Fernando Mires. Blog POLIS
Poco después
de haber dado a conocer en POLIS un artículo en el que intentaba analizar los
estallidos sociales ocurridos en Turquía y Brasil, recibí un e-mail de una
gentil lectora preguntando mi opinión acerca de por qué en Caracas no ha
ocurrido algo parecido ¿No será que a los venezolanos nos faltan ganas?
agregaba, incitándome a una rápida respuesta.
Tentado
estuve de responder que por lo general mantengo una línea; y es la de nunca
referirme a hechos cuando no han ocurrido, limitándome a enfocar lo que aparece
sobre la superficie pues ese es el lugar de la política ─ lo que la diferencia
de la filosofía y el arte, cuyos lugares suelen ser insondables ─. No obstante,
la pregunta de mi lectora no deja de ser interesante. Y además, muy lógica. Es
por eso que en contra de mis convenciones, hice una excepción y decidí
responder.
¿Por qué en
Venezuela, después de catorce años de corrupción, nepotismo, despotismo,
militarismo, abusos, y pare usted de contar, no surge una manifestación social
parecida a las que tiene lugar en las grandes ciudades turcas y brasileñas?
Un teórico chavista
─ suponiendo que en el chavismo exista algún teórico ─ podría responder
aduciendo que esa es precisamente una prueba de que en la población hay
conformidad con la gestión de gobierno. Alguno más fanático agregará que el
gobierno es del pueblo y el pueblo no protesta en contra del pueblo.
Afirmaciones que se contrarrestan con el hecho de que Venezuela es el país
donde, de acuerdo a estadísticas, las luchas reivindicativas son las más
numerosas del continente.
No hay día
en que no amanezcan carreteras trancadas, guarimbas cada noche, tomas de
recintos de trabajo, ocupaciones de terrenos, cacerolazos al por mayor,
huelgas, incluyendo las de hambre, agregándose algunos detalles tortuosos como
esos estudiantes que se cosen los labios en inútiles actos de narcisista
heroísmo.
Caminando a
lo largo de una sola calle tú puedes encontrar varias manifestaciones populares.
También es posible observar ─ y por ahí va el problema ─ que ninguna de ellas
toma noticias de la otra. Todas se ignoran entre sí. Parlando el dialecto de
los sociólogos podría decirse que en Venezuela no existe articulación social ni
intercomunicación discursiva. Eso no quiere decir por supuesto que alguna vez
no pueda emerger una protesta descomunal, como las que inunda las calles de Turquía y Brasil. Pero
el hecho concreto es que todavía eso no sucede.
Hay una
razón obvia: La desintegración social que experimenta Venezuela es un fenómeno
inducido. Para nadie es un misterio que la nación vive hace años bajo el
imperio de un régimen radicalmente estatista. Y ahí donde crece el estado no
nace la sociedad. En ese sentido podría afirmarse que bajo el chavismo ─ el mismo
Chávez jamás lo ocultó ─ ha tenido lugar un proceso de toma del poder, pero no
por una clase social externa al estado, sino por un partido identificado cien
por ciento con el estado. O en otras palabras: se trata de un proceso de doble
toma de poder. Por una parte, la toma del estado por el gobierno. Por otra, la
toma de la sociedad por el estado.
El ideal ─ todavía
incumplido ─ del chavismo ha sido integrista: identificar lo social, lo
político y lo estatal en una sola unidad articulada por la presencia de un
líder carismático.
Ahora bien,
para alcanzar ese ideal, las organizaciones populares, incluyendo sindicatos
estratégicos como los del petróleo, fueron estatizados. Fue así naciendo un
orden corporativo muy similar al modelo mussoliniano. Los grotescos
"batallones obreros" propuestos por Maduro serían, desde esa
perspectiva, la culminación de ese ideal integrista: la militarización de una clase
social ya estatizada. Afortunadamente a Maduro ─ a diferencias de Mussolini ─
nadie lo toma muy en serio.
Las
organizaciones de representación popular nacidas bajo el chavismo fueron
construidas desde arriba hacia abajo. Tanto Misiones como Concejos son
prolongaciones del estado al interior del universo popular. De modo paralelo el
chavismo tomó posesión de gran parte del
aparato productivo, principalmente del segmento más vinculado al consumo
popular. Todo esto exigía, por supuesto, la existencia de una eficiente
burocracia. Dicha burocracia, por cierto, existe; es gigantesca, pero a la vez,
es absolutamente ineficiente, más aún, es corrupta y parasitaria.
No obstante,
las demandas populares no tienen otro interlocutor que no sea el estado, pero ─
este es el punto ─ de un estado que ha sido secuestrado por el gobierno. De
este modo, cuándo los trabajadores van a huelgas, no tienen a nadie a quien
reclamar sino al propio gobierno-estado. Tampoco pueden esperar solidaridad de
otros sectores sociales pues estos se encuentran de igual modo conectados
verticalmente al estado. Chávez y el chavismo han logrado así quebrar la
columna vertebral de la sociedad venezolana, hasta el punto de que una
comunicación de tipo horizontal entre diversas organizaciones sociales ─ como la
que se ha dado recientemente en Brasil y en Turquía ─ resultaría, si no
imposible, muy difícil.
O para
expresarnos en términos comparativos. Mientras en Brasil y Turquía tuvo lugar
un proceso de evolución económica, siendo respetadas las instituciones públicas y la autonomía
ciudadana, en Venezuela, bajo la égida de uno de los estados más corruptos de
los cuales se tiene noticia, tuvo lugar un proceso de "destrucción de
la producción", siendo las instituciones
públicas convertidas en meros apéndices de un partido de gobierno nacido al
interior del estado.
De la
estatización de lo social solo escapan algunas universidades (ya minoritarias
frente a la creación de esos antros ideológicos que son las universidades
chavistas) las iglesias, uno que otro medio comunicacional, diversas redes
sociales y, sobre todo, los tan denigrados partidos políticos de la oposición
democrática.
Para
concluir: Si hubiera tenido que responder de modo más escueto a mi estimada
lectora la pregunta de por qué en Venezuela no asoma (todavía) un movimiento
social como el turco o el brasileño, habría postulado la siguiente tesis:
Mientras en países democráticos como Turquía y Brasil lo político es construido
a partir de lo social, en países no democráticos, o deficientemente democráticos
como Venezuela, lo social debe ser construido a partir de lo político.
Al nivel de
lo político y no de lo social pertenecen también las elecciones periódicas.
Pero ¿no están controladas las elecciones, y de modo fraudulento, por el propio
partido-gobierno-estado?
Este es ya
otro tema. En cierto modo es el tema del tema. Lo abordaré en mi próximo
artículo.
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