Mario J. Viera
Tiene cara de imbécil, dice
imbecilidades, se codea con imbéciles, pero no es un imbécil, y eso es lo peor
que le puede pasar, al menos se le podría justificar las estupideces que dice
si realmente fuera un pobre imbécil. Su nombre, Elías Jaua, uno que nombraron
para ministro de relaciones exteriores en Venezuela y a quien el cargo le queda
bien grande. Como jefe de la diplomacia venezolana es solo el hazmerreír del
mundillo diplomático.
Dice el ¿ministro? Jaua, que él y la
banda de rufianes que ¿gobiernan? en Venezuela, son “los hijos de los libertadores de este continente” y lo remarca
gritando con tono de elevado estadista: “carajo
como nos enseñó Chávez”. ¿Y qué le ha impulsado para darse, para apropiarse
tal título? ¡Nada!, simplemente que en Venezuela no hay papel de toilet o
sanitario. ¡Caramba que con los precios del petróleo que han alcanzado cifras
elevadísimas, la petrolera Venezuela no
pueda garantizarle a cada venezolano la satisfacción de limpiarse con un papel
que no sea el de un periódico, como ocurre en Cuba!
Con elevado tono retórico lleno de
elegancias de estilo literario, Jaua aparentemente le contesta a Enrique
Capriles que ha criticado que ya en los anaqueles de los mercados no se
encuentre el papel sanitario, diciendo: “Puede
agarrar su rollo de papel toilet este burguesito y se lo mete por donde más le
quepa…”, porque si lo venezolanos carecen de papel toilet y de otros
productos básicos, al menos tienen “patria
bolivariana, revolucionaria, socialista”. Lo malo de este concepto es que
la mitad de los electores venezolanos prefieren tener mercados bien abastecidos
y suficiente papel toilet, y harina para las arepas y una patria venezolana y
no esa denominada “patria socialista”, y lo demostraron cuando votaron en contra
del iluminado de los pajaritos.
No hay que preocuparse por el
desabastecimiento, ¡de ninguna manera!, hacerlo según el brillante estadista
que es Jaua “es una necedad, compañero,
porque un problema puntual de abastecimiento no puede medirse como un valor
supremo, como es tener patria”. El caso es que el problema puntual de
abastecimiento es lo que mide la capacidad de un equipo de gobierno para
gobernar; es lo que mide la efectividad de una práctica y política de la
conducción económica del país. Si hay desabastecimiento hay que considerar que
el gobierno está equivocado en su gestión económica.
En verdad es risible la patética
interrogante que Jaua le hace a los venezolanos: “¿Quieren Patria o papel tualé?” Es posible que algún venezolano le
responda y le diga: “Mire, enchufado, cazador de pajaritos, queremos patria sin
ponerle apellidos y queremos no solo papel de toilet, sino también los
productos de la canasta alimenticia, que tengamos con qué vestirnos, con qué
calzarnos; que vivamos sin temor a la violencia en las calles y no queremos
demagogia ni jingoísmo patriotero porque si ciertamente la patria es conciencia también lo es estómago
y a ese, a ese, ustedes no le estan garantizando el poder cubrir sus
necesidades”.
Bueno sería recomendarle al Sr. Jaua
que se lea, si no lo ha hecho antes, el maravilloso libro de José Ingenieros, El Hombre Mediocre. En sus páginas
encontrará estas sólidas palabras sobre el concepto de patria: “La patria tiene intermitencias: su unidad
moral desaparece en ciertas épocas de rebajamiento, cuando se eclipsa todo afán
de cultura y se enseñorean viles apetitos de mando y de enriquecimiento. Y el
remedio contra esa crisis de chatura no está en el fetichismo del pasado, sino
en la siembra del porvenir…”.
Siembra del porvenir, camarada Jaua,
de un porvenir de progreso, de desarrollo económico y no del desastre que
caracteriza a toda sociedad sometida al arrebato del socialismo real, de corte
marxista-leninista, llámese socialismo del siglo XXI o como se le quiera
llamar. Recurrir a la justificación con lo abstracto ─ “patria, humanidad,
conciencia” ─ no resuelve la realidad concreta que se vive en Venezuela y que
expresa acertadamente Maureen Gubbins Vásquez en artículo aparecido en el
diario venezolano El Universal cuando dice: “Lo cierto es que nuestra querida Venezuela
ha caído en la escasez más absoluta mental, moral y materialmente. Cada uno de
nosotros sabe exactamente a qué me refiero porque la sufrimos a diario”.
Atrincherándose
dentro de los dogmas de una ideología un gobierno pierde la visión de la
realidad, se enajena en la fantasía de las utopías y quiebra la armónica
estructura del conjunto social. La verdad de este aserto la expone con claridad
Armando Durán para el diario El Nacional cuando escribe, refiriéndose a las
políticas del actual régimen venezolano: “El
centro neurálgico del debate que ya está planteado en el seno del chavismo es
el agónico dilema de atrincherarse en las razones más radicales de la ideología
a ultranza, o ser lo suficientemente pragmáticos para no morir en el intento de
imponer la revolución, totalitarismo socialista incluido, a toda costa”.
El chavismo
ha confirmado que la puesta en práctica del socialismo populista genera la
ruina de la economía, el desabastecimiento crónico y la miseria de las
mayorías. Lo demuestra Corea del Norte; lo ha demostrado la Cuba de los Castro.
No son factores exógenos los que producen la quiebra social propia del
socialismo marxista-leninista; no es un embargo económico unilateral impuesto
sobre un país que “construye el socialismo” la causa eficiente del fracaso
económico en esas sociedades. Es el sistema, sus fundamentos teóricos los que
propician el aletargamiento social que se vive bajo el comunismo.
El gobierno
venezolano ni siquiera tiene la excusa que esgrimen los Castro de sufrir un
embargo comercial. No pueden culpar a “un bloqueo” de los descalabros
económicos y sociales que solo ese gobierno ha propiciado.
Si los
venezolanos no se deshacen a tiempo del actual gobierno de ineptos e
inescrupulosos políticos, Caracas se convertirá en tristes ruinas como es hoy
La Habana, y no solo estarán sin papel toilet, también perderán la patria,
obligados a la vida de la diáspora, del desarraigo, de la añoranza y de la
nostalgia por el terruño lejano que hoy sufren los cubanos en su ya largo y
angustioso exilio.
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