Mario J. Viera
¡Ah!,
Nicolás Maduro, el Presidente encargado por Raúl Castro, criticó que hubiera
algunos que “andaban con su cosa, que si
el pajarito de Maduro, que si el pajarito de Nicolás”. ¿Qué piensa el inmaduro
Maduro, que las personas serias, las personas con sano juicio se conmovieran
por su ridícula alabanza a Chávez como enviado del cielo y no se rieran de su
cursi relato de pajaritos bendecidores?
En
buen cubano vernáculo a eso se le llama “picuismo”, es decir, ridiculez,
cursilería.
Para
justificar su ridículo relato del alma de Hugo Chávez en forma de pajarito, se
refugia en un “yo tengo derecho a sentir lo que sentí”. ¡Por supuesto que todos
tenemos derecho al ridículo, que tenemos derecho a decir estupideces. No le
niego ese digno derecho al encargado; pero lo que no tiene derecho es a lanzar
epítetos contra los que consideraron ridículo su mojigato relato, denostándoles
como “burgueses, inhumanos, irrespetuosos, antipatria”.
¿Acaso
no se siente cristianísimo y ferviente creyente que dedica tiempo a orar en una
capilla católica? Entonces no debe olvidar que Cristo, que no es Chávez ni
chavista, dijo que “cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio,
a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego”. Quizá Maduro no conozca los Diez
Mandamientos de la Iglesia Católica y por tanto no se haya enterado que el
octavo de ese decálogo dice: “no dirás falso testimonio ni mentirás”.
“Yo sentí el espíritu de mi comandante Chávez
echándome la bendición en esta batalla que estoy dando. Así lo sentí, así lo
sentí”. ¡Que sienta lo que quiera! ¡Que sienta la fantasía que quiera!
Nadie se lo va a prohibir. Lo que no puede exigir en virtud de ese su
sentimiento es que el resto de los mortales sienta lo mismo que él y que no lo
pongan en duda.
No
hay que dudar como hace ver el opositor Leopoldo López que Maduro requiera de
una evaluación de su equilibrio mental. López dijo ante varios periodistas,
según reseñara EFE: “Alguien que nos dice
que está viendo a un pajarito y que ese pajarito le está dando instrucciones,
obviamente eso requiere que se haga una evaluación del equilibrio mental del
señor Nicolás Maduro”. Ni más, ni menos.
El
pajarito de Maduro ha sido motivo de burla internacionalmente. No se trata de
odio, cuando uno se ríe con el gag de algún payaso, no está mostrando odio por
el pobre payaso. “No dejemos que inoculen su maldad y su odio” dice
refiriéndose a la que llama “derecha corrupta” y la recomendación es válida: No
hay que dejar que los Maduro y sus edecanes inoculen su maldad y su odio y su
ridiculez.
¡Qué
mentiroso es el encargado! Eso lo conoce hasta el más furibundo de los
chavistas, pero en su alegato creo que solo dijo una verdad cuando aseguró que
“no nos cabe el amor de patriotas”. No les cabe ni en el cerebro ni en el
corazón ningún amor pues el cerebro y el corazón de los herederos de Chávez
están repletos de ambiciones de poder, de riquezas y, como dijera Jesucristo,
nadie puede amar a dos señores. No se puede amar a Venezuela y, al mismo tiempo
amar la dictadura castrista, al régimen despiadado de Gadafi, al sátrapa de
Siria, a la dictadura teocrática de Irán. No, ciertamente no les cabe el amor
de patriotas porque, en primer lugar no es patriota quien pone a su patria al
servicio de una dictadura extranjera.
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