Luis Cino Alvarez.
Arroyo Naranjo, La Habana, 5 de mayo de 2011 (PD) Es pasmosa la simplicidad rayana en la estupidez de la mayoría de los análisis sobre los resultados del VI Congreso del Partido Comunista.
No me refiero a los teóricos de café con leche del Versailles y los que se comen a dentelladas el castrismo en la radio de Miami, que opinan que en Cuba desde 1959 no ha cambiado absolutamente nada. Tampoco a los viejitos ñángaras a ultranza, que a falta de mejores alimentos comen candela; los calambucos de la fe ciega en el Comandante y su hermano sucesor, que repiten como papagayos que ahora sí se va a perfeccionar el socialismo verde olivo, tan raído como sus boinas de miliciano de hace 50 años y sin naftalina.
Menos todavía pierdo mi tiempo en hablar de Ricardo Alarcón, el presidente de la monocordemente unánime e inanimada Asamblea Nacional del Poder Popular, famoso por las imbecilidades que repite desde aquel memorable papelazo ante los estudiantes de la UCI. Su tontería acerca del congestionamiento de aviones en el cielo sólo es comparable al congestionamiento de ancianos en el Comité Central por la única razón de que la CIA no logró asesinarlos en más de medio siglo y ahora no hay qué carajo hacer con ellos que no sea convertir en asilo la jefatura comunista.
Hablo de personas inteligentes que se supone tengan algo original e interesante que decir. Pero no tema el periodista uruguayo Fernando Ravsberg, que esta vez apenas me voy a referir a lo que escribe en BBC Mundo. ¿Para qué? Por ahora, que siga confiado en que todo va a mejorar porque Raúl Castro es un hombre organizado y pragmático, como demostró hace 53 años en su principado guerrillero del Segundo Frente y luego durante cinco décadas al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que luego de librar las guerras africanas se dedicaron al chapisteo de artefactos bélicos, el perfeccionamiento empresarial y la formación de jingshangs. Que siga Ravsberg, que aspira a aprender de los cubanos de a pie pero sólo se codea con los privilegiados, en la crédula espera de los cuadros partidistas que sacará el general-presidente de su cantera (¿o la chistera?).
El que se lleva todas las palmas en las opiniones desatinadas sobre el VI Congreso es el escritor exiliado Norberto Fuentes. No tanto por los despropósitos y las supercherías como por la incorrección política de la que imagino presuma para posar de tipo por encima del bien y el mal. Aun a costa de mostrarse como un racista, por no decir otra cosa, de ampanga.
Según sus respuestas a las preguntas del cuestionario del periodista español Pedro Schwarze, para Norberto Fuentes lo más novedoso del VI Congreso fueron “las negras, la cantidad de negras que hay ahora en el Comité Central”. Sencillamente genial.
Fuentes se congratula del advenimiento al Comité Central del Partido Único de las negras, sobrevivientes darwinianas, a prueba de todo, aun del machismo cubano proverbial y las mariconás de la casta gobernante, desde siempre blanca, masculina, exclusiva y excluyente. Pero el escritor no puede ocultar el tufillo sexista y racista. ¿Acaso los pocos negros designados y las comunistas blancas en el Comité Central importan menos?
Perdónenme, pero no puedo evitar que la negra fuerte y ferozmente maternal que pinta Norberto Fuentes me evoque a Doña Delicias, la de los pomos de mayonesa, con sonrisa mansa y pañuelo de vayajá en la cabeza. Como acabada de salir del barracón, lista a cocinar para los amos.
Qué vamos a hacer si el ex-escritor mimado de la corte verde olivo nunca ha logrado del todo cortar el cordón umbilical con sus machistas y racistas jefes y amigotes del ayer.
Aparte de los piropos ocasionales y la admiración que no puede ocultar por Raúl Castro (que no por Fidel), Fuentes, empecinado que es, pretende retomar la revolución un poco antes del punto en que la dejó plantada. Es decir, en junio de 1989, cuando fusilaron a sus amigotes, el general Ochoa, el coronel La Guardia y otros dos militares, a los que ahora quiere presentar como “los audaces, los no domesticados”, los que querían hacer los mismos cambios que ahora hacen.
Fuentes dice que en junio de 1989 “se jodió la revolución”. El escritor, que tanto sabe o quiere aparentar que sabe, debe saber por qué lo dice, pero la mayoría de los cubanos la vemos ahora tan jodida o mucho más, en todos los aspectos, que entonces.
Confieso que me duelen más los disidentes presidencialmente autorizados a apalear si se atreven a intentar tomar las calles de los revolucionarios -¡con tanta calle como hay!- que todos los dirigentes tronados y por tronar y el general y el coronel fusilados hace casi 22 años en la Causa 1. Vuelvan a perdonar mi franqueza, pero ellos se lo buscaron, ese no es nuestro velorio.
No sé Norberto Fuentes, pero a mí lo que me aflige el alma es ver como mi país se hunde irremisiblemente en la ruina, la degradación y la desesperanza.
No logro entender por qué Fuentes da por terminado el período de los funcionarios grises. ¿Vendrán ahora, luego del VI Congreso, con pespuntes negros, y como en aquella canción de los Grateful Dead, con sólo un toque de gris?
No creo que nadie en su sano juicio ponga demasiadas esperanzas en la corrida de cincuentones oportunistas, simuladores y acomodados. Trepan, reptan, mienten, hacen concesiones; si no fuera así, no estarían donde están. En la piña y la piñata. Todos sabemos, no digamos de su doble moral, sino de su casi absoluta falta de ella.
Para el caso, poco importa si los cincuentones futuros mandamases no le temen a la informática, las inversiones extranjeras, las recetas del capitalismo salvaje, los timbiriches, el rock, los travestis y los pantalones cortos (deben quedarles que ni pintados).
Con ellos al frente, no llegaremos mucho más allá de la mezcla estrambótica del capitalismo mercantil del menudeo, el socialismo burocratizado sin subsidio pero con una asistencia social personalizada, casi simbólica, para guardar las apariencias de benefactores. Y si acaso, una democracia putineska y de engañifa por los cuatro costados.
Fuera mejor si esa generación de jóvenes panzudos, con canas y patas de gallina, de la que tanto espera Norberto Fuentes, le temiera a más cosas de las que ahora teme. Sobre todo, al naufragio de la nación. Pero me temo que sería pedirles demasiado.
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