Orlando Freire Santana. CUBANET
En su editorial correspondiente
al número 4 del actual año 2012, la revista católica Espacio
Laical sugiere la creación de un nuevo modelo electoral cubano, que tendría
como esencia la elección del jefe de Estado mediante el voto libre, secreto y
directo de la población. Es decir, como sucede en casi todos los países del
mundo, y así obviemos esa especie de pantomima que tiene lugar entre nosotros,
donde unos diputados amañados se encargan de escoger al primer mandatario.
Los editores de la publicación
añaden que “También ha de ser posible que
los aspirantes puedan presentar sus programas de gobierno, y además deberá
aceptarse que entre los elegibles se hallen personas que no militen en el
Partido Comunista, y hasta que posean una visión político-ideológica diferente”.
Espacio Laical considera que tales transformaciones podrán ocurrir con
posterioridad al año 2018, una vez que el gobernante Raúl Castro haya concluido
su segundo ─ ¿y último? ─ período en la presidencia de la nación. No obstante
estimar y desear que semejantes cambios sobrevengan en un lapso más breve, no
hay dudas de que la referida propuesta resulta interesante y oportuna.
Sin embargo, sería conveniente una
precisión en lo relacionado con la presentación de los programas de gobierno
por parte de los hipotéticos candidatos a la presidencia. Porque es
incuestionable que un proceso electoral auténtico no se circunscribe solamente
al momento de la votación y su ulterior escrutinio. Por tanto, la presentación
de dichos programas no ha de realizarse únicamente en espacios cerrados (foros,
parlamentos, asambleas), ya que de esa forma el mensaje queda reducido a un
auditorio no representativo del universo de la sociedad. Es necesario que todos
los aspirantes, en igualdad de condiciones, puedan acceder a los medios de
difusión masiva ─ en especial la televisión ─ para que el gran público se
entere de lo que piensan hacer si arriban a la presidencia. Ah, y muy
importante: ninguno de los candidatos o agrupaciones políticas en pugna pueden
identificarse con los intereses sagrados de la patria, y en consecuencia tildar
a sus adversarios como mercenarios al servicio de una potencia extranjera. Los
participantes en una elección deben de contemplarse, simplemente, como fuerzas
políticas con distintas orientaciones ideológicas.
En Cuba, a partir de 1976, se han
celebrado infinidad de elecciones del Poder Popular, plebiscitos para aprobar o
enmendar constituciones, así como consultas de otro tipo. Todos esos eventos
han estado precedidos de una avalancha promocional favorable a los intereses
del gobierno. Las vías empleadas para ello han sido disímiles: la prensa
escrita, la radio, la televisión, espectáculos artísticos, mítines políticos,
actividades en la Tribuna Antiimperialista José Martí, y otras. Por el
contrario, ni una sola palabra para argumentar las opciones que se aparten de
la oficialista. Así, muchas veces, en la mente del ciudadano promedio -ese ser
que resulta tan fácilmente manipulable- anida la idea de que solo es válida la
alternativa gubernamental.
Espacio Laical concluye su editorial con la exhortación a que el
Partido Comunista se modernice para que sea capaz de aceptar estas reformas.
Sería una modernización que, ante todo, los lleve a la convicción de que la
patria nos pertenece a todos, y no debe ser coto de nadie en particular, ni aun
de aquellos que pretendan una supuesta legitimidad histórica. Nunca como ahora
ha de estar presente la máxima martiana: La patria es ara, no pedestal.
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