Aunque
Chávez siempre ha sido manipulador religioso, esta vez invocó la ayuda divina
en incontables oportunidades: ante la imagen del Santo Cristo de la Grita, en
oficios religiosos y demás, suplicando por la salud y su triunfo electoral. Y
con lágrimas en los ojos
Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL
El 99% de los venezolanos son
religiosos. El 88% católico, con 26.9 millones. El Nacional 4-3-12. El 12%, de otras
religiones, agnósticos y ateos.
La actitud religiosa de los creyentes
es insólita en 3 circunstancias: ante necesidades materiales, de salud o de
política.
Ante necesidades materiales, la gente
utiliza a Dios como supermercado, orando para pedir cualquier cosa: carro
nuevo. Casa grande. Ganar el primer premio de la lotería. Una pareja bonita y
con mucho dinero. Y demás.
También piden por la salud, muchas
veces con chantaje, diciendo, por ejemplo: si me curas, llevaré una medallita
colgada en el cuello por el resto de mi vida, pero si no me sanas no volveré
más nunca a la Iglesia, ni siquiera los domingos.
Y hasta piden milagros, como que si los
milagros fuesen tan comunes como la aspirina, que se encuentra en cualquier
farmacia. De paso, al suplicar por un milagro ignoran que es la actitud propia
de toda persona que tiene poca fe.
Sin embargo, el colmo es involucrar la
religión en la política.
Involucrar a Dios en la política es
imposible. En parte, porque Dios no es involucrable ni manipulable por capricho
del ser humano. Y, en parte, porque en esta dimensión humana, tan distante de
la divina, los únicos manipulables son los creyentes. O sea, el objetivo de los
políticos de incorporar la religión en su lucha proselitista no es tanto por
Dios, que no es manipulable, sino para aprovechar la fe de los creyentes e
inclinar su opinión en beneficio de promesas electorales que muchas veces son
contradictorias con el credo. Como el comunismo para católicos.
Pero mejor ejemplo sería la reciente
campaña electoral por la Presidencia en Venezuela.
Sin dudas, fue una histórica campaña religiosa, porque ningún candidato había invocado tanto a Dios, y utilizado tan intensamente la religión como recurso electoral, como hasta ahora. Y por ambos candidatos.
Recuerde al oficialista. Aunque
siempre ha sido manipulador religioso, esta vez invocó la ayuda divina en
incontables oportunidades: ante la imagen del Santo Cristo de la Grita, en
oficios religiosos y demás, suplicando por la salud y su triunfo electoral. Y
con lágrimas en los ojos. Pero, por vacío de fe o, por si acaso, para asegurar
los resultados, también acudió al sincretismo religioso al invocar ayuda
esotérica a través de chamanes, babalaos y la nigromancia, con la exhumación de
los restos de Simón Bolívar.
Y ganó las elecciones.
En cambio, el candidato de la
oposición solo invocó a Dios como dogma personal de fe. Y, el pueblo venezolano
religioso lo acompañó en la oración ecuménica para suplicar la ayuda divina en
el anhelado cambio democrático del país.
Y perdió las elecciones.
Al final, termina uno pensando en la
manipulación electoral de la religión como causa de golpes de fe que hacen
dudar del triunfo del bien sobre el mal, y preguntar: ¿y dónde está Dios? O,
peor aún: Dios ha muerto,
como eco de la blasfemia de Nietzsche y Hegel.
Pero, ante estos traumas de fe,
prefiero creer, sin ser Teólogo, que el pueblo venezolano está soportando un
proceso de purificación que no ha terminado, símil del pueblo hebreo en el
desierto, Éxodo, porque, según la Biblia y nuestra práctica religiosa: este pueblo me alaba con la boca y me
honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Isaías 29:13.
Y como el tiempo de Dios es perfecto,
Eclesiastés 3, también tengo la esperanza de que aumente nuestra fe a corto
plazo.
Amén.
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