lunes, 24 de junio de 2013

Carecen de un embargo al cual culpar


Mario J. Viera

Tiene cara de imbécil, dice imbecilidades, se codea con imbéciles, pero no es un imbécil, y eso es lo peor que le puede pasar, al menos se le podría justificar las estupideces que dice si realmente fuera un pobre imbécil. Su nombre, Elías Jaua, uno que nombraron para ministro de relaciones exteriores en Venezuela y a quien el cargo le queda bien grande. Como jefe de la diplomacia venezolana es solo el hazmerreír del mundillo diplomático.

Dice el ¿ministro? Jaua, que él y la banda de rufianes que ¿gobiernan? en Venezuela, son “los hijos de los libertadores de este continente” y lo remarca gritando con tono de elevado estadista: “carajo como nos enseñó Chávez”. ¿Y qué le ha impulsado para darse, para apropiarse tal título? ¡Nada!, simplemente que en Venezuela no hay papel de toilet o sanitario. ¡Caramba que con los precios del petróleo que han alcanzado cifras elevadísimas, la petrolera Venezuela  no pueda garantizarle a cada venezolano la satisfacción de limpiarse con un papel que no sea el de un periódico, como ocurre en Cuba!

Con elevado tono retórico lleno de elegancias de estilo literario, Jaua aparentemente le contesta a Enrique Capriles que ha criticado que ya en los anaqueles de los mercados no se encuentre el papel sanitario, diciendo: “Puede agarrar su rollo de papel toilet este burguesito y se lo mete por donde más le quepa…”, porque si lo venezolanos carecen de papel toilet y de otros productos básicos, al menos tienen “patria bolivariana, revolucionaria, socialista”. Lo malo de este concepto es que la mitad de los electores venezolanos prefieren tener mercados bien abastecidos y suficiente papel toilet, y harina para las arepas y una patria venezolana y no esa denominada “patria socialista”, y lo demostraron cuando votaron en contra del iluminado de los pajaritos.

No hay que preocuparse por el desabastecimiento, ¡de ninguna manera!, hacerlo según el brillante estadista que es Jaua “es una necedad, compañero, porque un problema puntual de abastecimiento no puede medirse como un valor supremo, como es tener patria”. El caso es que el problema puntual de abastecimiento es lo que mide la capacidad de un equipo de gobierno para gobernar; es lo que mide la efectividad de una práctica y política de la conducción económica del país. Si hay desabastecimiento hay que considerar que el gobierno está equivocado en su gestión económica.

En verdad es risible la patética interrogante que Jaua le hace a los venezolanos: “¿Quieren Patria o papel tualé?” Es posible que algún venezolano le responda y le diga: “Mire, enchufado, cazador de pajaritos, queremos patria sin ponerle apellidos y queremos no solo papel de toilet, sino también los productos de la canasta alimenticia, que tengamos con qué vestirnos, con qué calzarnos; que vivamos sin temor a la violencia en las calles y no queremos demagogia ni jingoísmo patriotero porque si ciertamente  la patria es conciencia también lo es estómago y a ese, a ese, ustedes no le estan garantizando el poder cubrir sus necesidades”.

Bueno sería recomendarle al Sr. Jaua que se lea, si no lo ha hecho antes, el maravilloso libro de José Ingenieros, El Hombre Mediocre. En sus páginas encontrará estas sólidas palabras sobre el concepto de patria: “La patria tiene intermitencias: su unidad moral desaparece en ciertas épocas de rebajamiento, cuando se eclipsa todo afán de cultura y se enseñorean viles apetitos de mando y de enriquecimiento. Y el remedio contra esa crisis de chatura no está en el fetichismo del pasado, sino en la siembra del porvenir…”.

Siembra del porvenir, camarada Jaua, de un porvenir de progreso, de desarrollo económico y no del desastre que caracteriza a toda sociedad sometida al arrebato del socialismo real, de corte marxista-leninista, llámese socialismo del siglo XXI o como se le quiera llamar. Recurrir a la justificación con lo abstracto ─ “patria, humanidad, conciencia” ─ no resuelve la realidad concreta que se vive en Venezuela y que expresa acertadamente Maureen Gubbins Vásquez en artículo aparecido en el diario venezolano El Universal cuando dice: Lo cierto es que nuestra querida Venezuela ha caído en la escasez más absoluta mental, moral y materialmente. Cada uno de nosotros sabe exactamente a qué me refiero porque la sufrimos a diario”.

Atrincherándose dentro de los dogmas de una ideología un gobierno pierde la visión de la realidad, se enajena en la fantasía de las utopías y quiebra la armónica estructura del conjunto social. La verdad de este aserto la expone con claridad Armando Durán para el diario El Nacional cuando escribe, refiriéndose a las políticas del actual régimen venezolano: “El centro neurálgico del debate que ya está planteado en el seno del chavismo es el agónico dilema de atrincherarse en las razones más radicales de la ideología a ultranza, o ser lo suficientemente pragmáticos para no morir en el intento de imponer la revolución, totalitarismo socialista incluido, a toda costa”.

El chavismo ha confirmado que la puesta en práctica del socialismo populista genera la ruina de la economía, el desabastecimiento crónico y la miseria de las mayorías. Lo demuestra Corea del Norte; lo ha demostrado la Cuba de los Castro. No son factores exógenos los que producen la quiebra social propia del socialismo marxista-leninista; no es un embargo económico unilateral impuesto sobre un país que “construye el socialismo” la causa eficiente del fracaso económico en esas sociedades. Es el sistema, sus fundamentos teóricos los que propician el aletargamiento social que se vive bajo el comunismo.

El gobierno venezolano ni siquiera tiene la excusa que esgrimen los Castro de sufrir un embargo comercial. No pueden culpar a “un bloqueo” de los descalabros económicos y sociales que solo ese gobierno ha propiciado.

Si los venezolanos no se deshacen a tiempo del actual gobierno de ineptos e inescrupulosos políticos, Caracas se convertirá en tristes ruinas como es hoy La Habana, y no solo estarán sin papel toilet, también perderán la patria, obligados a la vida de la diáspora, del desarraigo, de la añoranza y de la nostalgia por el terruño lejano que hoy sufren los cubanos en su ya largo y angustioso exilio.

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