Eugenio Yáñez. CUBAENCUENTRO
El territorio de Corea del Sur es
menor que el de Corea del Norte, pero el Producto Interno Bruto (PIB) del Sur
es 40 veces mayor que el del Norte. A nivel mundial, el PIB per cápita del sur
ocupa el lugar número 40; el del norte, el 197. En Corea del Sur se celebran
elecciones multipartidistas periódicamente, en Corea del Norte la misma
dinastía de los Kim (abuelo, hijo, nieto) gobierna desde hace más de sesenta
años. ¿Hay que decir algo más para entender por qué esas diferencias entre el
Norte y el Sur?
El payaso de Pyongyang es un inexperto
jovenzuelo muy conocido en su casa a la hora del almuerzo, que dicen que pasó
por escuelas suizas, aunque las escuelas suizas no pasaron por él, “fan” de
Walt Disney y del basket profesional americano (donde apareció otro payaso que
materializó el clásico refrán francés de que “un tonto siempre encuentra a uno
más tonto que lo admira”). Un día, por obra y gracia de la brutal tiranía que
impera en su país, fue ascendido a general de cuatro estrellas sin haber disparado
un solo tiro, y proclamado líder supremo, aunque aparentemente todavía no
controla por sí mismo todos los resortes del poder. Y cree que puede jugar con
armas nucleares y misiles como si se tratara de un Nintendo.
Sin tener legitimidad otorgada por las
urnas o por un historial combativo, y frente a las sanciones que las naciones
serias le imponen a su gobierno por su irresponsabilidad y temeridad, necesita
desesperadamente conseguir ayudas alimenticias internacionales, que ni siquiera
agradece, y presentarse ante su hambreado y sufrido pueblo como duro e
indomable, para ganar protagonismo y reconocimiento. Entonces, recurriendo a la
tradición chantajista de la dinastía Kim, lo único que se le ocurre es amenazar
a Estados Unidos y Corea del Sur con ataques nucleares, idiotez que ni siquiera
en los peores momentos de la Guerra Fría les pasó por la cabeza a los jerarcas
comunistas. Solamente Fidel Castro lo intentó, sibilinamente, a través de los
soviéticos durante la Crisis de Octubre de 1962, lo que sólo se conoció muchos
años después, con la publicación de las memorias de Nikita Jrushov.
El payaso de Pyongyang ignora
cuestiones elementales, como el hecho de que lanzar un ataque nuclear contra
Estados Unidos o Corea del Sur lo menos que puede esperar es un nivel de
represalia aplastante que borraría del mapa al agresor. Hasta los soviéticos, a
pesar de su impresionante poderío nuclear, sabían eso.
Para que un misil nuclear de largo
alcance constituya amenaza efectiva contra Estados Unidos son imprescindibles por
lo menos cinco condiciones: disponer de silos de lanzamiento que no puedan ser
destruidos por el enemigo antes del disparo; alcance de los misiles para llegar
hasta los blancos pre-determinados; absoluta confiabilidad de que el misil
disparado mantendrá su rumbo sin caer en la cabeza de los propios atacantes por
fallos de funcionamiento; posibilidad realista de neutralizar los sistemas
antimisiles del país-objetivo del ataque nuclear; y efectiva capacidad de
miniaturización de las ojivas nucleares.
La obsoleta tecnología norcoreana no
cumple ni medianamente ninguna de estas cinco condiciones señaladas, en un país
donde la inteligencia occidental duda seriamente si su fuerza aérea dispone de
combustible suficiente para que puedan volar sus aviones de combate. A pesar de
eso, en su más reciente reunión partidista se propugnó la carrera nuclear sobre
la indispensable alimentación y subsistencia de la población.
Sin embargo, el payaso podría ordenar
ataques con armas convencionales y misiles tácticos contra Corea del Sur, y
provocar grandes daños en Seúl y sus alrededores, donde viven 25 millones de
personas y se emplazan más de 28,000 militares estadounidenses. Ya Washington y
Seúl dijeron claramente que se toman “muy en serio” la situación. Suponer que
no habría una respuesta demoledora de ambas naciones contra los agresores del
norte es una quimera.
Es de esperar que los mandos militares
norcoreanos de nivel superior, con calificación y experiencia para comprender
que las cantaletas del payaso de Pyongyang son solamente eso, y que en ninguna
circunstancia podrían ir más allá de malacrianzas de niño majadero pataleando y
escandalizando, impidan que sus locuras de mariscal de play-station se
materialicen, a no ser que todos esos mandos militares hubieran perdido la
razón. ¿Sería posible? Si recordamos la ceguera y fanatismo de muchos
calificados mariscales y generales alemanes bajo Hitler, la conclusión podría
ser sobrecogedora.
Por otra parte, aunque no se hayan
detectado hasta el momento movimientos bélicos inusuales en el norte que
sugieran una posible agresión en preparación, no puede desecharse que, en medio
de tantas escaladas, tensiones, lenguaje belicoso, y demasiado armamento en
máxima alerta en aire, mar y tierra, un disparo accidental, desde cualquier parte,
pudiera ser el tétrico detonante de un enfrentamiento de incalculables
consecuencias, no solamente para la península coreana, sino para toda la
humanidad.
El payaso de Pyongyang cree que poseer
una fuerza nuclear “permite disuadir y garantizar y proteger nuestra
soberanía”. En la propaganda para consumo interno norcoreano será tolerable ese
disparate, pero para la realpolitik y los análisis serios de correlación de
fuerzas militares, esa declaración no sobrepasa el pataleo de ahorcados.
La camarilla que dirige Corea del
Norte, y que disfruta la vida como si fueran monarcas feudales europeos, de
espaldas a las miserias de su pueblo, debería mantener la sensatez suficiente
para evitar auto-aniquilarse en un infierno nuclear o convencional,
recordándole al payaso de Pyongyang que la función termina temprano y que, como
no hay electricidad suficiente en el país, hay que acostarse a dormir.
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