Fernando Ochoa Antich. EL UNIVERSAL
El 11 de abril de 2002, es una
dolorosa fecha que exige de un juicio
histórico desapasionado y objetivo. Hacerlo, en este momento, no es sencillo.
El debate político y la propaganda chavista lo impiden totalmente. Su estudio
exige diferenciar los acontecimientos que se desarrollaron propiamente el 11 de
abril de aquellos que ocurrieron en la madrugada del 12 y se prolongaron hasta
el 14 al regresar Chávez al poder. Son partes de un mismo proceso histórico,
pero con un significado distinto: la marcha una protesta popular; el golpe de Estado
una violación constitucional. Hugo
Chávez había percibido, a través de los medios de inteligencia, un creciente
descontento en la Fuerza Armada y en Pdvsa, que de desarrollarse podía
comprometer la estabilidad de su gobierno.
El régimen llegó a la conclusión que
debía provocar el estallido de la crisis antes de que esos factores lograran
organizarse suficientemente para actuar. Su decisión fue provocar un primer
enfrentamiento imponiendo una Junta Directiva a Pdvsa, absolutamente contraria
a sus valores como empresa. El siete de
abril, en su programa "Aló, Presidente", Hugo Chávez despidió a siete
altos funcionarios de Pdvsa de una manera tan vergonzosa que produjo un profundo rechazo en la opinión
pública. La respuesta de la oposición fue convocar a un paro cívico indefinido.
El día 11 de abril se organizó una marcha hacia las oficinas de Pdvsa en Chuao.
La concentración superó las expectativas. Este éxito condujo a plantear avanzar
hacia Miraflores a solicitar la renuncia de Hugo Chávez.
Al conocerse que la marcha tomaba esa
dirección varios dirigentes chavistas, entre quienes destacaban Juan Barreto y
Freddy Bernal, de manera irresponsable invitaron a sus partidarios a
concentrarse alrededor de Miraflores para defender al gobierno. Cientos de
chavista atendieron el llamado. La
certeza de un enfrentamiento se hizo realidad. Los rumores del derrocamiento
del presidente Chávez empezaron a circular. La marcha continuó hacia el centro,
dividiéndose en tres grandes columnas: una continúo hacia Miraflores buscando
El Calvario; otra buscó la avenida Sur 8 rumbo al liceo Fermín Toro y la
tercera, la avenida Baralt. Los chavistas empezaron a atacar con piedras esa
última columna. De repente, se escucharon los primeros disparos provenientes de
Puente Llaguno.
Un valiente periodista, Luis
Fernández, de Venevisión, logró sobrepasar las medidas de seguridad y ubicar su
cámara en un edificio de siete pisos
diagonal con Miraflores. Su testimonio gráfico es fundamental para determinar
los hechos y valorarlos con justicia. Él logró filmar con absoluta veracidad lo
ocurrido. Desde Puente Llaguno, un grupo de funcionarios del gobierno,
dirigidos por Richard Peñalver y Rafael Cabrices, empezaron a disparar sobre la
marcha que pacíficamente transitaba hacia Miraflores por la avenida Baralt. La
Policía Metropolitana, en cumplimiento de su deber, los enfrentó. Curiosamente,
en ese momento comenzó la cadena
presidencial. La verdad, la única verdad es que no hubo ningún francotirador de
la oposición. Lo demás es propaganda...
El Alto Mando de la Fuerza Armada
empezó a percibir, después de las 3 pm, que existía una gran responsabilidad de
parte del presidente de la República en dichos asesinatos. Chávez pensó que la
aplicación del Plan Ávila le permitiría superar la crisis, pero el Alto Mando
Militar, al recordar el 27 de Febrero y la norma constitucional, se negó a
cumplir la orden. Este enfrentamiento terminó de convencerlos que el único
camino posible para evitar un trágico enfrentamiento nacional, de consecuencias
impredecibles, era solicitar la renuncia de Hugo Chávez. A partir de ese
momento se desbordaron los acontecimientos. Chávez comprendió que necesitaba
ganar tiempo. Decidió presentar su renuncia con la condición de ser enviado a
Cuba. El general Lucas Rincón lo anunció al país.
Todo parecía consumado. Sólo faltaba
que firmara la carta de renuncia, pero
se negó a hacerlo hasta no tener garantizada su salida a Cuba. A partir
de ese momento, el Alto Mando Militar perdió
totalmente la visión de lo que debería hacer. De manera sorprendente, la
situación empezó a ser manipulada por un joven empresario Isaac Pérez Recao. De
allí surgió la idea de designar a Pedro Carmona como presidente de la
República, y de violar flagrantemente la Constitución Nacional. Las
consecuencias fueron muy graves: la justificada renuncia de Hugo Chávez se
transformó en un golpe de Estado. Para colmo, la designación del vicealmirante
Héctor Ramírez Pérez, como ministro de la Defensa, dividió a la Fuerza Armada.
La esperanza de los venezolanos, que murieron durante la marcha del 11 de
abril, fue traicionada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario