martes, 13 de noviembre de 2012

Análisis post electoral

Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD

Hemos reelegido a Obama, lo cual dice que la rabia y el rechazo fracasaron como armas para quitarse de encima a este presidente al que algunos odiaron desde un inicio sin entender cabalmente por qué. ¿Cambiará algo tras su reelección? ¿Cambiarán nuestros políticos su forma de hacer política?

La extrema derecha republicana ha sido víctima de su propio odio, su rabia, y la falsedad genérica de su candidato. El partido necesita ahora abandonar su odio y su rabia, y es de esperar que ausente Romney se ausente también su falsedad. Sería deseable que el partido volviese a la cordura, pero ya está atrincherándose nuevamente para evitar que se toque a sus protegidos. Su monoteísmo político de una sola verdad divide al país. Es esa verdad según la cual de lo que les sobre a los de arriba les caerá algo a los de abajo. No es así, no necesariamente, porque no hay una sino muchas verdades. Todos tenemos nuestra verdad, y toda verdad necesita ser respetada.

Obama se dejó arrollar en la Casa Blanca. No tuvo el valor de su verdad. La verdad es guía y con su signo se vence, pero bajo Obama la Casa Blanca arrió sus signos y cedió. Ese fue su problema, que bajó sus estandartes y enrolló sus verdades “para llevarse bien”. Obama confunde pelea con tenacidad. No tiene por qué pelear, pero debe ser tenaz. Obama no lo fue. Hay una explicación psico-racial para esto. Él quisiera, como primer presidente negro en la historia americana, dejar una imagen conciliadora de su raza en la Oficina Oval. Le importa mucho la decencia de su comportamiento, y quizás eso permitió la enorme brecha que la extrema derecha creó en el gobierno. Quiso evitar la imagen –y lo digo con todo respeto– de un ‘negro peleón’. Sus motivos podrán ser encomiables pero su producto fue fatal. Ser tenaz le es tan difícil que en la Casa Blanca están ahora acostumbrados a izar banderas blancas. Necesitamos cambio, y lo necesitan tanto demócratas como republicanos. Necesitamos dejar de lado la animosidad en la derecha, con todo y su miedo y rabia, y que la Casa Blanca deje de lado su necesidad de complacer y ceder en busca de aceptación.

Debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad en la rabia que mató el discurso civilizado en la política nacional. Todos participamos en eso, y también en la prevaricación que dejó inepto al gobierno. Es necesario trabajar por el bien común, pero los líderes republicanos ven que la elección ha confirmado su dominio en la cámara baja y creen que la pelota sigue siendo suya. En el encuentro sobre el precipicio fiscal están repitiendo su mantra de no elevar impuestos. Es más, se contentan con juegos de palabras que hacen pasar por soluciones. Ejemplo: No alzar impuestos pero sí eliminar deducciones. Dicen que por ambos caminos se llega a lo mismo, aumentar la recaudación fiscal, y están dispuestos a pelear por esas palabras, ‘alzar impuestos’ y ‘eliminar deducciones’. ¿A quienes se les eliminarían? ¿Habrá suficientes deducciones por eliminarse para reducir significativamente el déficit? ¿No sería más simple, si da lo mismo, que acepten alzar impuestos?

El país ha llegado al límite del desgobierno, y nadie ni nada nos salvará si no empezamos por aceptarnos y trabajar juntos. Es inútil pedir cooperación si somos incapaces de aceptarnos honradamente. Dios quiera que el Partido Republicano deje de escuchar el rechazo vestido de puritanismo político de Glenn Beck, Rush Limbaugh y demás. ¿Se preguntarán qué le pasó al partido en esta elección? Miren a quienes siguió la derecha civilizada. Dios quiera también que Obama muestre más temple en su segunda administración. En breve se tendrán que tomar decisiones trascendentales, subir impuestos, recortar servicios y pasar penurias para evitar sacrificios aun mayores. Necesitamos recortar nuestra presencia en el mundo. El casus belli, el caso para la guerra, no puede seguir llevándonos a conflictos en serie, uno tras otro, porque ya sencillamente no tenemos los recursos para ello. Si no hacemos todo esto, Estados Unidos, tal y como lo conocemos, dejará de existir. Nos guste o no, el país debe replegarse y el gobierno tiene que establecer reglas y condiciones precisas para la banca, Wall Street, el comercio y la reindustrialización indispensable para salir del hueco en el que estamos. Necesitamos salvar el momento, pero ya se escuchan cánticos del liderazgo republicano, cánticos de exactamente lo mismo de ayer, cánticos de no, no y no. Ojalá en la Casa Blanca no estén preparando más banderas blancas. La historia juzgará duramente a los causantes de la obstrucción en este momento crítico donde aún estamos a tiempo para devolverle la vida a nuestro capitalismo democrático. Necesitamos trabajar todos en conjunto para resucitar su casi cadáver.

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