Fritz Du Bois. PERU21
Sin duda, la celeridad con la que
Unasur se ha juntado para avalar el fraude electoral del gobierno venezolano
confirma que esa entidad no es otra cosa que un legado de Chávez, como el
propio Maduro lo ha expresado.
En realidad, desde que fueron
convocados los mandatarios se dio por descontado que terminarían con algún
pronunciamiento diciendo que se debe ‘respetar el resultado’, acompañado de una
exhortación para que se convoque a la oposición y se intente abrir el diálogo.
Llamado que, dicho sea de paso, va a sonar bastante falso luego de las
matonescas amenazas de Maduro así como de las agresiones, incluso físicas, de los
legisladores chavistas a los otros parlamentarios.
Ademas, el que lleve a cabo una
auditoría la misma autoridad electoral que se encargó del proceso irregular no
parece correcto ya que difícilmente va a destapar algo. Esa labor la debería
realizar un ente imparcial, que es lo que Unasur hubiera demandado de ser otro
el país cuestionado.
Al final, los participantes en la
reunión han demostrado que mantienen un doble estándar en la región. Por una
parte está el presidente paraguayo, al que mantienen aislado pese a que el
proceso que destronó a Lugo era válido. Por otro lado, está la complicidad con
la que han avalado a Maduro luego de un proceso manipulado, pues este comparte
con la mayoría de presidentes de Unasur un discurso trasnochado.
Sin embargo, la pregunta que nos
hacemos es qué hacen en ese grupo Humala, Piñera o Santos, quienes están
implementando políticas coherentes de un modo relativamente adecuado. ¿Será que
son chavistas encubiertos que nos han engañado o es que se sienten amenazados?
Porque, en la práctica, la única
función de Unasur parece ser la de evitar que los actuales gobernantes sean
derrotados. Así, ‘todos a una’ se protegen para seguir en el cargo y el
debilitamiento democrático que trae consigo el entornillamiento los tiene sin
cuidado.
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