Su nombre,
Crescencio Marino Rivero. Cargo: Coronel del Ministerio del Interior, exjefe de cárceles y prisiones en Villa Clara.
Vocación: represor
Juan Carlos Chavez y Juan Tamayo. EL NUEVO
HERALD
Crescencio Marino Rivero, un temido ex
jefe de prisiones cubano que recientemente se estableció en el sur de la
Florida junto con su esposa, una ex oficial de migración, habría ordenado hace
sólo dos años la agresión contra la hija de un disidente pacífico en Santa
Clara, según fuentes consultadas por El Nuevo Herald. En Miami, sin embargo,
mantiene un bajo perfil lo que le había permitido pasar inadvertido.
Rivero, de 71 años, ha sido calificado
por activistas y ex presos políticos como un hombre particularmente agresivo y
a menudo desagradable. Las denuncias también coinciden en señalarlo como un
personaje que se aprovechó de su alto rango en el Ministerio del Interior para
someter a los disidentes a tratos crueles e inhumanos.
“En
dos o tres ocasiones estuvo en mi casa amenazándonos”, recordó Magda
Monteagudo Barrio, esposa del opositor Rafael Pérez González. “Por eso nosotros pensamos que fue Rivero
quien ordenó una agresión que sufrió mi hija cuando estaba embarazada”.
La agresión ocurrió en junio del 2010
y en septiembre de ese año Rivero y su esposa estaban viajando a Estados
Unidos, explicó Monteagudo.
Rivero se jubiló aproximadamente hace
siete años como coronel del Ministerio del Interior. Después de su retiro, él y
su esposa Juana Ferrer, de 65 años, realizaron unos tres viajes desde Cuba para
visitar a una hija que vive en el suroeste del Condado Miami-Dade. En su cuarta
visita la pareja decidió establecerse definitivamente e iniciar los trámites de
rigor para obtener un estatus legal en el país. El ex coronel es actualmente
residente legal de Estados Unidos.
Un reportero de El Nuevo Herald
intentó entrevistar el miércoles a Rivero. Cuando el reportero tocó la puerta
del apartamento donde vive, una mujer que se identificó como la hija de Rivero
abrió la puerta y dijo escuetamente que su padre no haría declaraciones
públicas ni tendría contacto con los medios.
“El no va a hablar con la prensa”,
indicó la mujer. Luego se escuchó la voz de un hombre mayor que, desde el
interior de la vivienda, le ordenó a la joven que no siguiera hablando.
“Cierra esa puerta ya”, dijo el
hombre, presumiblemente Rivero.
Al menos dos abogados de inmigración,
Santiago Alpízar y Wilfredo Allen, han cuestionado abiertamente la forma en que
Rivero y su esposa consiguieron permisos de residencia. Ambos ocuparon puestos
en el gobierno cubano, eran miembros del Partido Comunista y enfrentan
acusaciones de acoso y maltrato.
Todos los cubanos tienen la
posibilidad de quedarse una vez que ponen pie en territorio de Estados Unidos.
Sin embargo, pueden ser expulsados si mienten o tergiversan sus testimonios con
el propósito de obtener el permiso correspondiente de residencia y ciudadanía.
“Personas
como Rivero no pueden vivir en Estados Unidos con total impunidad”, comentó
Alpízar. “Está viviendo cómodamente en
Miami y a costa de los impuestos que nosotros pagamos”.
Vecinos del área aseguraron haber
visto “en raras ocasiones” a Rivero. Una mujer que prefirió mantener su nombre
en el anonimato indicó que las pocas veces que coincidió con Rivero en el
vecindario fue cuando éste sacaba la basura muy temprano en la mañana. Otro
vecino lo describió como un hombre distante y poco comunicativo.
El historial de Rivero se conoce por
testimonios de algunos ex presos políticos cubanos y activistas que abogan por
el respeto de las libertades individuales.
Rivero trabajó para la Seguridad del
Estado cubano en las décadas de 1960 y 1970. Posteriormente fue promovido a
director de reeducación de las prisiones juveniles de la provincia de Villa
Clara, un puesto de absoluta confianza y al que sólo acceden funcionarios de
carrera.
En 1994 Rivero ya era jefe de
prisiones en la provincia en un momento particularmente sensible y cuando se
reportaban frecuentes abusos contra los presos políticos.
Sobre la esposa de Rivero ha
trascendido que se trata de una mujer que llegó a teniente coronel del
Ministerio del Interior. Algunos disidentes aseguran que participó junto con su
marido en actos de repudio y amenazas contra la oposición pacífica.
Guillermo Fariñas, premio Sájarov del
Parlamento Europeo 2010, indicó que Rivero siguió colaborando con el gobierno
cubano después de su retiro. Añadió que era conocido su liderazgo en la
directiva de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.
“Rivero estuvo involucrado en los
actos contra [Rafael] Pérez y su familia”, manifestó Fariñas en una
conversación telefónica desde su casa en Santa Clara. “El, junto con un grupo
de represores, han dado golpes y amenazas. Rivero tenía el rango más alto de
ese grupo porque es un coronel retirado del Ministerio del Interior”.
La situación de Rivero y las
condiciones de su estatus en Estados Unidos recuerdan el caso de Eriberto
Mederos, un ex enfermero del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra), que
fue hallado culpable de mentir sobre su pasado en las solicitudes de ciudadanía
estadounidense.
Mederos fue reconocido por varios
exiliados en Miami como un torturador de prisioneros políticos en Cuba. El ex
enfermero murió en el 2002 debido a un cáncer. Su deceso ocurrió justamente
cuando un tribunal debatía su situación legal y evaluaba la posibilidad de una
sentencia de cárcel.
Elizardo Sánchez Santa Cruz,
presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional,
radicada en La Habana, manifestó que el caso de Rivero se suma al de otros
colaboradores y funcionarios del gobierno cubano que intentan ocultar su
identidad para proteger su futuro y vivir cómodamente.
“Aquí
en nuestra comisión estamos a favor de la reconciliación nacional”, afirmó
Sánchez. “Pero esto no debe incluir los
casos en que se han cometido crímenes y abusos porque éstos deben ser
ventilados en procesos justos”.
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