Mario J. Viera. Englewood, Florida.
Si los resultados de las últimas encuestas se ajustan a la verdad de la intención del voto de los ecuatorianos, el 7 de mayo los ecuatorianos se colocarán al cuello el dogal de la dictadura. No hay vuelta de hoja, si vence el Sí en el referendo, el gobierno de Rafael Correa tendrá un poderoso instrumento para imponer la censura al pensamiento libre y al escrutinio de la prensa.
Si se aprueba el Consejo Regulador, el periodismo se convertirá en un oficio indigno, obligado a callar ante las arbitrariedades del poder.
Cuando un pueblo no puede expresar su opinión sin miedo a los fulminantes rayos de la cúpula gubernamental, ese pueblo ha perdido su más poderosa arma en la defensa de sus libertades. Los tiranos necesitan pueblos sumisos, mudos, dispuestos a soportar todos los desmanes sin proferir una protesta.
La prensa, con todos los defectos que puedan encontrarse en algún medio, es el organismo fiscalizador de las actividades del gobierno, que orienta e informa y son los ciudadanos los primeros que deben exigir que se respete el derecho de la prensa a expresar libremente su opinión, un derecho que en definitiva es el del mismo pueblo.
El control del Poder Judicial por los gobernantes es el medio más eficaz para permitir la impunidad de la corrupción y suprimir las garantías judiciales que todo ciudadano tiene derecho aun ante las decisiones de sus gobiernos. Como ha expuesto el conocido analista político Andrés Oppenheimer si se aprueban las cláusulas del referendo que limitan el ejercicio de la prensa “el gobierno tendrá mano libre para hacer lo que se le antoje. Será una invitación al enriquecimiento ilícito, sin que nadie pueda denunciarlo.
Rafael Correa ha demostrado qué bilis le gobiernan. Salta furioso contra todo cuestionamiento, se enfurece, asume actitud de matón de barriada; cualquier crítica a su gestión la toma como ofensa a su magistratura y a su intocable persona. No duda en llevar a la cárcel o demandar a cualquiera que le critique. Su prepotencia chavista-castrista no tiene límites.
El desacato es el instrumento legal por medio del cual puede impedir cualquier opinión que le sea contraria. Es el mismo instrumento por el cual Fidel Castro ha llenado las cárceles con opositores y críticos.
Si los ecuatorianos, adormilados por el populismo, se deciden a concederle la victoria a la opción del sí, estarán firmando su suicidio como pueblo. Esa es la triste experiencia del pueblo cubano.
Engañados los cubanos por las promesas populistas del castrismo luego del triunfo revolucionario y por la agitación demagógica en contra de las clases explotadoras, entregaron su voluntad a los designios de un nuevo Augusto César que pronto consolidó su poder omnímodo, canceló el ejercicio de las elecciones democráticas ─ “Elecciones ¿para qué?” había clamado públicamente Fidel Castro con el acatamiento popular ─, impuso la pena de fusilamiento contra toda manifestación de descontento, contra todo aquel considerado unilateralmente enemigo de la patria a la sombra de los gritos lúgubres del populacho “¡Paredón, paredón!”. Confiscó la empresa privada con lo que propició el estancamiento y retroceso de la economía nacional. Confiscó la prensa convirtiendo al periodismo en alabardero y propagandista de su sistema, y manipulando y deformando la información.
Cuando un pueblo cede en el abandono de un principio estará cediendo a todos sus principios.
Cuando despertaron del sueño comunista, los cubanos se encontraron maniatados y amordazados y sin capacidad para encauzar su descontento. No quisiera la misma suerte para el pueblo ecuatoriano; pero eso lo decidirán los electores si optan por votar a favor del Sí.
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