lunes, 16 de mayo de 2011

Visión desde la Isla: la nueva emigración cubana

Es mejor llegar cansado

Augusto César San Martin (*)
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – En comparación con años anteriores  la cifra de cubanos que atraviesa el estrecho  de la Florida hacia los Estados Unidos ha declinado. El esfuerzo por detener el flujo de  emigrantes ilegales, favorecido por la crisis económica de Norteamérica, ha dado sus frutos.

Por otra parte, la flexibilización de los viajes desde Estados Unidos a Cuba, ha incrementado el número de cubanos que, procedentes de allá, visitan la isla. Muchos vienen varias veces al año.

Para los cubanos siempre será favorable el reencuentro entre familiares y amigos aunque la separación haya sido poco menos de dos años. Las primeras oleadas de cubanos que se fueron estuvieron décadas sin ver a sus familiares en la isla, ya que el gobierno cubano no permitió las visitas de los exiliados hasta 1979. La emigración va generalmente acompañada  de  nostalgia y deseos de volver, aun cuando las causas que motivaron la fuga permanezcan intactas.

No obstante, hay algo diferente en la actitud de muchos de los cubanos que emigran ahora. Los aires de libertad que traían los exiliados de antes cuando visitaban la isla, se han contaminado con las  oleadas sucesivas de migrantes. Algo comprensible, si se tiene en cuenta que la mayoría de los que se han ido hace poco tiempo nació y se educó con la revolución.

Casi la totalidad de las generaciones a las que me refiero cuando regresan a Cuba se lamentan de que “allá fuera”, hay que trabajar como salvajes para subsistir. Al oírles hablar de su nueva vida, hasta se percibe añoranza por el paternalismo gubernamental que dejaron atrás y la situación económica y  política  que los hizo marchar del país. Aunque  todos siempre toman el vuelo de regreso a su nueva casa, a pesar  de que “aquello está muy malo”.

El  mensaje que transmiten a los cubanos que permanecen dentro de la burbuja de hierro es que Cuba es el único país del mundo donde se vive sin trabajar. Muchos, de aquí y de allá, aseguran que en la isla, “con dinero y negocios”, se vive mejor que en el extranjero.

Es penoso que la necedad y el desconocimiento los hagan pensar así. Más lamentable aún es que, en las mentes de muchos cubanos, el trabajo haya dejado de ser visto como algo positivo, como la mejor vía para el progreso económico y un aporte indispensable para la sociedad.

La pérdida de la natural correlación entre trabajo y remuneración ha hecho que el concepto de “trabajar”, para vivir y prosperar, haya sido sustituido en Cuba por lo que ahora llaman eufemísticamente “luchar” o “resolver”. A la hora de buscar un empleo, más importante que el salario, es la posibilidad de “luchar” o “resolver” que el puesto ofrezca, porque eso puede triplicar el sueldo, que es prácticamente simbólico.

Cuando el salario no da, lo cual ocurre siempre, y las características del puesto de trabajo no permiten la “lucha” o el “invento”, el trabajador pierde la motivación y prefiere incorporarse a los miles que viven del mercado negro, que se nutre de lo que “resuelven” los que tienen los puestos de trabajos que se los permiten. Este torcido sistema de valores funciona como una cadena degenerativa que hace pensar que Cuba es un país de  vagos.

Pienso que es mejor llegar a casa cansado de trabajar  que vivir agobiado  de “luchar”. Por desgracia para los cubanos, vivir en la ilegalidad laboral se ha convertido en algo tan común que forma ya parte de las añoranzas de muchos emigrantes, especialmente los de las últimas oleadas.

Estos nuevos emigrantes, que cumplieron fielmente con la guardia del C.D.R. hasta el día antes de emigrar, estaban tan acostumbrados a la simulación y la doble moral que ni siquiera se percatan de que lo hacían debido a la represión política que todavía existe en la isla que ahora visitan como turistas. La doble moral en que vivieron solo les deja el recuerdo del proteccionismo estatal y la “lucha” que los hizo prósperos sobre la cuerda floja.

A los cubanos que viven en la isla-prisión se les puede perdonar cualquier conclusión disparatada. Sumidos en la desinformación y dependientes de la limosna  gubernamental que los priva de sus derechos ciudadanos, no tienen otro  remedio que acomodarse y “luchar” como puedan para sobrevivir.

A los que me dicen  que la vida en el mundo exterior es dura y me aconsejan: “No te vayas si estás bien en Cuba”; les respondo: Si no me voy de Cuba, no es por los duro que sea el mundo, sino porque esta isla también es mía.


(*) Augusto Cesar San Martin. Nació el 20 de abril de 1967 en Ciudad de La Habana. Fue captado por el Ministerio del Interior y estudió Ciencias Penales en el Instituto Hermanos Martínez, en el que se graduó. Por discrepancias con los militares, pidió la baja permanente de ese organismo, solicitud que le fue denegada durante un año. En ese tiempo estableció contacto con los opositores pacíficos y fue encarcelado en 1994. Lo declararon preso de conciencia en 1996, y a su salida de la cárcel colaboró con la agencia Cuba Press de 1997 a 1999. En el año 2006 fundó el Centro de Información José Lezama Lima.


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