…un presidente al
que podremos llamar "presidente 1%", cuando la secta esperaba que
sería el del arrase postfunerario. Carece del liderazgo, y de eso que los
académicos llaman la auctoritas, para llevar a cabo una pizca de buen gobierno.
Antonio Cova Maduro. EL UNIVERSAL
Hubiera alguien pensado, en pleno
proceso de "beatificación" del difunto presidente, que íbamos a
terminar con estos resultados? La política venezolana, que, una y otra vez nos
ha dado muestras suficientes de los cambios que hasta el día anterior
cualquiera consideraba poco menos que imposibles, y que sólo en días pueden
llenarnos de asombro (todos ellos dentro de una tendencia que es fácilmente discernible
para quien quiera ponerse a ello) ha actuado una vez más: Capriles con 5
arriba, y Maduro con 5 abajo. Oh, la la.
Todavía recuerdo mis conversaciones
con amigos sobre lo que era fácil suponer: al chavismo triunfal, al que su
duelo no le quitaba su capacidad de maniobra, se le brindaba su mejor momento
para asestar la estocada final a la oposición. Podía conseguir, si se esmeraba
y actuaba con inteligencia, algo parecido a lo que la forzada coalición entre
el clero gobernante y Ajmadineyad había logrado en Irán: postrar ─ por mucho
tiempo ─ a la oposición.
Pero no fue así. El chavismo escogió
la peor ruta: afianzar su carácter de secta y proseguir impávido en su ruta. En
el camino se le atravesaron varios asunticos que o no vio, o si lo hizo no fue
capaz de entenderlos. Por un lado, la renuncia papal y el dispararse los
procesos que llevarían a la sorprendente elección de un latinoamericano para el
oficio, sacó a los sucesos funerarios de Venezuela del mapa informativo. Y
cuando llegó la Semana Santa, el país hizo ver que estaba harto de tanto
funeral y traslado de restos y se volcó enloquecido sobre playas y montañas.
Venezuela mostró que, como siempre, seguía siendo un país de "duelos
cortos".
Mientras esto ocurría, a la oposición
le pasó como a los futbolistas averiados, que rápido curan sus heridas y, ¡al
campo de entrenamiento una vez más! El chavismo que, entregado a contemplar su
propio ombligo creyendo que ése es el de todo el país, esperaba una especie de
abstención masiva como la del 2005. La oposición, sinceramente llegaron a
creer, preferiría una abstención chillona a encarar una tercera contundente
derrota en las urnas. Y peló una vez más. El famoso domingo por la noche,
quizás el mejor momento político de Capriles, los volvió de golpe a la realidad.
Fue sólo en ese momento que la cúpula
chavista (¿quiénes la componen en realidad y qué los une a qué cosa? es un
misterio que los tiempos que se avecinan irán aclarando) se dio cuenta de que
tenía que arrear con el regalito que Chávez les había dejado. Un buen señor que
jamás había tenido que pelear para lograr votos, y por lo que se vio, que no
tenía mucha idea de en qué país estaba.
Y comenzó el increíble mes de abril,
mes en el que "por un pelo" el chavismo ha obtenido una ración de
oxígeno y luego... la tormenta que viene y que con esmero han ido preparando
Giordani y Rafael Ramírez. Y ese mes produjo un asombro: como al
"porfiao" ─ ese muñequito testarudo que jamás cae ─ y al condenado
Terminator de la película homónima, al que jamás se logra aniquilar, la
oposición comenzó a mostrar su músculo. Y eso, desmintiendo a nuestro himno
nacional, se fue haciendo evidente en el interior. Ya no era, en efecto
"Seguir el ejemplo que Caracas dio", sino el que el interior mostró.
Con asombro veíamos, día tras día, la
acogida a Capriles por donde pasaba, y a la zaga el pobre de Maduro mostrando
su ignorancia tanto en geografía de Venezuela como en matemáticas electorales:
cree que los 235 mil votos que, según "la Banda de las Cuatro" del
CNE obtuvo, se pueden "estirar" a 300 mil, sin todavía considerar los
maltratados votos del exterior.
Tenemos, pues, un presidente al que
podremos llamar "presidente 1%", cuando la secta esperaba que sería
el del arrase postfunerario. Carece del liderazgo, y de eso que los académicos
llaman la auctoritas, para llevar a
cabo una pizca de buen gobierno. Peor aún, su deslucido discurso de la noche
profunda de este domingo mostró que si no sabe manejar la victoria, menos lo
hará con una bien apretada. Cayó 5 puntos y su opositor creció el equivalente.
Su discurso, además de poco
inteligente, mostró mezquindad, como cuando prácticamente dijo que Capriles
"le había solicitado una especie de audiencia para proponerle un arreglito
vagabundo". Mal comienzo éste del 1%. Ese discurso no hace otra cosa que
enardecer ─ y utilizo el verbo expresamente ─ a la mitad que ni lo acepta ni lo
traga. Va a requerir ayuda en bruto de los que ahora denigra, así que mejor le
va "cuidar la lengua", como aconsejaba Luis Herrera.
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