Mario J. Viera
Vísperas de las elecciones en Estados
Unidos; elecciones que por más de una razón serán históricas. ¿Quién ganará la
presidencia? ¿Obama? ¿Romney? ¡Quién sabe! Está el país tan polarizado que no
se puede emitir con certeza un pronóstico. Ni siquiera se puede prever si el
abstencionismo sea el ganador en el conteo de votos por estados.
Hay un hecho cierto, Romney predomina
entre los americanos blancos y cuenta con el apoyo irrestricto del Tea Party.
Obama está asegurado con el voto de las minorías, fundamentalmente entre los
negros y los latinos. No obstante, el voto latino es una incógnita: ¿Saldrán
masivamente los latinos a votar?
El tema álgido en estas elecciones es
la economía. Obama heredó una economía al borde del descalabro y aunque ha
tenido logros deteniendo la crisis impidiendo la depresión, todavía no ha
podido encauzar la locomotora de la economía. El caballo de batalla de Romney
es precisamente el tema de la economía; él dice saber como resolver la crisis,
aunque no ha dicho como lo logrará. Dice tener experiencia empresarial y por
tanto ser el más apto para sacar adelante la economía; pero se conoce como
logró sus éxitos empresariales, con métodos que no pueden considerarse óptimos
para la conducción del gobierno nacional. Un Estado no es una empresa.
Pero también están en juego otros
aspectos importantes. El primero, la seguridad nacional frente al terrorismo
islamista, la amenaza de Irán, la consolidación de gobiernos populistas en
América Latina enemigos de Estados Unidos, el peligro de los carteles del
narcotráfico que crecen al otro lado de la frontera sur. El líder de Al Qaida fue
eliminado, pero sus militantes comienzan a recuperar terreno en Irak, Libia y
Siria.
Se requiere un comandante en jefe que
sea capaz de detener la amenaza que se cierne sobre el país. ¿Obama?, ¿Romney?
Se conoce lo que ha hecho la administración demócrata en el tema; no se conoce
a ciencia cierta lo que al respecto pudiera garantizar una administración
republicana, salvo su anunciado redoble de tambores bélicos.
En segundo lugar, la Seguridad Social,
el Medicare, el Medicaid y el acceso a los seguros médicos para la mayoría de
la población. Obama pretende salvaguardar la protección de los grupos más
vulnerables de la sociedad y fortalecer el Medicare mediante los presupuestos
de su reforma de asistencia médica, que despectivamente se ha denominado
Obamacare. La dupla Romney-Ryan proponen hacer recortes en la Seguridad Social
y su privatización y “salvar” el Medicare mediante la fórmula de los vouchers
para que las personas de la tercera edad puedan pagar a las aseguradoras para
sus cuidados de salud.
En tercer lugar, la reforma inmigratoria
y el conflicto de una inmigración ilegal que sobrepasa los once millones de
indocumentados y la suerte y destino de los “dreamers”. ¿Cuál fórmula será
ganadora, la de una reforma integral de Inmigración por la que se decanta Obama
aunque hasta hora no ha presentado ningún proyecto, o aquella de la “deportación
voluntaria” que preconiza Romney y enarbola como modelo legislativo para la
nación la ley antinmigrante SB1070 de Arizona?
En cuarto lugar, aunque no menos
importante es lo concerniente a la igualdad salarial de las mujeres con los
hombres, un tema en el que parecen coincidir ambos candidatos aunque con
diferencia de matices.
Mañana se definirá si Estados Unidos
se decidirá por la ultraderecha en el gobierno de sus destinos o si continuará
en la línea del centrismo de izquierda del presidente Barack Obama.
Mañana sabremos quién será el
presidente de Estados Unidos: ¿Obama?, ¿Romney?
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