Alexander Cambero. EL UNIVERSAL
En este mundo político nos llevamos
cada sorpresa. Han rodado por las redes sociales muchas informaciones
vinculadas con el tenebroso personaje que hizo de la oscuridad su aposento.
Mario Silva, surgió del anonimato para encumbrarse como la voz de Hugo Chávez
en la ciénaga de los gusanos. El hombre se transformó en la palabra del
régimen. Un inquisidor despiadado que con los peores instrumentos buscaba
liquidar a sus oponentes, sin tener ningún tipo de consideración. Muchas veces
renegó de Dios hasta arrimar su brasa al régimen cubano al cual ama como a su
madre. Ser el protagonista de la cloaca lo hizo millonario y casi intocable.
Cuarenta y tres escoltas, doce motocicletas que se unían en una caravana de
seis vehículos, blindados con armas de alta potencia, eran la muralla policial
que protegía la humanidad del rollizo operador político.
Pero detrás del sórdido personaje se
oculta la verdad de los tres perritos. En una elocuente fotografía pudimos ver
al personaje colocado en el piso como una especie de gigantesca morsa jugando
con tres poodles con graciosos lacitos de color rosa. Mario Silva retoza con
los canes como cualquier niño que disfruta de las travesuras de estos
animalitos. Quizás esa tranquilidad que experimenta es recordando los negocios
que lo sacaron de la miseria y lo colocaron en la cresta de los boliburgueses.
Ahora vive en una mansión en donde ondea la bandera cubana tras la senda de un
espléndido jardín. Desde ahí se puede observar el estacionamiento en donde
están varios de sus vehículos último modelo. El monje del socialismo real
acaricia el confort que obtuvo por calumniar a honestos venezolanos. Es un
instrumento cubano que está aquí para espiarlos a todos. Su alma de falaz
informante solo rinde cuentas al gobierno de la mayor de las Antillas. De su
lengua viperina no se salvó ni la familia del presidente caído Hugo Chávez. Es
tal la porquería que se cuece por dentro que casi nadie escapa sin pagar su
cuenta como corrupto. El gobierno terminó siendo un escenario en donde los
corrompidos andan repartiéndose el botín. Eso es precisamente lo que quiere
preservar la administración cubana, que ninguno ose sustraerle su parte en el
reparto grosero de nuestra nación. Es por ello que la rendición de cuentas del
señor de la noche habla de un secuestro total de la república. Algunos lo
acusan de traición a la patria. Pensamos que él no lo siente así: su verdadera
patria es Cuba.
En La Hojilla Mario Silva se mostraba
con la fuerza intimidante del rottweiler. Despedazaba vidas con la fiereza de
un inquietante lobo estepario. Un prototipo con millones de reservas de
testosterona que vaciaba para mostrar reciedumbre en cada acción. Es por eso,
que es sumamente insólito que el pugnaz denunciante ande acomodando los lacitos
rosa de las tres perritas. Parece que danzara con ellas al estilo de Barney en
Navidad. ¡Qué agua tan fría...!
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