René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Durante mis decenios de lucha contra el totalitarismo castrista, han muerto en libertad muchos hermanos de empeño. El más prominente, Don Gustavo Arcos Bergnes, con cuya amistad me honré y a quien no pude dar el último adiós, ya que su lamentable deceso se produjo durante mi segunda estancia en prisión.
También están Jesús Yanes Pelletier y Miguel Valdés Tamayo, y otros un poco menos conocidos, como Gladys Núñez Villalta, José Ramón Ávalos, Mercedes Núñez y el inefable Amargós, a quien me parece estar viendo tocando sudoroso a mi puerta —como a las de tantos otros— para invitarme a lo que él llamaba “un encuentro democrático”: todos reunidos y él de presidente.
Pensé que, tras escribir mi artículo “Crónica de un asesinato anunciado”, no tendría que volver a ocuparme de la desgraciada muerte de Juan Wilfredo Soto, pero la maldad de los propagandistas del régimen comunista, empeñados en tratar de ocultar que El Estudiante perdió la vida a pocas horas de una brutal paliza policial, me obliga a abordar de nuevo el tema.
A esos que tratan de negar lo evidente, les haría de entrada una pregunta: Si, como argumentan, lo que se dice sobre Soto García es sólo una gran mentira de nosotros los disidentes y la prensa extranjera, entonces ¿por qué estuvimos esperando a que muriera él para comenzar la gran campaña?
Digo esto porque, como recordaba unos párrafos atrás, durante muchos años han estado falleciendo opositores cubanos, pero a nadie se le ocurrió responsabilizar de sus decesos a las autoridades. En ninguno de esos sucedidos anteriores se hizo una imputación parecida a la actual.
¿Qué de especial tendría Soto para que hayamos hecho con él lo que omitimos antes? Lo único peculiar es que, a diferencia de nuestros otros muertos, él sí fue víctima de una feroz golpiza que lo privó de la vida. Por eso es que la denuncia de un crimen, que faltó en los restantes casos, sí se hizo en el de Juan Wilfredo.
Nos hemos limitado a decir la verdad y nada más que la verdad. Por esa razón es que las otras desapariciones físicas de disidentes no las utilizamos como pretexto para iniciar una campaña. Porque hubiéramos tenido que mentir.
El razonamiento oficialista, pese a su reiteración, resulta endeble. La misma nota Informativa habla del “occiso”, término que, según el diccionario, significa “muerto violentamente”. Las declaraciones de varios médicos y de familiares atemorizados fueron editadas de manera escandalosa, convertidas en un verdadero picotillo, y ya se sabe que, si se emplean recursos de esa índole, puede mostrarse al Papa atacando a Cristo…
En cualquier caso, los castristas disponen ahora de medios ideales para demostrar la supuesta falsía de sus oponentes. Sólo necesitan exhibir los videos grabados por las cámaras de seguridad del parque Vidal, así como los tomados durante la necropsia de Juan Wilfredo. O facilitar que forenses de reconocido prestigio internacional realicen un nuevo examen post mórtem, tal y como pedimos los miembros del grupo plural de análisis ALDECU el pasado día 10 de mayo.
En el ínterin, hacen mal los bolcheviques cubanos si creen haber obtenido un éxito notable al persuadir a algunos ciudadanos de su torcida versión de los hechos. En el mejor de los casos, es posible que hayan logrado convencer a una parte de la población —incluso tal vez mayoritaria— en La Habana u Oriente, pero no en Santa Clara.
En la ciudad de Marta Abreu son demasiados los que presenciaron los sucesos, y aunque los comunistas hayan logrado atemorizar a los testigos para que no publiquen lo que vieron, no pueden impedirles comentar el caso con sus parientes y amigos. De ese modo, todos los lugareños se han ido enterando de la triste realidad.
Por ende, que no se asombren si su discurso propagandístico se desvaloriza aún más a los ojos de los santaclareños, o si su retórica es repudiada por ellos. Porque, como reza el refrán: “Por mucho que la mentira vuele, siempre la verdad la alcanza”.
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