José Antonio Fornaris
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Durante una larga temporada compartí mi vida con una señora a la que quise mucho. Era muy atractiva y con deseos de triunfar en la vida, pero siempre estaba dando órdenes.
Para ella, salvo raras excepciones, yo no hacía nada bien. Además, era culpable, sin ningún tipo de duda, de cualquier cosa desagradable que ocurriera. Fui culpable hasta de que se hundiera el Titanic.
Mi autoestima andaba por el subsuelo. Estuve a punto de quedar con complejo de inferioridad por los siglos de los siglos. Pero me salvaron los americanos. Un buen día me di cuenta que los gringos y yo teníamos eso en común: Estados Unidos todo lo hacía mal y era culpable de todos los problemas del universo; igual que yo.
Si le cortaban un colmillo a un elefante en Kenia, Estados Unidos era el responsable porque el serrucho empleado en la operación decía Made in USA. Si en la zona del Canal a un custodio panameño se le escapaba un disparo y hería a un civil, era debido a que los instructores militares estadounidenses no supieron preparar bien a ese guardia.
Y entonces me dije: Si la nación líder del planeta, la más poderosa, rica y avanzada del mundo, lo hace todo mal, ¿qué de malo puede haber en que yo, un simple e infeliz mortal, un átomo intrascendente, actúe igual?
Ante ese panorama razoné y concluí: ¡Al carajo los pasteles que no son de coco! Y así pude salvarme.
Lo anterior viene a colación porque en estos días me enteré de que -¡según los chinos!- Estados Unidos es un contumaz violador de los derechos humanos. Por si fuera poco, la afirmación está avalada por Fidel Castro en una de sus últimas Reflexiones, publicada en los medios de la isla que, como todos sabemos, nunca publican o dicen una mentira pequeña. Siempre van por las cosas grandes.
Claro, la oportuna “reflexión”, se produjo pocos días después de que se efectuara el VI Congreso del Partido Comunista, donde el general Raúl Castro, también reconoció que los comunistas cubanos habían estado 50 años cometiendo errores.
Eso no es extraño, durante ese medio siglo han estado atentos y vigilantes, súper concentrados en todo lo que hace Estados Unidos y en cualquier cosa –mala, por supuesto- que se diga de ese país en cualquier lugar del planeta. No han tenido tiempo de dedicarse con rigor a los asuntos domésticos que, dicho sea de paso, es para lo que se les paga.
No obstante, sería bueno, muy bueno en realidad, que pusieran en práctica dentro del territorio nacional, alguna de las recetas, aunque sea la más simple, de las que siempre están ofreciendo para mejorar la comunidad internacional y el proceder de Estados Unidos.
Aunque pensándolo bien, lo mejor sería que comenzaran a hacer las cosas mal; como hacen los americanos y los demás países que están bien. Y que se apuren, que les queda poco tiempo.
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