martes, 11 de enero de 2011

Otras irreflexiones de la estrella apagada del totalitarismo.

Mario J. Viera 



Es devastadora la acción de Cronos sobre la figura y la mente cuando fatalmente nos impone la fase senil. Resulta patético ver como algunas estrellas del cine pretenden ocultar su desgaste físico con el fútil intento de reverdecer sus ya perdidas glorias; pero más patético resulta cuando un tirano venido a menos intenta mantener su presencia en los medios solo para alimentar su ego.

Y esto es precisamente lo que sucede con la figura de Fidel Castro, aquel joven energético que años atrás se adueñaba de todos los espacios públicos y se elevaba como el líder indiscutible de la izquierda bananera de América Latina. Aquel hombre de verbo furioso, pero elegante con el que construía frases contundentes y sonoras. Ya nada queda de aquel pasado que le fue glorioso. Ahora es solo una sombra; el vivo espectro de la ruina moral de un sistema social tan decadente como él mismo.

Separado de todos los poderes, sin tener ni siquiera la posibilidad de apoderarse de nuevo del poder como hiciera Mao Zedong ya en sus últimos años de vida, vegeta en la sombra haciendo fugaces apariciones solo para, muy a pesar suyo, mostrar todo su deterioro físico y, sobre todo su marcado declive mental. Su estrella se ha apagado definitivamente; es solo una triste pieza de museo.

Pero  no quiere aceptar que su tiempo ya se conjuga en pasado; no se lo permite su narcisismo. Y pretende trascender y se presenta como el estadista experimentado que aconseja, que orienta, que discurre dejando a un lado la palabra oral por la palabra escrita. Cree que sus “reflexiones” quedarán para la historia como si se tratara de un moderno Marco Porcio Catón que quería la destrucción de Cartago como él quiere ver destruida la gloria de los Estados Unidos.

Mucho ha escrito el anciano entre las sombras de su despacho privado. Muchas páginas ya ha llenado con pensamientos confusos, con dislates ideológicos y hasta con profecías fallidas; pero sus dos últimas “reflexiones” son solo citas de cables periodísticos y cláusulas inconexas.

Primero escribió: “El crimen de la Congresista demócrata” y nada de lo que dijo pudiera considerarse como una reflexión interesante sobre el caso. En pocos párrafos resumió a su manera la historia de Arizona y algunos datos sobre ese Estado que bien pudiera haber tomado de alguna edición del Almanaque Mundial, para luego soltar sin más ni más una opinión sobre el movimiento del Tea Party que dijo estar “constituido por los elementos más reaccionarios y políticamente más atrasados de la sociedad” tratando de “arrastrar al Partido Republicano a posiciones extremistas y guerreristas, que en medio de la crisis y la decepción por las promesas que Obama no ha querido o no ha sabido cumplir, llevarían el país al abismo

Por supuesto que el Tea Party no es un movimiento progresista y representa a la ultra derecha americana; pero mal hace en criticar la paja en el ojo ajeno quien tiene una viga en el suyo. Castro es un representante de un movimiento que se niega al progreso social, el movimiento más retrógrado de la historia, tan vetusto como él mismo y que ha llevado a Cuba hasta el mismo borde del abismo “en medio de la crisis y la decepción por las promesas” que por cincuenta años le hiciera al pueblo cubano y él, nada más que él se ha negado obstinadamente en cumplir.

Su última, que debiéramos llamar, irreflexión la tituló “Otra estrella apagada del Tea Party” que fuera de la cita textual de dos cables periodísticos concretó virulentos ataques contra la legisladora cubano americana Ileana Ros-Lehtinen la, que según él, estrella apagada del Tea Party.

Castro debería tomar nota de esto: Ileana Ros no forma parte del Tea Party. Ileana Ros sí forma parte del grupo de legisladores cubano americanos que con más ardor se oponen a su régimen, que con más vigor han denunciado su tiranía.

Dice de ella que “mantenía secuestrado al niño Elián en Miami” cuando es él quien lo ha secuestrado y le ha convertido en una triste figura de muestra de la tiranía totalitaria; hasta acusa a Ileana de “promotora de golpes de Estado, crímenes como los Posada Carriles y otras fechorías…”. El odio le corroe lo poco que le queda de lucidez.

Castro que promovió movimientos insurreccionales hasta en contra de gobierno electos democráticamente, que en su historial hay numeroso hechos de actos terroristas, que ha eliminado a muchos de sus oponentes mediante el asesinato con apariencia legal, no tiene moral para lanzar tales infundios.

La historia no lo absolverá como supuestamente un día dijera; ya le está juzgando y como también el implacable Cronos lo hace, ya lo está condenando. La súper nova que un día fue es hoy la triste realidad de una estrella apagada.

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