Reinaldo Escobar | La Habana. Tomado de Diario de Cuba
Este lunes la portada del diario Granma estuvo totalmente ocupada por un editorial titulado Fabricar pretextos, donde se da a entender que aquellos que exigieron a las autoridades que se practicaran las investigaciones pertinentes y se sancionara a los responsables, caso de haberlos, ante la muerte del ciudadano Juan Wilfredo Soto García, lo único que estaban buscando era fabricar pretextos para una invasión militar norteamericana.
El despliegue del texto y el tono amenazante de las advertencias parecen indicar a los ciudadanos que cualquiera que de ahora en adelante se queje de un atropello realizado por la fuerza pública puede ser procesado por traición a la patria. Donde digo atropello, incluyo una detención arbitraria, un desalojo, un mitin de repudio, o uno de esos "secuestros relámpagos" en los que una persona es introducida a la fuerza en un auto y alejada del sitio al que pretendía acudir. ¿O también van a decir que nada de eso ocurre?
En un párrafo que hace de saco inmenso, Granma incluye a informantes "multipremiados" (solo conozco a la bloguera Yoani Sánchez en ese acápite), políticos extranjeros, medios de prensa y periodistas acreditados en el país. A continuación se dice que "todos ellos" callan ante los horrores de las guerras de Irak y Afganistán, guardan silencio ante el uso de la tortura, "impiden" la investigación de los crímenes cometidos por el imperialismo, y otras desvergüenzas más.
La idea de que a los periodistas independientes y blogueros cubanos "les encantaría invocar la 'protección de civiles' para bombardear La Habana", aun cuando haya sido redactada como una pregunta, resulta cuando menos repudiable.
Si ese es el método elegido para acallar las denuncias de violaciones a los derechos ciudadanos y los excesos cometidos por agentes de la policía, uniformados o no, se puede vaticinar que fracasará. El argumento de "no darle pretextos al enemigo" es demasiado manido y podría usarse hasta cuando un científico demuestra que las aguas de un arroyo han sido contaminadas por una industria, o cuando alguien narra cualquier abuso administrativo, cualquier acto de corrupción, cualquier incumplimiento a una promesa del gobierno.
Los gobernantes que rinden cuentas a sus ciudadanos, que no se ofenden cuando alguien duda de la verdad oficial, no amenazan a los quejosos, sino que crean mecanismos civilizados de consulta, en los que la transparencia es un principio inviolable y la búsqueda de la verdad es el único propósito. De hecho no tengo pruebas fehacientes de que exista en el mundo uno solo que actúe de esa forma, pero es como me gustaría que actuaran los de mi país.
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