Por Gustavo E. Pardo
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) – Al iniciarse el nuevo año, que presagia ser uno de los más difíciles por los que ha atravesado la nación cubana durante las últimas cinco décadas, los movimientos disidentes aún no han encontrado la forma de convertirse en oposición. Esta realidad se debe, en gran medida, a que los dirigentes de estos grupos carecían de formación y experiencia política antes de convertirse en disidentes; inclusive, en muchos de ellos se constata la falta de dominio de las herramientas básica del liderazgo y la comunicación social.
En las observaciones que sobre la disidencia interna que envió a su gobierno hizo el Sr. Farrar, jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, se refirió a que los distintos grupos opositores carecían de programas y proyectos políticos consistentes, así como a su aislamiento de la población. Además de esta realidad, debe considerarse el enfrentamiento persistente que existe entre ellos, y la atomización de los mismos. En estas circunstancias, muy poco o nada pueden hacer estos movimientos para tener una participación efectiva en la dinámica social que habrá de producir los reajustes socio-económicos que se avecinan.
Aunque algunas organizaciones de disidentes han comenzado a trabajar proyectos comunales destinados a interactuar con el entorno dentro del cual cada uno se desenvuelve, se impone que existan personas capaces de asumir un liderazgo efectivo en el transcurso de los acontecimientos que habrán de ocurrir durante y después de la implementación de la reestructuración planificada.
Evidentemente, los dirigentes de la oposición histórica, independientemente de sus edades, no cuentan con los medios ni las posibilidades para proyectarse en el ámbito político nacional; por su parte, el liderazgo emergente aun carece del crédito social necesario para desempeñar un rol efectivo en dichos acontecimientos.
¿Quiénes son y dónde están los posibles opositores, bien preparados, que llevarán a Cuba hacia los cambios? Para mí, la respuesta es obvia: los cuadros políticos que están dentro de la esfera del poder.
La persistencia en el gobierno de la dirección histórica castrista, ha mantenido postergada las aspiraciones de ascender a los primeros planos del escenario nacional a una generación de tecnócratas de entre 40 y 60 años. Estos funcionarios, que por lo general están afiliados al PCC; poseen acceso a un nivel de información que el gobierno considera “sensible”; y están conscientes de las realidades subyacentes en el sistema castrista, conocen cuáles son y cómo aplicar los cambios estructurales necesarios para colocar a Cuba en la órbita político-económica mundial.
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