.
La historia muestra que uno es el
comportamiento de estos delfines mientras son observados por sus jefes y otro
bien distinto cuando estos ya no están. Sólo entonces descubriremos quién es
realmente el hombre que ayer pasó a ser el número dos de Cuba. No obstante,
tengo la ilusión que no será en ese Consejo de Estado, ni en esa silla
presidencial que se decidirá el destino de nuestro país. Tengo la ilusión de
que la era de los monarcas de verdeolivo, sus herederos y su séquito está
terminando.
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