José Rafael López Padrino. TALCUAL DIGITAL
Ha muerto el caudillo militar del
siglo XXI. A diferencia de muchos otros, falleció en su lecho de enfermo, sin
la tragedia de una batalla, y sin haber olido la pólvora del combate.
Murió "el comandante en
jefe", quien llamó muchas veces al combate rodilla en tierra, pero que
paradójicamente nunca combatió pues siempre optó por la rendición como lo hizo
el 4F y el 11A.
Ha desaparecido el padre del
socialfascismo bolivariano, la mayor estafa social del siglo XXI, una colmena
de contradicciones ideológicas, sinónimo de demagogia, de caudillismo, de
militarismo, de sublimación de lo tumultuario, del uso y abuso de la palabra
pueblo y de falsas retóricas nacionalistas y anticapitalistas.
Su desaparición despertó un gran
fervor y tristeza en sus seguidores, quienes con lágrimas en los ojos
lamentaban la muerte del "Cristo de los pobres". Sin embargo, esas
genuinas lágrimas fueron derramadas por la figura de un Chávez que nunca existió
en la vida real.
No fue un redentor de los excluidos,
sino un gran manipulador, que gracias a un enorme aparato de propaganda
goebbeliana, generó la falsa ilusión entre los pobres de que había un
gobernante que entendía sus necesidades y que luchaba por sus intereses.
Su gran acierto fue construir una
falaz percepción de que le importaban "los de abajo, los
desposeídos", a quienes manipuló y utilizó para hacerse de un considerable
respaldo popular y consolidarse en el poder. Creó un populismo sentimental basado
en profundos lazos emocionales en torno a un grotesco culto a su persona.
Hipócritamente habló del
empoderamiento del pueblo a través de la creación del Poder Popular (PP),
instancia tutelada política y económicamente por el gobierno central; PP que se
convirtió en un apéndice del régimen.
Apeló a la defensa de nuestra
soberanía nacional, mientras impulsó un proyecto antinacional que ha conducido
al colapso e hipoteca de nuestra economía, así como a la entrega de nuestras
riquezas energéticas a las transnacionales.
Proclamó la emancipación de las etnias
indígenas, pero puso en práctica la eliminación selectiva de sus líderes como
fue el asesinato del cacique yukpa Sabino Romero.
Se autocalificó de obrerista pero
persiguió, criminalizó y encarceló a los sindicalistas independientes, como fue
el caso de Rubén González, representante de los mineros de la Ferrominera.
Reivindicó a los movimientos sociales, pero los desactivó y conculcó sus
espacios de lucha.
La estrategia del oficialismo será
alimentar lealtades cuasi religiosas en los seguidores del tte coronel. Será
crear la imagen de un martirio necesario en torno a la figura del líder
fallecido, aunque ello signifique proponer hipótesis absurdas, sin
fundamentación científica alguna como afirmar que fue víctima de un cáncer
inoculado en su organismo.
Pretenden eternizar su figura a fin de
preservar la unidad entre sus seguidores y servirle de muletilla al mediocre e
incapaz de "mentira exprés" Maduro.
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