jueves, 4 de abril de 2013

El payaso de Pyongyang


Eugenio Yáñez. CUBAENCUENTRO

El territorio de Corea del Sur es menor que el de Corea del Norte, pero el Producto Interno Bruto (PIB) del Sur es 40 veces mayor que el del Norte. A nivel mundial, el PIB per cápita del sur ocupa el lugar número 40; el del norte, el 197. En Corea del Sur se celebran elecciones multipartidistas periódicamente, en Corea del Norte la misma dinastía de los Kim (abuelo, hijo, nieto) gobierna desde hace más de sesenta años. ¿Hay que decir algo más para entender por qué esas diferencias entre el Norte y el Sur?

El payaso de Pyongyang es un inexperto jovenzuelo muy conocido en su casa a la hora del almuerzo, que dicen que pasó por escuelas suizas, aunque las escuelas suizas no pasaron por él, “fan” de Walt Disney y del basket profesional americano (donde apareció otro payaso que materializó el clásico refrán francés de que “un tonto siempre encuentra a uno más tonto que lo admira”). Un día, por obra y gracia de la brutal tiranía que impera en su país, fue ascendido a general de cuatro estrellas sin haber disparado un solo tiro, y proclamado líder supremo, aunque aparentemente todavía no controla por sí mismo todos los resortes del poder. Y cree que puede jugar con armas nucleares y misiles como si se tratara de un Nintendo.

Sin tener legitimidad otorgada por las urnas o por un historial combativo, y frente a las sanciones que las naciones serias le imponen a su gobierno por su irresponsabilidad y temeridad, necesita desesperadamente conseguir ayudas alimenticias internacionales, que ni siquiera agradece, y presentarse ante su hambreado y sufrido pueblo como duro e indomable, para ganar protagonismo y reconocimiento. Entonces, recurriendo a la tradición chantajista de la dinastía Kim, lo único que se le ocurre es amenazar a Estados Unidos y Corea del Sur con ataques nucleares, idiotez que ni siquiera en los peores momentos de la Guerra Fría les pasó por la cabeza a los jerarcas comunistas. Solamente Fidel Castro lo intentó, sibilinamente, a través de los soviéticos durante la Crisis de Octubre de 1962, lo que sólo se conoció muchos años después, con la publicación de las memorias de Nikita Jrushov.

El payaso de Pyongyang ignora cuestiones elementales, como el hecho de que lanzar un ataque nuclear contra Estados Unidos o Corea del Sur lo menos que puede esperar es un nivel de represalia aplastante que borraría del mapa al agresor. Hasta los soviéticos, a pesar de su impresionante poderío nuclear, sabían eso.

Para que un misil nuclear de largo alcance constituya amenaza efectiva contra Estados Unidos son imprescindibles por lo menos cinco condiciones: disponer de silos de lanzamiento que no puedan ser destruidos por el enemigo antes del disparo; alcance de los misiles para llegar hasta los blancos pre-determinados; absoluta confiabilidad de que el misil disparado mantendrá su rumbo sin caer en la cabeza de los propios atacantes por fallos de funcionamiento; posibilidad realista de neutralizar los sistemas antimisiles del país-objetivo del ataque nuclear; y efectiva capacidad de miniaturización de las ojivas nucleares.

La obsoleta tecnología norcoreana no cumple ni medianamente ninguna de estas cinco condiciones señaladas, en un país donde la inteligencia occidental duda seriamente si su fuerza aérea dispone de combustible suficiente para que puedan volar sus aviones de combate. A pesar de eso, en su más reciente reunión partidista se propugnó la carrera nuclear sobre la indispensable alimentación y subsistencia de la población.

Sin embargo, el payaso podría ordenar ataques con armas convencionales y misiles tácticos contra Corea del Sur, y provocar grandes daños en Seúl y sus alrededores, donde viven 25 millones de personas y se emplazan más de 28,000 militares estadounidenses. Ya Washington y Seúl dijeron claramente que se toman “muy en serio” la situación. Suponer que no habría una respuesta demoledora de ambas naciones contra los agresores del norte es una quimera.

Es de esperar que los mandos militares norcoreanos de nivel superior, con calificación y experiencia para comprender que las cantaletas del payaso de Pyongyang son solamente eso, y que en ninguna circunstancia podrían ir más allá de malacrianzas de niño majadero pataleando y escandalizando, impidan que sus locuras de mariscal de play-station se materialicen, a no ser que todos esos mandos militares hubieran perdido la razón. ¿Sería posible? Si recordamos la ceguera y fanatismo de muchos calificados mariscales y generales alemanes bajo Hitler, la conclusión podría ser sobrecogedora.

Por otra parte, aunque no se hayan detectado hasta el momento movimientos bélicos inusuales en el norte que sugieran una posible agresión en preparación, no puede desecharse que, en medio de tantas escaladas, tensiones, lenguaje belicoso, y demasiado armamento en máxima alerta en aire, mar y tierra, un disparo accidental, desde cualquier parte, pudiera ser el tétrico detonante de un enfrentamiento de incalculables consecuencias, no solamente para la península coreana, sino para toda la humanidad.

El payaso de Pyongyang cree que poseer una fuerza nuclear “permite disuadir y garantizar y proteger nuestra soberanía”. En la propaganda para consumo interno norcoreano será tolerable ese disparate, pero para la realpolitik y los análisis serios de correlación de fuerzas militares, esa declaración no sobrepasa el pataleo de ahorcados.

La camarilla que dirige Corea del Norte, y que disfruta la vida como si fueran monarcas feudales europeos, de espaldas a las miserias de su pueblo, debería mantener la sensatez suficiente para evitar auto-aniquilarse en un infierno nuclear o convencional, recordándole al payaso de Pyongyang que la función termina temprano y que, como no hay electricidad suficiente en el país, hay que acostarse a dormir.

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