Alexander Cambero. ANALITICA.com
Henrique Capriles vuelve a recorrer el
país. Es emocionante ver cómo reúne grandes conglomerados que buscan una
alternativa ante la pretensión hegemónica del régimen.
Sus palabras tienen la grandeza de
contar con un discurso directo que llega con suma facilidad al oyente. Cruza
nuestra geografía para aparecer en cualquier punto de ella, con la frescura que
brinda su compromiso con la patria. Es un líder sin ínfulas de inmortalidad,
haciendo énfasis en su vocación de servicio como mecanismo idóneo para encauzar
una nación envuelta en una gran incertidumbre. Capriles le imprime un
entusiasmo que contagia a miles que pesaban que el destino final era permanecer
atrapados en las redes de esta tupida telaraña de bajas pasiones.
Su adversario es todo lo contrario.
Administra una herencia electoral y política que no bregó. Con suma habilidad
escaló posiciones hasta desplazar a los que se alzaron en los cuarteles el
cuatro de febrero de 1992. Aquellos lo arriesgaron todo en un momento cumbre de
sus carreras militares. Tuvieron que enfrentar las vicisitudes de levantarse en
contra de la Constitución, exponiendo sus vidas en aquella noche que no
olvidaremos jamás. Sus familias sintieron cómo el sobresalto se incorporaba
dramáticamente al seno del hogar. Mientras esto ocurría Nicolás Maduro era un
reposero más en la nómina del Metro de Caracas. Alguien que solo se retrataba
en taquilla los viernes por la mañana. De la noche a la mañana el holgazán se
transformó en bolivariano. En aquellos azarosos días logró conectarse con Hugo
Chávez hasta obtener todo su apoyo en la persecución de sus metas. Era el
obediente que jamás contradijo una posición de su amo. Aplaudía con frenesí sus
excentricidades. Su forma complaciente de endulzar el ego del líder le fue
granjeando simpatías. Nadie sabía cómo pensaba o si discrepaba en algo. Desde
el principio fue un títere que movían con suma facilidad ya que descubrieron
que era huérfano de talento. Que su característica principal era la falta de
seso.
La muerte de Hugo Chávez y la grosera
intromisión del régimen cubano lo hizo candidato presidencial. Raúl Castro
conoce sus debilidades y las utiliza a su favor, Maduro es el perfecto aliado
que necesitan para seguir llevándose el dinero. Este señor es un verdadero
impostor que responde primero a los intereses antillanos que a la soberanía
patria. Cuba cuenta con las piezas que lo manejan a su antojo. Desde el
exembajador Germán Sánchez Otero hasta Raúl Castro, sin olvidar a quienes lo
marcaron de cerca en algún momento: Francisco Pérez Roque y Ramiro Valdez.
Ellos están de plácemes ante la posibilidad de ponerle la mano al botín.
Venezuela tendrá en sus manos la
decisión más importante del último tiempo. El domingo 14 de abril escogerá
entre Henrique Capriles y Nicolás Maduro. Sus trayectorias son diametralmente
opuestas. El abanderado democrático es un joven profesional con numerosos
éxitos como servidor público. Un trabajador incansable que exhibe una
honestidad a prueba de todo. Su adversario es simplemente un instrumento del
gobierno cubano para accesar a nuestras divisas. Alguien que dirigen desde La
Habana con una carta de presentación pobrísima en todos los órdenes. Maduro
tiene a Cuba en el corazón y hará todo lo posible para fortalecerla a ella en desmedro
de nuestra nación.
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