Carlos Alberto Montaner
Por qué reeligieron a
Obama? Lo preveían y explicaban convincentemente los autores de The Keys to
the White House (aproximadamente Las claves para alcanzar la Casa Blanca):
porque la sociedad norteamericana fundamentalmente juzga y decide por la
experiencia de los cuatro años previos del incumbente o titular de ese cargo.
Sí el pueblo americano
está básicamente conforme con el desempeño de su Presidente, aunque le
encuentre ciertos reparos, lo ratifica en el cargo. Si no es así, lo despide, o
rechaza al partido al que pertenece, si se trata de un segundo término. Ese
factor racional pesa más que las campañas publicitarias y los debates.
Los autores de este
modelo de predicción, que no utiliza encuestas ni asigna porcentajes de votos
en el hipotético resultado, son el historiador norteamericano Allan Lichtman y
el matemático de origen ruso Vladimir Keilis-Borok. Hasta ahora han acertado en
todas las elecciones presidenciales norteamericanas en que lo han aplicado (las
últimas ocho), y, si les creemos, han podido verificar el carácter infalible
del método en los pasados comicios presidenciales desde 1860, fecha a partir de
la cual se tiene suficiente información disponible.
¿Cómo funciona esa
bola de cristal? Se trata de 13 cuestiones fundamentales con las que la mayoría
de los norteamericanos elabora su juicio sobre la conveniencia de cambiar o no
al inquilino de la Casa Blanca. Si el presidente falla en más de cinco, no será
reelecto. Si lo suspenden en menos de cinco, le dan otra oportunidad de servir.
Obama, a juzgar por este modelo de predecir, falló en sólo tres y, por lo
tanto, lo mantienen al frente del Ejecutivo.
Las trece consideraciones
son las siguientes:
• El partido al que
pertenece el Presidente aumentó el número de congresistas en las elecciones de
medio periodo, a los dos años de haber sido electo. (Perdió curules en esas
elecciones. Primer fallo de Obama).
• El Presidente, dentro
de su propio partido, no tiene retadores que pretendan sustituirlo. (Nadie
retaba a Obama).
• Incumbencia.
El aspirante es, a su vez, el titular. (Obama es el incumbente).
• No hay un tercer
partido con peso electoral significativo. (No lo hay. Ross Perot impidió que
Bush padre fuera reelecto. Ralph Nader obtuvo 97,000 votos en Florida en el año
2000 y le quitó la presidencia a Al Gore. Ese año Bush ganó la Florida, y con
ella la presidencia, por 537 votos).
• Recesión durante las
elecciones. (Estados Unidos no está en recesión. Tiene problemas económicos,
pero no está en recesión).
• Estado general de la
economía. (En general, la economía no ha crecido como en el pasado y se
avizoran más problemas. El enorme aumento de la deuda pública es un asunto muy
grave. Segundo fallo de Obama).
• Grandes cambios en
las medidas de gobierno. (En realidad, no los ha habido. La reforma del sistema
sanitario –el seguro obligatorio de salud– no es exactamente un turning
point y el aumento de los impuestos, si se aprueba, sería volver a la
situación anterior a George W. Bush).
• Grandes conflictos
sociales. (No los ha habido. Las manifestaciones de los indignados han sido
considerablemente menores que en Europa y se han limitado a algunas protestas
en Wall Street).
• Escándalos. (La
administración de Obama, durante sus primeros cuatro años, no ha pasado por
ningún escándalo público ni privado significativo).
• Fracaso militar. (El
gobierno de Obama no ha sufrido una derrota militar notable o padecido un acto
terrorista importante. Las tropas en Irak completarán pronto su retirada, como
estaba previsto, y las desplegadas en Afganistán preparan su despedida).
• Éxito militar. (La
muerte de Osama Bin Laden y de otros líderes de Al Qaeda ha podido presentarse
como una victoria en ese terreno).
• Carisma o perfil
heroico del incumbente. (Tercer fallo de Obama. Es un buen comunicador,
pero no posee la atracción o el carisma de un J. F. Kennedy o de un F. D.
Roosevelt, ni es un héroe como lo fue Eisenhower. Es más bien un líder contenido
y discreto).
• Carisma o perfil
heroico de su oponente. (Mitt Romney tampoco proyectaba la imagen de un
candidato carismático y mucho menos era percibido como un héroe. Estábamos ante
un hombre inteligente, decente, apuesto y buen empresario, pero no ante alguien
que conectara emocionalmente con las masas).
Hechas las sumas y las
restas, la sociedad norteamericana, aunque muy dividida, ratificó a su
presidente. De paso, volvió
a darle la razón a The Keys to the White House.
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